Alejandra Barros y Antonio Garaloces miran resignados al río. Saben que no les queda otra que tener paciencia. Y es que el nivel del Miño empezó a bajar algo este miércoles, pero pasará tiempo hasta que puedan volver a poner en marcha sus negocios.
Alejandra está al frente del albergue Roots & Boots, junto al puente romano, y lo único que podía ofrecer era un café. Toda la planta inferior del establecimiento se anegó y sabe que en mercancía ha podido perder unos 2.000 euros, pero asume que la factura subirá más cuando baje el agua y pueda hacer control de daños.

La calefacción del negocio se ha estropeado con la inundación y, aunque a estas alturas del año hay pocos clientes, sufría pensando en el peregrino que había reservado plaza para la noche. La habitación estaría fría y no tendría nada que ofrecerle, porque el sistema eléctrico del albergue ha sufrido daños graves y no funcionaba ningún aparato en la cocina. Al bajo es imposible acceder, pero sabe que las cámaras de frío han de estar perdidas.
En ese negocio, como en las casas próximas de la Calzada da Ponte, el agua provoca anegamientos porque llega por viejas canalizaciones, hay quien cree que de las antiguas cloacas romanas, que nunca se sellaron, de modo que el río las inunda cuando crece mucho el caudal. Es lo que pasó, por ejemplo, en la casa familiar de Teresa Cuiña, donde el agua causó enormes estragos.
En tanto, las katiuskas junto a la puerta del Balneario resumían bien la situación del edificio, tan rodeado por el agua que hasta tuvieron el martes que recuperar un primitivo acceso. El camino antiguo, que también da acceso a algunas casas, solo es apto para zodiacs en estos momentos. Este miércoles ya se podía entrar por el acceso desde la N-6. Dentro, Antonio y su hija, Carmen Garaloces, vigilan y esperan. Es pronto para conocer los daños, pero saben que serán cuantiosos, porque la zona termal es hoy una piscina. Solo esperan que les dé tiempo a poner todo a punto para reabrir en marzo y volver a ofrecer las bondades de las aguas termales.
Garaloces sabe bien lo que son las crecidas del río, pero desde el año 2000 no ha visto nada igual a lo de estos días. Con todo, el Miño le ha enseñado a ser prevenido y desde Navidad, cuando hubo un primer aviso, empezó a sacar equipos de la planta inferior. Había movido para salvar del agua desde lavadoras industriales a inhaladores automáticos, camillas y hasta bombas de achique, del todo inútiles estos días. Con todo, hay instalaciones eléctricas dañadas y el sistema de calefacción ha quedado inutilizado.
El agua subió mucho y a su paso hizo notar que iba rompiendo puertas, reventadas por la presión, pero por fortuna paró antes de llegar a las plantas en las que están las habitaciones del hotel y otros servicios. No obstante, por si el río sin piedad que es hoy el Miño no paraba, los Garaloces ya habían trasladado también, por ejemplo, los equipos informáticos.
Colegio de A Ponte
Esa planificación tan anticipada no fue posible en el colegio de A Ponte, donde no era a priori previsible una inundación tan grave como la que ha vivido el centro y que ha obligado a suspender las clases. Con todo, el martes a primera hora, el director, José Luis Bernedo, ya vio que la cosa se ponía muy fea. Desde la ventana de su casa ve el colegio y vio venir el problema, así que a las ocho de la mañana ya decidió que tenía que avisar a los padres para que no mandaran a los niños al colegio. Lo hizo a través de la aplicación móvil del colegio, pero, por si acaso alguien no se enteraba, también avisó al servicio de transporte para que no llevaran a clase a sus alumnos.

El centro tiene unos 220 alumnos y estos días ha tenido que volver a recuperar el sistema de educación a distancia de los días de la pandemia. "Los niños están atendidos por sus profesores, pero no es lo mismo", dice Bernedo, que este jueves logró, con dificultades porque el colegio seguía rodeado por el agua, acceder al centro. "Urge limpiar y hacer muchas inspecciones de seguridad, por ejemplo del sistema eléctrico, no podemos volver a tener a los niños en clase hasta saber que no corren peligro", advertía. Entre sus penas se cuenta el que la nueva biblioteca, tan recientemente acondicionada que aún estaba sin estrenar, está dañada. Lo bueno, se consolaba, es que aún no se habían metido allí los libros, así que el mayor destrozo está en el suelo.
En la mañana de este jueves se empezará a limpiar y, si es posible, el viernes podría haber clases, aunque será difícil conseguir reparar todos los daños a tiempo para conseguir ese objetivo y quizás haya que esperar al lunes para volver a abrir las aulas, reconoce Bernedo.
Junto al colegio, en la calle Álvaro Cunqueiro, también permanecían este miércoles anegadas muchas casas. Los daños son enormes porque el agua llegó a subir hasta un metro, contaba Pepe Pérez Mera, al explicar lo ocurrido en la casa de la familia de su mujer. Detallaba que la "hecatombe" se vino encima de forma casi apresurada. "A las diez de la mañana el agua estaba en el patio, a la una estaba dentro de la casa y alcanzaba casi un metro de altura", detallaba.
Y el impacto de las lluvias iba dejando a la vez nuevas consecuencias. Así, por ejemplo, se vino abajo en la calle Fermín Rivera un muro del Club Fluvial, donde quedaron bajo el agua gran parte de sus instalaciones, un problema recurrente.
Lluvia multiplicada
Las escenas que se observan a ambas orillas del río, y que provocan que muchos lucenses se acerquen a comprobar con sus propios ojos el alcance del desastre son en buena medida fruto consecuencia de unos episodios de lluvia bastante extraordinarios.
Así, en lo que va de año hidrológico, que empezó el pasado 1 de octubre, se han registrado 890 litros por metro cuadrado en la cuenca del Miño-Sil, lo que supone el triple del mismo periodo del ejercicio pasado, que fueron 332 litros por metros cuadrado, y el 60% más del promedio habitual, según informó la Confederación Hidrográfica del Miño Sil.
Es cierto que las condiciones han sido más extremas en los últimos días y este miércoles la llegada de la nieve acabó por complicar algo más las cosas y afectar al conjunto de la ciudad. De hecho, por la mañana hubo líneas del transporte público que debieron alterar su recorrido ante la imposibilidad, por ejemplo, de que los buses circularan por la calle Monforte.