El Hula redujo la mortalidad en infartos en 2020 pese a llegar más tarde y graves

Los pacientes que fallecieron en los primeros 28 días tras el episodio pasaron del 9,9% en 2019 al 7% en el año en el que, por temor al covid, Cardiología vio un 25% más de shock cardiogénicos, infartos con mayor tiempo de evolución
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photo_camera Nueva sala de Electrofisiología y Hemodinámica del Hula.

Cardiología del Hula vio en 2020, como ocurrió en otros muchos sitios, un fenómeno muy preocupante: el miedo a ir al hospital hizo que algunos pacientes llegaran con infartos muy evolucionados, esperando hasta el último momento para contactar con el sistema sanitario y, por tanto, en un estado de mayor gravedad. Pese a todo, según los datos que cada año recopila el servicio para su auditoría interna, se logró reducir la mortalidad.

El servicio vio un 25% más de pacientes en shock cardiogénico, una afección que implica que el corazón no es capaz de bombear sangre suficiente. Se produce durante los infartos graves y está relacionado con el tiempo de evolución. En el 2020, el 10% de los infartados llegaron al Hula en ese estado, pese a lo cual la mortalidad a 28 días bajó en casi tres puntos porcentuales con respecto a la registrada en 2019, pasando de un 9,9% a un 7%.

El jefe de Cardiología del Hula, Carlos González Juanatey, explicó que, si se observa la mortalidad de los infartados lucenses sin tener en cuenta los que sufrieron un shock cardiogénico esta fue de cero. Ninguna persona falleció en ese primer mes tras el episodio, que es el período donde puede haber más complicaciones. Las guías de práctica clínica establecen que esa tasa de mortalidad, la que no incluye los casos más extremos, debe estar por debajo del 5%, según recordó el especialista, por lo que el Hula cumple sobradamente con ese requisito.

Aunque hubo miedo a ir al hospital y muchos pacientes tenían la intención de evitarlo, hasta el punto de que las urgencias bajaron en picado en los meses de confinamiento, el infarto es una emergencia incuestionable. Por tanto, puede que se tardase en ir, pero se acababa yendo. De hecho, las alertas -todo aquello que supone una urgencia cardiológica inaplazable- subieron el año pasado con respecto al anterior, pasando de 227 a 276. Dos tercios de esas alertas llegaron por la tarde, noche o fines de semana, fuera del horario habitual de mañana.

HEMODINÁMICA. De esas 276, un total de 154 fueron infartos con elevación de ST, que es el tipo de infarto que debe atenderse cuanto antes en una sala de Hemodinámica para recibir una angioplastia primaria si es posible hacerla en las dos primeras horas tras el inicio de los síntomas.

Por otra parte, 97 fueron infartos sin elevación de ST, que es un tipo de infarto que debe recibir tratamiento en las primeras 24 horas de evolución, y 25 casos se debieron a otras complicaciones, como las asistencias ventriculares.

En cuanto al origen de los 154 infartados que precisaban atención más urgente, el 77% eran del área centro; 12% de Burela y el 11% de Monforte. Del total, el 94% recibieron un tratamiento de reperfusión, una angioplastia; el 4% un tratamiento de fibrinolisis (un fármaco que abre la arteria y que se aplica si el infarto lleva más de dos horas de evolución), fundamentalmente pacientes trasladados desde Burela, y un 1% un tratamiento conservador, al tratarse de pacientes en un estado muy delicado, en muchos casos encamados, que no soportarían otro.

El 58% de los pacientes sufrieron un infarto con localización inferior y el 30%, exterior, que suele ser el que produce más afectación. Entre los que recibieron una angioplastia primaria, al 98% se les hizo un procedimiento que resultó un éxito; es decir, se pudo abrir la arteria y colocar el stent (el muelle que abre la arteria).

El doctor González Juanatey reconoce que el temor a ir al hospital se concentró fundamentalmente en el confinamiento y se revirtió posteriormente. Este año la pandemia no ha tenido influencia en la actividad del servicio, sino que, más bien al contrario, esta se ha ido incrementado. «Hemos tenido una ocupación media de 30 camas, cuando solía estar por debajo de esa cifra. Se ha recuperado y aumentado el nivel actividad previo a la pandemia», explica. Su servicio registra unos 1.500 ingresos al año

Perfil: Hombre y con 66 años de media 
El 80% de los infartados que atendió Cardiología del Hula en 2020 fueron hombres y la media de edad fue de 66 años, uno por encima de la media de los infartados gallegos, que estuvo en ese ejercicio en 65.

Más capacidad


El Hula ya tiene operativa una nueva sala de Electrofisiología y Hemodinámica en la que se pueden hacer indistintamente procesos de una u otra especialidad, con lo que aumenta su capacidad de atender tanto arritmias como infartos.

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