La hora de la justicia para Juan Montes

El Concello restaura la lápida del humilde sepulcro del recordado músico, una pieza muy dañada por los años y el olvido

Los lucenses lloraron, y mucho, a Juan Montes, pero la ciudad no le hizo justicia. "Un mausoleo, el nombre de una calle o plaza, una estatua, lápidas conmemorativas y otros muchos recuerdos serían poco aun para rendir el debido tributo al insigne artista", se decía en un artículo de El Lucense publicado con motivo de los funerales del músico.

Montes pervivió por la importancia de su obra, pero está lejos aún de estar entre esos artistas que tienen una ciudad a sus pies o tan siquiera un sepulcro digno de visita. No obstante, su tumba, humilde y compartida con varios familiares, va ahora camino de, al menos, dignificarse.

La concejalía de participación encargó la restauración de la lápida, una pieza de mármol muy dañada. Esos trabajos de reparación se pudieron iniciar tras abrir un procedimiento de declaración de ruina del sepulcro, para recuperar la titularidad pública, detalló la edil Cristina López.

De la recuperación se ocupa la restauradora Loli Gago, que destaca que la lápida está "en extremo degradada" y partida en varias partes. De hecho, alguno de los pedazos ya desapareció.

Aunque la pieza era de mármol blanco, ahora está completamente negra y recuperar su aspecto original no será viable. Gago cuenta que va a aplicar un tratamiento de conservación. Se trata, básicamente, de limpiar y actuar para atenuar los daños en una placa en estado "calamitoso".

El mármol, apunta, absorbe la suciedad y algas y líquenes han tenido un efecto devastador sobre una lápida que lleva 122 años a ras de tierra. A estas alturas el reto ya es salvarla para la posterioridad,

El sepulcro, de una extrema sencillez, está, además, encajonado entre otras tumbas y la restauradora cree la ubicación puede haber ayudado al deterioro, ya que posiblemente ha sido pisoteada a lo largo de los años.

Tras la restauración, la lápida volverá a la tumba, pero dejará de estar sobre la tierra, ya que el Concello prevé acondicionar el sepulcro, en el que los restos de Montes descansan junto a los de su madre y varios familiares más.

La lápida, partida en varios trozos, está muy dañada y se hará un tratamiento que busca preservar al menos la pieza para la posteridad

Y es que Montes ni siquiera tuvo una tumba exclusiva para él, como apunta el musicólogo Fernando Gómez Jácome, gran conocedor y principal reivindicador de la figura del músico lucense. Jácome apunta el hecho de que la sepultura debió trasladarse a San Froilán sin mayores cuidados desde el antiguo cementerio de Ramón Ferreiro, lo que pudo contribuir aún más al deterioro.

El musicólogo recalca el abismo entre la devoción popular por Montes y el desapego que casi siempre tuvieron las instituciones por él. Su funeral reunió al pueblo, pero se acordó dedicarle una escultura y al final el proyecto se quedó en un busto que se pagó por suscripción popular. Por si fuera poco, tardó años en colocarse y con el tiempo se llevó a una plaza relegada en San Roque, hasta que el año pasado el Concello lo restauró y se colocó en la Praza Maior.

El músico sí fue teniendo en la calle ese reconocimiento que tras su muerte se pedía en los periódicos. Jácome recuerda que se le dedicó una calle, que anteriormente se llamaba Bilbao, y con el tiempo también recibió su nombre un instituto y después, muy recientemente ya, el Conservatorio de Música. Se creó también un orfeón con su nombre, recuerda.

Con la recuperación de su busto primero y ahora de su lápida, Montes va ganando peso en el reconocimiento institucional. Jácome no pasa por alto que el músico siempre creció a contracorriente. A modo de anécdota recuerda que, tras crear la Banda de Música, durante muchos años, hasta que se construyó el templete de la Praza Maior, la agrupación tocaba en un "tablado" que se había construido con las puertas de madera retiradas de una puerta de la muralla.

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