Históricos negocios de hostelería de Lugo buscan nuevos dueños

El pasado verano cerraba sus puertas el restaurante Alberto 2.0 y este miércoles es el último día del bar Finisterre, después de 42 años
Carmen Quiñoá, en el bar Finisterre. XESÚS PONTE
photo_camera Carmen Quiñoá cierra este miércoles el bar Finisterre. XESÚS PONTE

La hostelería lucense está capeando la tormenta perfecta amarrada al incremento del turismo estival y a las fiestas patronales de San Froilán. Superado el efecto de esos dos valores seguros, se augura un invierno inestable para el sector.

La apertura en ciernes de una pizzería en la estación de autobuses y una pulpería en el mercado municipal de Quiroga Ballesteros contrarrestan el cierre de establecimientos históricos en Lugo. El verano pasado lo hacía el restaurante Alberto 2.0, breve sucesor del Mesón de Alberto, que abría sus puertas en la céntrica Rúa da Cruz en 1975, y hoy baja la verja definitivamente el bar Finisterre, tras 42 años de servicio.

                      Carmen Quiñoá cierra hoy el bar Finisterre.
El pasado verano se despedía, tras coger el relevo de la que fue la enseña de esta saga familiar, el Mesón Alberto. XESÚS PONTE

Alberto 2.0, de los hermanos García, Alberto y Koki, iniciaba su singladura el pasado 1 de diciembre. Cogía el relevo del negocio de sus padres, el Mesón de Alberto, que había cerrado sus puertas las Navidades anteriores, tras 45 años de servicio.

Este local con tres plantas de atención al público, que se encuentra en el corazón de la conocida popularmente como calle de los vinos, en el casco histórico de Lugo, se ofrece en alquiler en plataformas inmobiliarias por una renta de 2.000 euros al mes y otros 50.000 euros en concepto de traspaso.

                      Carmen Quiñoá cierra hoy el bar Finisterre.
Tras medio siglo en la Ronda da Muralla, e 2006 abría sus puertas en Nicomedes Pastor Díaz el restaurante Vivero. X. PONTE

Otro adiós. A sus "65 años y cinco meses" Carmen Quiñoá Vázquez se despide hoy por jubilación de la hostelería, un sector en el que comenzó a trabajar a los 17 años. En 1980 abría, junto a su marido, Manuel Pena Mourelos, el bar Finisterre, en la Rúa Noriega Varela, en el barrio del mismo nombre que esta empresaria.

Carmen Quiñoá es una hostelera multiusos, camarera, cocinera y jefa de sala. Desde el fallecimiento de su esposo hace 15 años atiende la barra, se mueve entre los fogones para preparar los menús -carne en salsa o merluza a la cazuela son algunos de los platos tradicionales más demandados- y sirve en las mesas a los comensales. Cuenta que "esporádicamente" le echa una mano su hija o una prima suya.

"¡Ay, no cierres! Aguanta un poco más. Me dicen los clientes", afirma esta hostelera natural de Lugo, que se mostraba "emocionada y nerviosa" por decirles adiós a sus clientes, algunos de los cuales le han sido fieles durante estas más de cuatro décadas.

Carmen Quiñoá asegura que "cada vez se pone peor" la situación para la hostelería debido al incremento de la factura eléctrica. "La luz acaba con nosotros. En mayo pagué un recibo de 3.000 euros y casi 2.000 en los dos meses siguientes, cuando antes eran 800 y pico", precisa.

                      Carmen Quiñoá cierra hoy el bar Finisterre.
Parrilalda Antonio, que cerró durante la pandemia, fue durante décadas un referente gastronómico en la ciudad. XESÚS PONTE

Precios en el sector. Aunque la hostelería es un sector muy dinámico, conocidos establecimientos de la capital lucense que ya cerraron sus puertas hace varios años no consiguen encontrar un nuevo inquilino. La lista es prolongada. Casa María, Restaurante Vivero, Parrillada Antonio o Casa Paco son algunos de esos ejemplos.

Buceando en páginas inmobiliarias se hallan infinidad de ofertas de locales de hostelería a la venta en Lugo, La que fuera cafetería Egomundi, en Fontiñas, que se barajó que iba a albergar una pulpería, por 340.000 euros, o el restaurante Breogán, en Río Neira, y el Espolada, en Rafael de Vega, por 290.000 euros cada uno.

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