Historias de la 'mili' desde Afganistán

Cuatro soldados de Lugo, destacados en el contingente terrestre Aspfor XXXVI de la Brilat, acaban de llegar de una misión en Afganistán, donde estuvieron cuatro meses. Estos chicos formaron parte de los 300 efectivos enviados desde Galicia, que llegaron en dos tandas las dos últimas semanas
El sargento Fernández, a la izquierda, con otro compañero, en Herat
photo_camera El sargento Fernández, a la izquierda, con otro compañero, en Herat

Pasaron cuatro meses destinados en una misión militar en Afganistán. Ellos, los cuatro lucenses integrantes del contingente terrestre Aspfor XXXVI de la Brilat, acaban de volver a Galicia con la satisfacción del deber cumplido en un país lejano situado en uno de los epicentros con mayor tensión política y bélica, Afganistán.

El regreso lo hicieron en dos tandas. Los primeros llegaron el pasado 17 de marzo al aeródromo militar de Lavacolla y los últimos, una semana después.

Allí, a Herat, en Afganistán, se trasladaron -en medio de los 300 efectivos de la Brilat- cuatro lucenses: el sargento Noel Fernández Díaz, de Chantada; el cabo Alejandro Regueiro Fernández, de Begonte, y los soldados de Infantería Ligera Rafael Lens López y Daniel Navarro Doval, de Lugo.

Durante estos cuatro meses, estos jóvenes lucenses llevaron a cabo tareas de seguridad y protección de la base militar, desde la compañía Force Protection 1 del batallón Zamora, perteneciente al Regimiento de Infantería Ligera Isabel La Católica número 29.

Rafael Lens López es el más joven de los cuatro militares lucenses que acaban de venir de Afganistán. Tiene 25 años. Soldado de Infantería Ligera, lleva tres años en el Ejército profesional. Antes, fue mozo de almacén e instalador electricista. Esta fue su primera vez en una zona de operaciones.

«Allí, en Herat, me ocupaba, junto al resto de mis compañeros, de la seguridad inmediata de la base, tanto interior como exterior. Aunque estábamos en una base militar, la vida transcurría con normalidad: con sus horas de trabajo y su tiempo libre y de descanso, siempre ajustándose a los horarios de cada turno», explica este soldado.

De todo este tiempo en Afganistán, Rafael Lens se queda, fundamentalmente, con dos recuerdos: el de su ilusión a la llegada a Herat y también el de su vuelta a casa, a Lugo, hace solo unos días.

«Hubo días, como en Navidad, en los que siempre se echa de menos a la familia y los amigos pues en esa época siempre cuesta un poco más estar lejos», comenta.

Rafael Lens no tuvo que vivir, durante estos cuatro meses, ninguna situación que pusiese en riesgo su vida y la de sus compañeros, aunque confiesa que «siempre hay que estar preparado por lo que pueda pasar».

Este joven militar afirma que se adaptó a la perfección a la vida en la base, entre otras cosas porque dice que ya habían sido preparados para ello. «A mí, personalmente, no me costó adaptarme por la preparación que habíamos hecho antes del viaje y porque ya sabíamos a lo que íbamos. Por todo eso, no me sorprendió en exceso el trabajo allí en la misión», dice.

Sus vivencias en Afganistán le permitieron conocer cómo vive la población en este país y cómo hace frente a las carencias. «Van saliendo adelante con sus limitaciones de recursos de todo tipo. Es una vida muy distinta a la de aquí», resume.

La experiencia como soldado, en esta primera misión internacional a la que fue destinado, fue muy positiva. «Para cualquier militar debe merecer la pena vivir algo así», indica este joven soldado de Lugo.

falsificaciones. Otro de los lucenses, integrantes del contingente militar de la Brilat que acaba de venir de Afganistán, es el sargento Noel Fernández Díaz, de 29 años. Noel lleva ya once años en el Ejército profesional. Ahí se enroló después de haber trabajado como escayolista y en el restaurante familiar.

Este chantadino acaba de regresar a casa, después de pasar, como dice él, «113 días en Herat», en la que fue su cuarta misión internacional.

En este tiempo, Noel Fernández comprobó la forma de vida de la población en Afganistán, Noel se permite hacer dos distinciones entre la gente de la zona rural y la del ámbito urbano.

«La gente del medio rural, que se dedica al nomadeo y al campo, vive en malas condiciones y con escasez de medios, frío, pobreza... pero la gente de la ciudad alcanzó cierto nivel de calidad de vida», apunta. En este sentido, el sargento Noel Fernández asegura que «no es raro ver gente con móviles de última generación y relojes, aunque la mayoría son falsificaciones; de todos modos, ellos tienen otro concepto del lujo que nosotros».

Noel Fernández compartió con sus compañeros varios servicios, en los que se iban rotando. «Como jefe de pelotón, mi misión era mandar y supervisar los distintos cometidos de seguridad que, básicamente, eran de tres tipos: en primer lugar, hacíamos el control y registro, en los accesos a la base, de vehículos de proveedores civiles así como de personal que accedía a pie a trabajar, al Role 2 o a cursos que se impartían a mandos de las fuerzas de seguridad afganas, entre otros; en segundo lugar, hacíamos patrullas por el interior de la base y patrullas por el exterior, y en tercer lugar, nos encargábamos de la vigilancia desde las garitas y otros sistemas», afirma.

El día a día en la base de Herat transcurría realizando una gran variedad de funciones militares.

«Un día normal desempeñabas tu puesto, te ejercitabas en grupo, realizabas las labores de mantenimiento de vehículos y equipo y descansabas», resume este sargento.

Aunque apenas había tiempo, dada la gran variedad de funciones que llevaban a cabo los militares, los mejores momentos para el sargento Noel Fernández Díaz eran «cuando te llegaban los paquetes de tus seres queridos con sorpresas que no esperabas», indica. Por contra, lo peor, si así se puede decir, era «la exigencia de los turnos y el sueño que a veces teníamos que pasar».

Por paradójico que pueda parecer desde fuera, hacer una misión militar en un país con una situación como la de Afganistán, no resultó extremadamente peligroso.

«Afortunadamente, no vivimos ninguna situación especial de riesgo. Los controles de accesos o las patrullas son, por lo general, arriesgados por el nivel de exposición, pero es algo que asumes como necesario. En general, la zona es segura», manifiesta.

Si tuviese que decir qué echaba más de menos, durante ese tiempo, en la base de Herat, Noel Fernández habla de «las comodidades típicas del hogar y también, cómo no, los seres queridos».

Noel Fernández ya tiene la vista puesta en una próxima misión militar, algo que él considera muy importante en su carrera.

«Merece la pena ir a una misión porque es el lugar donde ponemos en práctica todo lo que aprendimos y entrenamos durante muchos meses de trabajo en el cuartel», señala.

Alguno de los mejores momentos de estos militares era cuando les llegaban paquetes enviados por sus familiares La población en Herat vive con muchas limitaciones aunque se detectan diferencias entre el medio rural y el urbano

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