La herencia que nos dejaron los indianos

Hace un siglo, muchos lucenses emigraban a Cuba, dejando atrás su casa y a sus familias. Desde el otro lado del Atlántico, fundaron sociedades que costearon la construcción de 99 escuelas en Lugo con un único fin: alfabetizar a los niños para facilitarles una vida mejor

Indianos y vecinos de Santaballa, durante una visita. LIGA SANTABALLESA
photo_camera Indianos y vecinos de Santaballa, durante una visita. LIGA SANTABALLESA

No fueron ni una, ni dos, ni tres. Fueron 99 las escuelas que las distintas sociedades lucenses, constituidas fundamentalmente en La Habana, levantaron en la mitad norte y parte del sur de la provincia. Concretamente, en Abadín, Alfoz, Antas de Ulla, Baralla, Barreiros, Burela, Carballedo, Cervo, Chantada, Cospeito, Foz, Guitiriz, Lourenzá, Mondoñedo, Monterroso, Muras, Ourol, Palas de Rei, A Pastoriza, A Pontenova, Ribadeo, Riotorto, Sarria, Trabada, O Valadouro, O Vicedo, Vilalba, Viveiro, Xermade y Xove.

Su idea era proporcionar a los niños gallegos el acceso a la educación que les impidió a ellos, los emigrantes, hacer una mejor vida en Galicia

La primera tanda de emigrantes gallegos se originó en torno a 1850. Medio siglo después, en los primeros años del siglo XX, todavía había anuncios en la prensa local de empresas como la Compagnie Generale Trasatlantique, que ofrecía pasajes desde A Coruña a La Habana en tercera por 298"60 pesetas en vapores correos rápidos "a gran velocidad". La misma compañía ofrecía billetes de tren de La Habana a Santiago de Cuba por 35 pesetas.

Indianos, de vacaciones en Santaballa, con un mítico haiga. LIGA SANTABALLESA

La mayoría de los emigrantes a Cuba eran coruñeses y lucenses. El que se decidía a emigrar no estaba solo al otro lado del Atlántico. Allí lo esperaban un pariente o un vecino que le ofrecía cobijo durante los primeros meses. Así se formaron las redes migratorias que llevaron hasta la isla caribeña a familias lucenses como los Murias y los Posada, de A Devesa y Rinlo, en Ribadeo, o los Rocha, de Reinante, en Barreiros.

La mayoría de los lucenses que emigraban a Cuba eran de A Terra Chá y de A Mariña, donde construyeron también muchas viviendas

Los había, asimismo, de Chantada, Monterroso, Palas de Rei y Carballedo. En cambio, de Lugo había pocos. De hecho, no se constituyó ninguna sociedad de emigrados procedentes de la capital.

Hay constancia documental de que dos de los primeros comerciantes de origen gallego asentados en La Habana eran oriundos de Lugo. Se trataba, probablemente, de dos hermanos, Francisco y José M. Goira, ambos solteros, que llegaron a la isla en 1832 con 18 y 17 años, según un trabajo de Rosario Márquez, investigadora de la Uiversidad de Huelva, sobre La emigración gallega en Cuba y su inserción en el comercio habanero, publicado en la revista Minius XV.

Junto a estos dos lucenses, hay varios comerciantes más, oriundos de Ribadeo que ya tenían negocios en La Habana años antes. Eran, en este caso, Benito Méndez Villamil y Bernardo Martínez, emigrados con 19 y 15 años, en 1826 y 1829 respectivamente.

Hubo lucenses que acumularon grandes fortunas en Cuba como José Rocha, dueño de las fábricas de tabacos El Crepúsculo y La Gloria Cubana, o Antonio Rodríguez Vázquez, presidente de compañías de seguros y centrales azucareras

Los indianos se hacían notar cuando volvían: los impresionantes coches –bautizados popularmente como haigas–, los sombreros panamá, las leontinas de oro, los zapatos de charol y los pantalones claros no pasaban desapercibidos en una Galicia todavía muy pobre. Como tampoco pasaba desapercibido el flujo de dinero que enviaban por año y que, según el historiador Ramón Villares, superaba -de 1900 a 1930- el montante procedente de venta de carne con destino al mercado español.