"Hay clientes de días fijos"

Lejos de desaparecer, el ejercicio de la prostitución callejera en Lugo sale de murallas y se expande desde A Tinería hasta la capilla del Carmen. Allí se aposta Rosa, una mujer que lleva ocho años haciendo la calle y que cuenta cómo se ejerce todavía esta profesión

Rosa, que desea proteger su identidad, pasa horas en la calle a la espera de posibles clientes. SEBAS SENANDE
photo_camera Rosa, que desea proteger su identidad, pasa horas en la calle a la espera de posibles clientes. SEBAS SENANDE

Vamos a empezar por llamarle Rosa, aunque no lo es. Esta mujer, que opta por ocultar su identidad, es una de las prostitutas que se trasladaron, en los últimos meses, de la zona de A Tinería hasta la plazoleta situada al lado de la capilla del Carmen. Allí se concentran, como ella, otras once chicas más. La más joven es Rosa, con sus 36 años a cuestas. La de mayor edad es una mujer que supera ya los 60 y que, pese a su edad, no encontró todavía otra mejor forma de llegar a la jubilación que haciendo lo que hizo toda su vida: la calle.

"En la plazoleta que está al lado de la capilla del Carmen, hay dos casas con habitaciones en las que recibimos a nuestros clientes. Ahora mismo, somos doce chicas las que estamos allí, de las que solo dos son españolas. El resto somos todas extranjeras, procedentes de distintos países de Latinoamérica, así como de Rumanía y, sobre todo, Portugal. La mayor pasa de los 60 y aún está ahí, con sus clientes de toda la vida. Las que tienen más de 50 no tienen más opción que prostituirse en la calle dado que en los clubs ya no las quieren con esa edad. La mayoría están solas y no les queda otra que seguir ejerciendo en la calle", afirma Rosa.

Al otro lado de Porta Miñá, todavía son mayoría. Allí hay, ahora mismo y según las cuentas que echa Rosa , cerca de veinte mujeres.

"En A Tinería, hay tres casas que utilizamos para llevar a los clientes a cambio de pagar 4 euros con los que contribuimos a los gastos de luz y agua", comenta Rosa.

"Algún cliente viene, incluso, antes de las diez. En cambio, después de las ocho es más raro"

El servicio sexual en la calle sigue siendo más barato que en el club. Al fin y al cabo, hay menos intermediarios. Rosa se jacta de que todo el dinero que recauda es para ella. O, mejor dicho, para su hijo, de 11 años, que quedó en Centroamérica al cuidado de unos familiares y que deberá someterse a una operación quirúrgica, en cuanto cumpla la mayoría de edad, en Cuba, México o Estados Unidos.

"Yo me vine para España hace nueve años y me fui a Zaragoza. A mí nadie me engañó cuando me metí en la prostitución, aunque mi intención no fue venir a España para hacer esto sino para trabajar en otra cosa. Sin embargo, no encontré trabajo y conocí a unas chicas que se prostituían. Me lo plantearon y, al ver el dinero que ganaban, me metí yo también. Era la única manera de conseguir el dinero necesario para la operación de mi hijo y para él es todo. Si no fuese por él, no estaría aquí. De hecho, mi familia desconoce por completo a qué me dedico. Les digo que soy camarera en un bar. Allá, en mi país, me despreciaría todo el mundo si se enteran de lo que hago en España", cuenta esta mujer.

A Rosa no le resulta fácil vivir de lo que gana en la calle vendiendo su cuerpo pero, aun así, asegura que nunca fue víctima de ningún abuso ni tampoco fue maltratada ni por sus clientes, ni por el resto de la sociedad.

"Me da vergüenza pensar y decir que me dedico a esto, pero nunca me sentí maltratada. Me gustaría salir de este mundo y espero hacerlo en unos años pero, insisto, ni yo ni el resto de mis compañeras nos sentimos desplazadas, ni coaccionadas, ni maltratadas por clientes, empresarios o vecinos de la zona por dedicarnos a lo que nos dedicamos", afirma.

Rosa se encontró en la calle con chicos jóvenes, maduros y,como ella dice, "viejitos" y gente del campo que viene a la plaza. El horario de trabajo de estas mujeres se asemeja al de una oficina. Nada de horario nocturno. En A Tinería o en la plazoleta del Carmen, se trabaja de diez a dos y de cuatro a ocho. "Algún cliente viene, incluso, antes de las diez. En cambio, después de las ocho es más raro. La mayoría son hombres casados y a esas horas es más fácil hacer una escapada y que sus mujeres no se enteren", explica.

Esta mujer está en la calle tanto en invierno como en verano, pero también queda con sus clientes por teléfono o whatsapp. Un simple mensaje -"mañana nos vemos"- es suficiente para guardar cita. "Hay clientes de días fijos durante la semana, aunque algunos tienen miedo de que los multen y dejaron de venir. Se cobra 25 euros por veinte minutos; 50, por media hora, y 100, por la hora. Algunas venimos sacando unos 80 euros diarios", cuenta Rosa acerca de las tarifas que suelen cobrar tanto ella como el resto de mujeres que ejercen la prostitución en la zona.