"Una guerra no transcurre en lo que dura una película, es larga y dura"

José Antonio Roldán Lozano, teniente coronel del campo de maniobras de tiro de Parga, nació en una familia de militares y guardias civiles, aunque no fue hasta que estuvo dentro que aprendió a amar el Ejército. Ahora cumple la última etapa de su carrera
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photo_camera José Antonio Roldán Lozano. VICTORIA RODRÍGUEZ

En mitad de la provincia de Lugo, en Guitiriz, hay un monte vallado con alambre. Son 144 hectáreas de terreno que albergan una comunidad que en la práctica funciona de manera independiente al resto de la provincia y que, de hecho, es prácticamente autosuficiente.

Es el Campo de Maniobras y Tiro de Parga, que constituye la principal presencia del Ejército en Lugo. Cuatro mandos y 16 soldados conforman toda la guarnición, pero por sus instalaciones, barracones, salas de mando y zonas de tiro y explosivos pasan cada semana soldados y agentes de toda la comunidad autónoma.

Al frente de la unidad figura el tiente coronel José Antonio Roldán (Córdoba, 1966), que es además el segundo cargo del Ejército en la provincia. Sus respuestas dan a conocer tanto su propia personalidad como la actividad del Campo de Tiro.

¿Quién es José Antonio Roldán?

Soy un oficial que finalizando su tramo de carrera profesional decidió venir destacado al Campo de Maniobras y Tiro de Parga. Un destino ideal para alguien a quien le gusta mandar y que se ha instruido y se ha adiestrado en el mando de unidades. Soy teniente coronel de Ingenieros y Zapadores y experto en desactivación de explosivos (Tedax).

Parece usted muy joven como para hablar de finalizar su carrera.

Tengo 56 y me queda hasta los 61, que tengo que pasar a la reserva.

¿Ha cumplido sus expectativas profesionales el mando del Campo de Tiro?

Completamente. Es una unidad muy agradecida.

Si tuviera que explicarle a un civil a qué se dedican exactamente aquí, ¿qué le diría?

Es una instalación que permite la instrucción y el adiestramiento de las diversas unidades del Ejército de toda Galicia, así como las de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para que puedan hacer mejor su función. Aquí hay actividades de tiro, de movimiento, de combate o de supervivencia.

¿Cuántas personas lo usan?

12.850 personas el año pasado. Y 3.425 vehículos militares. Esas personas van desde la Brigada Gacilia VII a policías y guardias civiles unidades de Emergencias y de la Armada o del Aire. Todo lo que tenga que ver con tiro y maniobra del Ejército y las Fuerzas de Seguridad de Galicia se hace aquí. Parga es el campo de referencia.

¿De todas las maniobras que se hacen en Parga, cuál es la que nunca se pierde?

Dos. Una, por mi pasado como Tedax, la desactivación de artefactos; y la segunda, la de ejercicios de fuego real. Se despliegan las unidades realizando fuego y movimiento a la vez, hay que sincronizar muy bien las acciones.

¿Qué tal tirador es?

Pues bastante malo, las armas no son algo que me fascine. Ni me gustan ni me disgustan, son solo herramientas para hacer mi trabajo. Hago la instrucción individual marcada y nada más. Soy mejor con el arma larga que con la corta, porque es el arma por excelencia del combatiente.

¿Ha entrado usted en combate?

He estado destinado en dos ocasiones en el cuartel de la Otan en Valencia y he participado en misiones en Líbano y en Bosnia Herzegovina, en la guerra de los Balcanes.

¿Cuándo aún estaban en guerra?

Estuve en el año 94. Era plena guerra, no se habían firmado todavía los acuerdos de Dayton. España, dentro de Onu, colaboró con una agrupación, y dentro de ella estaba yo encuadrado con una sección de máquinas de Ingeniería. Las misiones fueron variopintas: el alzamiento de un puente que unía las dos márgenes del río Neretva para unir la zona musulmana y la católicocroata, el desescombro de los horrores de destrucción de la guerra o la instalación de contenedores para campamentos de refugiados en Mostar, o el desminado y la reparación de rutas para poder abastecer a Sarajevo. Para un joven teniente, fue una experiencia muy enriquecedora.

Hablamos de guerra de verdad, de miembros amputados y cadáveres en las calles.

Sí. Incluso de intercambio de cadáveres, que presencié. Pero lo que más he visto es el agradecimiento de la gente a la que ayudábamos, eso se queda en la memoria. Y empatizar con las dos partes.

¿Perdió compañeros?

Sí, pero en accidentes de tráfico. De hecho, una de nuestras misiones era recuperar los vehículos que se accidentaban.

Supongo que es en esa situación cuando uno se da cuenta de lo absurda que es la visión que tenemos desde lejos de la guerra.

Exacto. Una guerra no transcurre en una hora y media que dura una película, son años, son tiempos muertos de pensar por qué se sufre de esa manera, cuál es el objetivo. Piensa uno si no habría otras posibilidades antes de llegar a eso. Una guerra es muy larga y muy dura y te pone a prueba psicológica y físicamente.

¿Y su experiencia con explosivos?

Soy desactivador, Tedax. He tenido que desactivar bastantes bombas. Cuando estuve destinado en Palma de Mallorca muchas veces aparecían artefactos explosivos de la Guerra Civil o de maniobras de algunos buques que había que neutralizar.

De todos sus destinos y cometidos como militar, ¿cuál es el que más le ha llenado?

Es una pregunta interesante. Elegir entre tantos momentos en 36 años de servicio es complicado. Quizás me quede con el espíritu de servicio que me ha permitido ejercer el mando de las unidades, porque gracias a ese mando he podido proporcionar ayuda a mis compañeros en el trabajo y la instrucción a personal que luego lo iba a necesitar en misiones. 

Adaptación: "Para venir le pedí permiso a mi mujer, tal como suena"

Después de destinos relevantes en Sevilla, Valencia, Córdoba o Granada, y siendo usted andaluz, ¿cómo acaba aquí?

Salió la vacante del Campo de Tiro. A mí me llamaba mucho la atención, puesto que a mí estar en contacto con las unidades me gusta y el campo ofrece la posibilidad de mantener ese contacto. Le pedí permiso, tal como suena, a mi mujer para solicitar la vacante. Ella me dijo que si eso me hacía feliz, ella venía conmigo. Es una vacante de libre designación, me la dieron y desde septiembre de 2020 desarrollo mi labor aquí.

¿Cómo fue el aterrizaje en Lugo de un andaluz?

Durante los primeros cuatro meses dormía aquí, en las instalaciones del campo, hasta que el niño acababa el curso. Luego ya se trasladaron a Lugo mi mujer y él y buscamos un piso y un colegio. La adaptación de los dos ha superado las expectativas.

¿Cómo se asume esta vida nómada? ¿Al final no acaba echando en falta algo de estabilidad?

Yo creo que va impreso en el ADN del militar saber que su vida es nómada, sobre todo en el caso de los oficiales, que están sometidos a muchos destinos por el peso de los ascensos que van logrando. Para mí ha sido llevadero porque he tenido el apoyo de mi familia.

¿Se ve en Lugo hasta los 61 años, hasta que pase a la reserva?

Completamente. Hasta el momento, está siendo uno de los destinos más gratificantes desde el punto de vista laboral y personal que he tenido en mi carrera. Y familiarmente, la integración tanto de mi esposa como de mi hijo ha sido maravillosa. Si tengo que destacar algo de Lugo sería la capacidad de acogida que tiene su gente, lo entrañables que son y lo bien que te tratan. Me he encontrado a gente abierta, amable, que nos ha brindado su apoyo y nos ha abierto sus puertas.

¿Ha cumplido también sus expectativas profesionales el mando del Campo de Tiro?

Completamente. Es una unidad muy agradecida.

Resalta usted mucho su capacidad de mando, pero no deja de ser un soldado. ¿Qué tal se le da obedecer?

Bueno... Me imagino que quien sabe mandar debe saber también obedecer. Y en casa soy el más obediente (ríe

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