El gran juicio a la prostitución acaba con bajas penas y acusaciones de impunidad

El proxeneta García Adán y dos de sus colaboradores aceptan un acuerdo para ver reducidas al mínimo las condenas  Esta situación la permitirá aspirar dentro de poco a pedir permisos en prisión, donde ha cumplido más de once años

Protesta contra las negociaciones de la Fiscalía. SEBAS SENANDE
photo_camera Protesta de la plataforma Impunidade Carioca ante la Audiencia Provincial. SEBAS SENANDE

Una decena de personas de la plataforma Impunidade Carioca esperaba con una pancarta a la puerta de la Audiencia Provincial la llegada de José Manuel García Adán. Debería haber sido trasladado desde el penal de Mansilla de las Mulas para asistir al juicio por la principal pieza del caso Carioca relaciona con la prostitución en Lugo. Nunca llegó: el acuerdo previo alcanzado por la Fiscalía, las acusaciones particulares y las defensas convirtió la vista de este martes en un mero trámite en el que los tres únicos acusados que llegaron a juicio se limitaron a decir: "Sí, acepto". Adán lo hizo desde una sala de la prisión, por videoconferencia.

José Manuel Pulleiro, mano derecha de Adán en los burdeles Queens y La Colina, pasó entre el grupo que protestaba sin pena ni gloria, irreconocible tras su mascarilla y los doce años que han pasado desde su primera detención en este caso, en aquella macrorredada que dirigió la jueza Pilar de Lara en octubre de 2009. Dentro esperaba ya la tercera imputada, Graciela Pereira, la mujer que se encargaba de contactar con la mayor parte de las chicas, casi todas brasileñas y todas con serios problemas económicos, que venía a ejercer la prostitución en los dos clubes.

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Decepcionado tras su pancarta de "Lugo, Patrimonio da Impunidade", el grupo gritó para las cámaras y los micrófonos lemas como "Fiscalía corrupción" o "La prostitución también es violencia", plegó el cartelón y se disolvió, con la indignación que les había llevado hasta allí intacta.

En la sala de vistas


En la sala de vistas, el presidente del tribunal, Edgar Cloos, comenzaba a dar lectura a uno de los motivos de esa indignación, el texto del acuerdo al que se había llegado entre las partes. La Audiencia había hablado con los abogados para reservar sala hasta tres meses, teniendo en cuenta la magnitud del primer escrito de acusación de la Fiscalía y en número de personas implicadas y de testigos que se avecinaban para sustanciar un sumario que ha acumulado más de 200.000 folios y un par de cientos de tomos.

En ese escrito de acusación, los procesados se enfrentaban a una pena digna de la magnitud del caso Carioca: unos cien delitos y casi 500 años de cárcel. Los cargos era por tráfico de drogas, prostitución coactiva, contra los derechos de los trabajadores y contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, amenazas y tenencia de armas.

Era, en esencia, el mismo que este martes se escuchó en el juicio de boca del magistrado, en el que se describía cómo Graciela Perreira contactaba con las brasileñas que querían venir a prostituirse a España, Adán les adelantaba el dinero del viaje que de inmediato se convertía en deuda Pulleiro se encargaba de organizar sus vidas una vez en España y en poder de los proxenetas.

A partir de ahí las esperaba "un ambiente de violencia que creaba un clima de terror" en el que las amenazas de muerte iban subrayadas con pistolas y cuchillos, las faltas laborales se adjudicaban de manera "aleatoria" y se cobraban en castigos y multas y las mujeres tenían sus pasaportes y sus vidas secuestradas hasta que Adan decidía que habían saldado sus deudas. "Las condiciones", leyó Edgar Closs, "eran de extraordinaria dureza, hasta el punto de que algunas mujeres tenían que recurrir a las drogas para soportarlas". Era salir del fuego para caer en la brasas, porque de la venta de drogas también se encargaba Adán.

Del todo al casi nada


Las diferencias entre el primer escrito de acusación y este llegaron en las conclusiones y también en la circunstancias modificativas: a la acusada se le reconoció su colaboración activa con la investigación y a los tres se les aplicó la atenuante muy cualificada de dilaciones indebidas a causa del tiempo que la jueza Pilar de Lara tardó en instruir este sumario.

El abogado defensor de Pulleiro, Cándido Conde-Pumpido, lo había explicado de este modo antes de entrar en sala: "La manera de instruir de la jueza ha hecho que alcanzara mayor volumen que cualquier otra causa del sistema judicial español. Es una causa histórica, no ha habido ninguna mayor. Ni el caso Malaya ni el terrorismo yihadista han alcanzado este volumen".

El resultado de todas estas particularidades tiene como resultado que Graciela Pereira fue condenada a una simple multa; Pulleiro, tranquilo y hasta de buen humor por momentos, aceptó tres años y siete meses que evitarán que vuelva a la prisión donde ya estuvo de manera provisional; y el jefe de la red de prostitución, Adán, sumará seis años de prisión que apenas afectarán a la condena total que ya acumula por otros delitos.

130.000 euros para ellas


Además de las penas señaladas, los tres acusados deberán afrontar en total el pago de unos 130.000 euros en concepto de responsabilidad civil a las víctimas. La mayor parte de este dinero deberá ser asumido por Pulleiro y, sobre todo, por García Adán.

No obstante, lo que asegura el cobro es que dinero saldrá de las cantidades que les fueron incautadas a los acusados en los registros de los burdeles y sus domicilios, que siguen en manos del juzgado. De todos modos, hay que tener en cuenta que muchas de las casi 40 mujeres que pudieron solicitar acciones en este juicio están en paradero desconocido hasta para la Fiscalía.

Adán mira hacia la calle


José Manuel García Adán siguió por videoconferencia toda la vista sentado en una sala de prisión. Impasible, casi inmóvil con las manos unidas encima de la mesa, solo se movió para levantarse y aceptar el acuerdo de conformidad: "Sí, acepto". Desde hace tiempo parece importarle más evitarse los molestos traslados en la cunda desde la cárcel de Mansilla de las Mulas que lo que se pueda decir de él ante un tribunal.

Este mismo de este martes fue el que lo condenó en mayo de 2014 a veinte años y medio de prisión por abuso sexual, maltrato y secuestro a su exmujer y madre de su única hija, en un caso derivado de la operación Carioca pero instruido por el juzgado de violencia de género. También el que un poco después lo condenó a un año por colaboración en el aborto de una las prostitutas, mayor de edad.

El caso es que, sumados los cuatro que pasó como preso preventivo, lleva alrededor de once años en la cárcel. Según fuentes próximas, tiene fuera quien le espera. Lo único que parecía conmoverlo en su vida, su hija, aquella niña pequeña que en el sumario de la Carioca aparece diciendo a las prostitutas del Queens "Chicas, al salón", acaba de alcanzar la mayoría de edad y sigue visitándolo regularmente en la cárcel. 

Pronto podrá comenzar a pedir permisos de salida, que dependerán solo de la junta de tratamiento penitenciario. Tal vez, en algún momento y en algún lugar, también lo estén esperando un grupo de personas tras una pancarta que ponga "Lugo, Patrimonio da impunidade".

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