Evitar el lío de repartir herencias

La ley romana no obligaba a reconocer a los hijos y admitía la posibilidad del infanticidio por malformación o del abandono por pobreza o para eludir problemas de traspaso de propiedades

Quedada de lactancia materna en el puesto de las matronas, actividad que se repetirá el domingo. EP
photo_camera Quedada de lactancia materna en el puesto de las matronas, actividad que se repetirá el domingo. EP

Un hijo nuevo es una fuente de alegría o de preocupación, según las circunstancias. Eso no ha cambiado desde Roma y el puesto que, como cada año, instalarán las matronas lucenses en la Praza Maior durante Arde Lucus, mostrará el rango de posibilidades que se abrían al llegar al mundo en aquella época y en una sociedad que celebraba la llegada de un nuevo miembro y, al mismo tiempo, contemplaba la posibilidad de recurrir al infanticidio o al abandono.

"Si el niño nacía con una malformación, se desechaba. En las familias humildes, se abandonaba a los recién nacidos por motivos económicos, porque había ya muchas bocas que alimentar. En las ricas, porque se creía que ya se tenían suficientes hijos y que supondría un problema a la hora de repartir la herencia, por ejemplo", explica Elena Cabana, vocal matrona del Colegio de Enfermería.

Como era una costumbre admitida, existían lugares en los que se depositaba a estos bebés. Se hacía en caminos y vertederos, al caer la noche.

El padre decidía, cogiendo el brazos al recién nacido o dándole la espalda, si ese niño era legitimado y compartía sus privilegios

"En Roma existe la Columna Lactaria, a cuyos pies se abandonaba a los niños. Quien quisiera adoptar uno podía acudir allí y recogerlo. La adopción también estaba reconocida por ley y desde ese momento era su hijo", apunta Cabana, El destino de los niños recogidos era incierto. Podían ser criados como de la familia, como el primer emperador de Roma, Octavio, del que la matrona recuerda que fue adoptado. "Otros niños acababan como esclavos y las niñas, como prostitutas», dice.

Todos esos detalles estarán incluidos en los paneles informativos que las matronas han añadido a su habitual exposición, en la que cuentan, por ejemplo, con una fidedigna reproducción de una silla de partos.

Cabana recuerda que las obstetrix, las parteras, eran figuras muy reconocidas porque, en una sociedad en la que ningún hombre podía estar presente en un parto, se les consideraba la figura de autoridad que certificaba que aquel niño era el hijo del señor de la casa, el que había nacido allí. Era también la que, por señas, anunciaba el sexo.

Se invocaba a múltiples diosas, entre ellas a tres hermanas para dormir al niño, mantenerlo dormido y favorecer la lactancia

Una vez cortado el cordón umbilical con vidrio o cerámica, nunca con metal, se envolvía en unas sábanas y se llevaba al atrio de la Domus. Allí se acercaba el padre para observarlo y decidir si lo cogía en brazos o le daba la espalda. En el primer caso, había sido legitimado y contaba con todos los privilegios con los que contase la familia. En el segundo, un criado lo recogía para trasladarlo de noche a un camino.

Entre las novedades de las que informarán este año las matronas se encuentra también un repaso a las múltiples deidades del embarazo, parto y crianza, de las que había multitud. Cabana explica, por ejemplo, que había tres diosas menores, hermanas- Cuba, Cumina y Rumina, a las que se invocaba para dormir al recién nacido, mantenerlo dormido y protegido y favorecer la lactancia materna. En su templo, al contrario que en la mayoría donde la ofrenda era vino, se dejaba leche. Las matronas también organizan, para el domingo a las 13.00 horas, una quedada de lactancia materna.

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