La estación de autobuses languidece mientras reabre el restaurante al menos por cuatro años

Peppino Century, con cafetería, terraza y pizzería, prevé estar listo en noviembre y la Xunta le garantiza el local hasta 2026
Viajeros en la estación. EP
photo_camera Viajeros en la estación. EP

El plan para llevar la estación de autobuses al lado de la del tren, en la futura terminal intermodal de Lugo, avanza lento y, mientras tanto, en las instalaciones situadas en la Praza da Constitución se prepara la apertura de un nuevo negocio, la cafetería-restaurante Peppino Century.

El contrato con la Cooperativa Lucense de Transportes de Viajeros (Colutravi), la concesionaria de la estación de autobuses de Lugo, es por cuatro años prorrogables, según confirmó la Xunta, dueña del edificio. El negocio pagará unos 2.000 euros al mes por el alquiler del espacio, un bajo y dos plantas altas. Además, el establecimiento hostelero dispondrá de terraza.

La estación carece de quiosco de prensa. EP
La estación carece de quiosco de prensa. EP

El local llevaba unos dos años cerrado, tras dejarlo el empresario lucense Ramiro López, que llegó a tener pulpería y venta de productos gourmet al lado. Desde entonces, las instalaciones tuvieron muchos pretendientes, pero la única oferta que prosperó fue la del italiano Alberto Bracone, dueño de las pizzerías Dolce Vita de Bispo Aguirre y de la Avenida da Coruña. La cadena de restaurantes que tiene junto a su familia suma una docena de establecimientos dentro y fuera de Galicia y en el proyecto de la estación de autobuses va de la mano de otro hostelero que cuenta con negocios en Ourense y en Vigo.

Las dos líneas de negocio estarán bastante diferenciadas, con cafetería y terraza por un lado y cocina italiana en la parte alta por otro. El local está siendo acondicionado estos días y la previsión es que comience a funcionar en noviembre.

La apertura de Peppino Century ayudará a revitalizar un edificio que lleva años perdiendo servicios y que presenta una imagen muy decadente, a pesar de que la Xunta hizo alguna pequeña mejora en las instalaciones en los últimos años y estos días está reparando filtraciones en la cubierta.

Una floristería y un local de hostelería son los únicos negocios que perviven en la estación. EP
Una floristería y un local de hostelería son los únicos negocios que perviven en la estación. EP

En la segunda planta, antaño ocupada por empresas de transporte y por gestorías y otros negocios ajenos a la estación solo hay en este momento una oficina en uso y en la planta principal todos los locales están cerrados, al igual que algunas taquillas.

La estación también ha ido perdiendo viajeros, fruto de la despoblación y de la reducción de servicios por carretera, por lo que en algunos momentos su gran espacio central es casi más un gimnasio que otra cosa, sobre todo si llueve y hace frío. "La gente mayor da vueltas todo el tiempo", cuenta una trabajadora. De una cristalera cuelga un cartel en el que se avisa de que está prohibida la venta ambulante, ya que en alguna época era habitual esta práctica por parte de personas de ambientes marginales.

En el edificio de la Praza da Constitución también es perceptible alguna otra problemática social. No es baladí que uno de los escasos negocios y el más concurrido de mañana sea un local de juego y apuestas. Según informa en un cartel, obtuvo fondos de recuperación postpandemia.

Báscula, fotomatón y un reloj tapado
Báscula, fotomatón y un reloj tapado La estación conserva elementos que desentonan con los tiempos actuales, como una báscula y un fotomatón, y muestra señales de decadencia por todos lados. El gran reloj que cuelga del techo está tapado con papel marrón, el cajero automático de la fachada principal lleva años fuera de funcionamiento, hay despachos de billetes cerrados y todas las vitrinas publicitarias están vacías.

Déficit de información
Algunas empresas tienen máquinas táctiles para dar información y sacar billetes, pero hay viajeros mayores que necesitan ayuda para usarlas. La taquilla de información está cerrada los sábados y cubre ese servicio por humanidad el personal de una empresa.

Un autobús con 24 pasajeros y 700 kilos camino de Rumanía durante tres días y medio

Veinticuatro pasajeros y 700 kilos de paquetería salieron en la madrugada del lunes al martes de la estación de Lugo en un autobús camino de Rumanía. Tardará tres días y medio en completar un trayecto que se anuncia por 69 euros el billete y hasta 50 kilos de equipaje gratis y que refleja cómo han cambiado los tiempos.

Si hace décadas eran los lucenses quienes viajaban a Centroeuropa a buscarse la vida, ahora hacen el recorrido a la inversa trabajadores del este, entre otros. Suelen llegar con el buen tiempo, para trabajar en la madera, en plantaciones y en la recogida de fruta y otros cultivos.

La ruta a Rumanía se inició hace ya unos años debido a la demanda que había y contrasta con la reducción de conexiones a lugares más cercanos, dentro y fuera de la provincia, algo que es a la vez causa y consecuencia de la despoblación que sufre el territorio. Los usuarios del bus suelen aumentar en épocas de carestía de los combustibles y de crisis económica general como la actual, por eso es previsible que el balance de 2022 sea algo mejor que el del año pasado, en parte también porque la vida tras la pandemia prácticamente se ha normalizado. El gerente, Luis Abeledo, confía en acabar el año con unos 2.500 viajeros mensuales. En los ochenta eran unos 5.000.

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