"Estaba abocado a la miseria y pude reiniciar la vida desde cero"

Un lucense explica su experiencia con la Ley de Segunda Oportunidad
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Luis (nombre ficticio) y su esposa estaban "abocados a la miseria" cuando en febrero de 2019 presentaron concurso de acreedores personal en Lugo. Un año después, el juzgado les exoneró de todas las deudas y "realmente hemos podido iniciar nuestras vidas desde cero. A nosotros la ley nos dio realmente una segunda oportunidad". 

Su caso, tal como lo detalla Luis, es prototípico: "La situación que teníamos era la de una hipoteca de un piso que en su día el banco tasó en 202.000 euros. Estábamos pasando una situación mala por los créditos, las tarjetas y demás, y cuando fuimos a vender el piso para hacer frente a las deudas el banco lo retasó en 105.000 euros. Nos vimos con un agujero enorme". 

"Es una bola que te va comiendo. Compramos el piso en el 2006 y nos dieron la hipoteca con un interés por el que pagábamos unos 500 euros mensuales. Pero llegamos a tener que pagar más de mil euros al mes. Eso te hace incurrir en otros créditos para poder pagar, pero aunque luego los tipos volvieron a bajar estás metido ya en una bola de la que no puedes salir. Con dos hijos, al final terminas tirando de tarjetas de crédito, de préstamos personales, de tarjetas de centros comerciales... para poder sobrevivir". 

Luis y su esposa tuvieron los reflejos suficientes para acudir a la Ley de Segunda Oportunidad antes incluso de haber dejado impagos, aunque a costa de sobreendeudarse: "Llegamos a acumular 248.000 euros de deudas, sumando los 178.000 pendientes del piso. Pero es que al entrar en concurso y no pagar, los intereses siguen subiendo".

"Llegamos a pagar mil y pico euros durante muchos meses, pero eran todo intereses", cuenta este lucense

Se pusieron en contacto con un abogado que les convenció de que la quiebra personal era la mejor opción, y la presentaron. "Fue un esfuerzo monumental, tuvimos que sacar dinero de debajo de las piedras, vender lo poco que teníamos. Pero el detonante fue ver que estábamos pagando una hipoteca de 178.000 euros por algo que solo valía 100.000. ¿Cómo sales de ahí? Llegamos a pagar mil y pico euros durante muchos meses, pero eran todo intereses", cuenta este lucense. 

PRESIONES. Una vez que se inicia el proceso, todo queda en manos del administrador concursal y "nosotros perdimos toda capacidad de actuación. Y se dejan de pagar todas las cuotas de todo". El problema es que ninguno de los acreedores aceptó negociar ni establecer un plan de pagos, por lo que acabó en el juzgado. Pero lo peor fue que "a partir de ahí, nos bombardeaban para ver si pagábamos, una cosa horrible. Las presiones más graves son las empresas de recobro, las que han recomprado deudas de bancos o financieras. Destroza a cualquiera. Aún estoy yendo al psicólogo a día de hoy, te llevan al límite". 

Pese a todo, el final fue el perseguido y ahora Luis reconoce que "sin la Ley de Segunda Oportunidad no sé qué hubiera sido de nosotros, estábamos abocados a la miseria. Todos nuestros ingresos iban a pagar las deudas. Recomiendo esto a todo aquel que esté en una situación complicada, que puede ser cualquiera en un momento dado porque la vida da muchas vueltas".

"Ahora el banco viene a por la pensión de mi madre" 
Pese a que Luis está satisfecho con el resultado de su proceso, el tormento no ha terminado, a causa de la avaricia de los bancos. Y es que su madre firmó como avalista de la hipoteca, y ahora el banco, dado que no puede cobrarle a él, ha decidido repercutir contra su madre. 

"Es una señora de 85 años con un 53% de discapacidad, enferma y que vive de alquiler porque no tiene casa. Solo tiene su pensión, que es en gran parte inembargable. Lo que pueden quedarse es una miseria, 50 euros al mes los años que dure. Ese es el nivel de usura de los bancos", lamenta Luis, que espera que se pueda solucionar sin que su propia madre tenga que declararse en quiebra. Por ello reclama una modificación de la ley que proteja a los avalistas. 

Sin tarjetas 
Luis ha empezado una nueva vida, una en la que no hay tarjetas de crédito porque ni los bancos se las conceden, ya que "se pasan información entre ellos", y porque "tampoco las quiero, no quiero volver a entrar en la bola del crédito".