Esclavos del 'like': los nuevos retos de los adolescentes del siglo XXI

Trastornos como el uso problemático de redes sociales y videojuegos irrumpen en la sociedad de la información

Belén Montensa, psicóloga. DP
photo_camera Belén Montensa, psicóloga. DP

"Hace poco me llegó el caso de un niño que había gastado 3.000 euros comprando accesorios de Fornite. Le cogió una tarjeta de crédito a sus padres y, una vez que tenía el número, la utilizó durante tres meses". Lo explica Manuel Isorna, profesor en la Universidade de Vigo y doctor en Psicología experto en adicciones. Educar a adolescentes en la era digital es complicado. Sobre todo porque la pubertad de los chicos y chicas de la Generación Z sucede en un contexto muy diferente a la de sus padres, que se ven faltos de herramientas para atajar y prevenir los problemas.

Una autoestima muchas veces esclava de las redes, acceso a contenidos que no siempre son apropiados para su edad y nuevas amenazas como el juego online o viejos conocidos como la adicción a las drogas son una realidad entre los jóvenes. Ser adolescente siempre ha sido difícil, pero en la era de las comunicaciones surgen complicaciones nuevas. Cómo nos está cambiando el acceso a Internet tendrán que estudiarlo los historiadores del futuro. Inmediatez, un océano de contenidos, relaciones virtuales, acceso a la cultura y a la información, pero también a la desinformación y a nuevas formas de dependencia. Todo eso es Internet. "Nos gusta creer que vivimos en una foto fija, pero la realidad es muy cambiante, el mundo evoluciona más rápido de lo que pensamos", cuenta Isorna. Quizás todo es más inmediato, fácil y cómodo, pero no necesariamente mejor.

"El cerebro de los jóvenes no cambió, pero estamos ante un nuevo mundo, con diferentes oportunidades y límites". Lo explica Antonio Rial Boubeta, catedrático de Psicología Social de la Universidade de Santiago de Compostela (USC). "La situación no es ni mejor ni peor a la de otras generaciones, sino diferente", añade Isorna.

Pero, ¿cuáles son los escollos con los que se encuentran los adolescentes de hoy en día? La psicóloga especialista en adolescentes Belén Montesa asegura que los jóvenes "viven en una sociedad narcisista, en la que hay poco tiempo y espacio para pensar o hablar, en la que abundan los hijos únicos que son tratados como un objeto de culto, en la que nos preocupa más que un niño de doce años vaya solo al supermercado a que tenga acceso a contenidos de pornografía desde un dispositivo electrónico".

"Nos preocupa más que un niño de doce años vaya solo al supermercado a que vea pornografía en el móvil", explica la psicóloga Belén Montesa

Esta es además la sociedad del consumo, en la que el malestar se suele contrarrestrar con algún tipo de producto que se puede comprar. "Creamos jóvenes apáticos que se sienten mediocres y buscan salir de esa situación consumiendo determinados productos, ya sean drogas, un teléfono móvil o ropa", explica Isorna.

Los principales problemas por los que los pacientes adolescentes llegan a la consulta de Belén Montesa son los trastornos relacionados con los estados de ánimo, como la depresión, la angustia o la ansiedad o los conflictos familiares. En el primer caso, los problemas suelen estar relacionados con un "bajón en el rendimiento escolar" y con jóvenes "con un alto nivel de exigencia", tanto en el plano académico, en el deporte o en lo que se refiere a su propio cuerpo. En el caso de los conflictos familiares, "a veces ni siquiera es necesario aplicar un tratamiento, simplemente me limito a ser la traductora para explicarles a las familias qué ocurre y cómo solucionarlo", cuenta la psicóloga.

LOS TRASTORNOS. Fruto de estos problemas surgen conductas o trastornos que forman parte de un cuadro más amplio. De este modo, un 26% de los jóvenes de entre 14 y 18 años consumieron cannabis en los últimos cuatro años. Otro tipo de adicciones surgen también con motivo de la era digital, ya sea el uso problemático de las redes sociales, los videojuegos o las apuestas deportivas. Así, en siete años, el número de jóvenes ludópatas de ha multiplicado por nueve.

Por otra parte, la depresión y la ansiedad es, como ocurre en los adultos, un mal muy extendido, de modo que el 16% de los jóvenes se medicaron (o automedicaron) con ansiolíticos o antidepresivos en el último año, según el último informe del Plan Nacional Sobre Drogas. "En el fondo los problemas de los jóvenes no son más que el altavoz de lo que les ocurre también a los adultos", apunta Montesa. Lo que no ha cambiado es el contexto machista del mundo, que acentúa la importancia de la imagen en las mujeres. Es por eso que un 3% de las adolescentes padecen bulimia y el 0,5% anorexia, trastornos de la alimentación que son solo la punta de un iceberg más grande, en el que se mezclan la baja autoestima o los altos niveles de autoexigencia.

Además, la pornografía más violenta y denigrante está a disposición de cualquier joven con un dispositivo electrónico a golpe de click, una realidad que modifica la relación de los más jóvenes con el sexo, suprimiendo la parte afectiva de las relaciones. Así, quienes se inician en el sexo lo hacen imitando las conductas del porno, en muchos casos único modelo de sexualidad al que tienen acceso los más jóvenes. "Tienen el síndrome del hay que: hay que hacer esto, hay que perder la virginidad, hay que probar las drogas... En este contexto, muchas experiencias de iniciación en las relaciones sexuales coitales ocurren tras la ingesta de alcohol. Eso, unido a la idea que tienen los jóvenes del sexo genera que, como mínimo, estos primeros encuentros sean incómodos y, en algunos casos, traumáticos", explica Montesa. "Ya no es solo que los chicos crean que el sexo consiste en someter a las mujeres, sino que también ellas creen que su papel es dar placer y no recibirlo", añade la psicóloga, que aclara que cuando pregunta a los niños por el sexo lo relacionan con reproducción y placer, pero no con el amor o el vínculo. En este sentido, el papel de la pornografía es fundamental. "¿De dónde salen las manadas? ¿A quién se le ocurre tener ese tipo de comportamientos si no es porque lo vio en el porno?", se pregunta Manuel Isorna.

El porcentaje de jóvenes con adicción a las apuestas deportivas se ha multiplicado por nueve en siete años y un 16% de menores entre 14 y 18 años toman ansiolíticos o antidepresivos 

A esta lista de trampas para los más jóvenes, Belén Montesa añade otra más: las dificultades en las relaciones con los iguales y para ser aceptados en los grupos. Es habitual entre los más jóvenes esforzarse para conseguir encajar en un grupo de amigos. "Si tienen la autoestima baja, lo habitual es que tengan determinados comportamientos que les hacen daño por no sentirse excluidos", cuenta. Además, a veces los menores sufren la crueldad de sus compañeros a través del acoso. De este modo, el insulto o el maltrato se realizan de forma física y presencial, pero también virtual, mediante las redes sociales. El bullying es ya un problema de primer orden que mina la autoestima de los menores y los lleva a padecer trastornos como la depresión o la ansiedad, que se manifiestan también en otro tipo de conductas como el consumo de drogas o trastornos como la anorexia. Y es que todos estos problemas no son más que síntomas de que algo no va bien en la mente de los jóvenes que los padecen.

Más actividades deportivas, culturales y juegos presenciales para prevenir
¿Cómo se educa entonces a los adolescentes de la Generación Z? La lista de problemas se afronta con un buen puñado de consejos. Educar no es fácil, nadie dice lo contrario, pero los padres y madres cuentan con los expertos para entender mejor a sus hijos y saber prevenir situaciones de riesgo. "Tenemos que crear escuelas de padres y que la escuela y las familias trabajen juntas en la educación de los jóvenes", explica Manuel Isorna. Estos son solo algunas ideas.

1. Deporte contra el sedentarismo
Para Isorna es fundamental fortalecer las asociaciones culturales y deportivas y fomentar que los jóvenes participen en ellas. "La práctica de deporte genera vínculos entre chicos, pero también entre los padres, se viaja para acudir a competiciones y se crea un modelo de ocio saludable", cuenta.

Así, uno de los mayores males de la juventud actual es el sedentarismo, que unido a la mala alimentación provoca problemas de ansiedad. "Y luego está la elevada presión social por tener un físico perfecto. Todos estos factores se unen y desencadenan una bomba", explica Isorna.

2. Cultura de calidad
"El ocio de nuestros jóvenes no puede consistir en ir a centros comerciales a consumir y a tomar comida basura", explica Isorna, que apunta que, como mucho, los adolescentes van al cine. En este sentido, reivindica un modelo cultural que incluya actividades para los más jóvenes.

"Cuando un adolescente hace una obra de teatro desarrolla una serie de capacidades y refuerza su autoestima y su cultura del esfuerzo, se preocupa por memorizar un texto y ve que el trabajo tiene un resultado satisfactorio", cuenta Isorna. En este sentido, en Concello de Pontevedra tiene en marcha desde hace 20 años el programa de ocio juvenil Noites Abertas, que promueve actividades culturales y deportivas durante las noches de fin de semana como alternativa al botellón.

3. Pantallas sí, pero con control
No se trata de tirar las videoconsolas a la basura o de desconectarse de Internet, simplemente de acompañar a los adolescentes en el uso que hacen de las redes. "No puede suponer la totalidad del ocio y hay que poner medidas para que ciertos contenidos no sean accesibles a los jóvenes", explica Isorna.

De este modo, el tiempo que se dedica a las pantallas debe ser el sobrante después de haber practicado deporte, de jugar presencialmente con otros amigos o de realizar alguna actividad cultural. Se trata de que las pantallas no sean la única opción de diversión. Por otra banda, Isorna propone medidas políticas, "de salud pública", como la creación de filtros para entrar en páginas de apuestas o en webs con contenido pornográfico.

4. Límites y responsabilidades
Proteger a los menores es normal, pero sobreprotegerlos es dañino. A veces los padres están más preocupados por el rendimiento académico que por la salud de los menores. Por eso, además de interesarse por su rendimiento en la escuela, hay que educar en la cultura del esfuerzo y evitar fomentar el narcisismo.

En este sentido, son los propios jóvenes quienes se quejan de la falta de límites en casa, de la incoherencia en las normas que establecen sus padres (muchas veces sin un patrón fijo a seguir o con desacuerdos entre ellos sobre las normas) o de la falta de tiempo para compartir o hablar con los progenitores, tal y como explica la psicóloga Belén Montesa. Sin embargo, Montesa aclara que es importante no medicalizar o patologizar la adolescencia. "Es una época de duelo, dejamos de ser niños y ya no estamos tan unidos a la familia. Hay que pasar por ello", señala.

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