A Susana Vidal Salgado, profesora de Hostelería en el IES Sanxillao, el covid le dejó rastro en su cuerpo, pese a que fue de las primeras en pasar la enfermedad, en marzo del año pasado. Desde entonces, Susana Vidal no tiene olfato. O, para ser más precisos, comenzó hace solo unos días a recuperarlo pero todo le huele tremendamente mal y a lo mismo. Es decir, a azufre.
El problema es que esta mujer imparte los módulos de Cafetería y Restauración, que incluyen clases de cata, una actividad donde el olfato y el gusto son protagonistas. "Hace casi un año que sufrí el covid y, todavía hoy, no puedo dar las clases de cata ya que no tengo olfato. Tuve que delegar esas tareas en un compañero. Doy las clases, pero las catas no las puedo hacer. Me es imposible", indica.
Estos últimos días, Susana Vidal reconoce que comenzó a percibir algún sabor y olor, pero muy pocas veces son los reales.
"Empecé a recuperar algo de gusto y olfato pero tengo un sabor y olor muy desagradables. Es desesperante. Me encanta comer y beber y, desde que tuve el covid, no lo disfruto. No aprecio ningún sabor. Todo me sabe a lo mismo y casi siempre mal", cuenta.
HÁBITOS. Susana no cambió sus hábitos de alimentación, aunque no distingue los sabores. "Lo que hago es comer por comer. Hace un par de semanas, pude degustar un queso y el miércoles me comí un plátano y, por primera vez desde marzo, me supo a plátano. Se ve que voy recuperando, pero muy despacio todavía", afirma.
Esta docente no hace, por ahora, catas. Sin embargo, la falta de olfato también le complica otras tareas como profesora de Hostelería. "El otro día tuvimos una clase en la que elaborábamos distintos tipos de cafés. Y, a mí, me olían fatal. Me decían los alumnos que el olor era muy agradable pero a mí me olía todo igual y mal. Como a azufre o incluso a cañería", apunta la profesora.
Susana tuvo que habituarse a estar sin olfato y a esos olores desagradables que llegan a su nariz. También tuvo que cambiar de hábitos. Por ejemplo, era de las que no salía de casa sin echarse unas gotas de colonia. Ahora, en cambio, el frasco no baja.
No solo se quedó sin colonia, a esta profesora del IES Sanxillao le cuesta también usar la pasta de dientes. "El sabor de la pasta de dientes es insoportable desde entonces, sea de la marca que sea. Lo que pasa es que, al final, hasta lo llegas a interiorizar y lo vas asumiendo. Lo mismo me pasa con el olor a sofrito de ajo y cebolla. No lo soporto y eso que a mí me gusta cocinar", cuenta.
Susana está ahora comenzando a discernir algún olor. También se está entrenando para ello. De hecho, compró cuatro frasquitos de aromas esenciales de limón, rosa, clavo y eucalipto, con los que realiza su particular reaprendizaje dos veces al día.
"Me dedico a oler, durante dos minutos, cada uno de los aromas para tratar de diferenciarlos y recordar. Voy poco a poco. Confío en ir recuperando el olfato", apunta esta profesora, que añade que también nota, desde que tuvo el covid, ciertas dificultades para poder concentrarse.
"Parece que doy un paso para delante y dos para atrás, pero en esas estoy. Tengo que esforzarme y a ver si consigo recuperar el olfato para cuando sea el examen", señala esta docente.
Infección
Susana fue de las primeras pacientes covid que hubo en Galicia. Se lo contagió su madre, que acababa de llegar de un viaje del Imserso. Aunque la mujer tuvo contacto con otros hijos, solo contrajo el virus Susana.
"Estuve mal, pero fue llevadero. Por lo menos, no me hospitalizaron. Fue muy largo el proceso. Estuve un mes encerrada y tuvo que venir la ambulancia dos veces a casa al no poder respirar. Lo primero que noté fue la pérdida de olfato. Luego, vino la fiebre y un cansancio brutal", recuerda.