Enredados para dar y tomar

BANCO DE TEMPO ▶ Para estar en el Banco de Tempo, no hace falta tener tiempo. Más bien al contrario, se acude a él porque no hay tiempo para otras cosas proporcionando una red de apoyo a quien no la tenga. El banco de Lugo tiene ya once años. Son ya 75 los inscritos.

María Gómez, Flor Pérez y Lucía Medina, integrantes del Banco de Tempo. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera María Gómez, Flor Pérez y Lucía Medina, integrantes del Banco de Tempo. VICTORIA RODRÍGUEZ

LO CURIOSO DE Flor Pérez es que siempre tuvo ganas de apuntarse al Banco de Tempo pero no lo hacía porque, precisamente, no tenía de eso: tiempo. Así estuvo tres o cuatro años hasta que se decidió. Sin más tiempo que antes, pensó que había que dar el paso y probar, y lleva ya siete años.

"Estuve esperando porque no tenía tiempo para apuntarme. Sabía de su existencia por el boca a boca y todo el mundo me hablaba muy bien, pero yo tardé en tomar la decisión. Ahora pienso otra cosa, pienso que si lo hubiese hecho antes ¡me habría ahorrado tiempo en muchas cosas! La verdad es que solo se trata de mandar un correo a [email protected] y ya está pero lo más difícil es salvar la barrera de decidir qué ofreces. ¡Al final, el Banco de Tempo te permite también subirte la autoestima!", afirma Flor.

Pronto descubrió qué podía aportar al banco. Flor es zurda y le gusta calcetar. Adentrarse en esta afición no le fue especialmente fácil pero lo consiguió. Pensó que, quizá, su aprendizaje podría ser trasladado a otras personas zurdas, también del banco, que tuviesen esa misma afición y se ofreció para dar clases de calceta para zurdos. "Fue un éxito. No lo había pensado antes pero caía de cajón: si yo tuve problemas para aprender, otros podrían tenerlos también. Y tan pronto como me ofrecí, me llamaron para dar clases. Esto, más que un banco de tiempo, es una red de apoyo mutuo porque cada vez que alguien pide algo, siempre hay una respuesta positiva", dice.

Desde entonces, Flor usó el Banco de Tempo en multitud de ocasiones. La última fue prestándole a Lucía Medina -una de las fundadoras del banco, hace once años- unos cables para conectar el ordenador al televisor. "Todos los intercambios son especiales. Satisface un montón ver cómo cubres tus necesidades y las de otras personas. Durante estos años, hubo muchos intercambios. Por ejemplo, di cuatro aloes veras y me entregaron una mermelada. También di un abrigo, unas libretas... pero lo mejor fue conseguir una colección de revistas antiguas de Burda, con moda de hace veinte o treinta años, a cambio de 6 xiríns", comenta.

El banco tiene su propia "moneda". Se trata del xirín, nombre gallego del verdecillo, un pájaro asiduo del cielo lucense. Se trata de una manera de computar los intercambios de tiempo y se emplea utilizando la equivalencia de una hora, diez xiríns.

Lucía fue de las primeras usuarias del banco, que ella creó junto con unos amigos. Hace once años, todos ellos formaban parte de la asociación A Cova da Terra, de consumo responsable y comercio justo. Hicieron unas jornadas de economía alternativa, centradas en los bancos de tiempo. Ahí surgió el proyecto.

"Fomos indo a modiño pero non fallou ninguén. Ao contrario, nos últimos anos foise apuntando moita xente ata chegar aos 75 que somos hoxe. Facemos intercambios de traballos e de produtos. Mesmo organizamos tamén mercados de troco", dice.

En el Banco de Tempo subyacen varios principios: la solidaridad, el consumo responsable, el fomento de la autoestima e, incluso, la sostenibilidad del planeta. "Todo se retroalimenta. Si no compras con euros e intercambias lo que necesitas por horas de tiempo, ahorras consumo de energía al planeta. Es una forma de cambiar el chip sobre muchas cosas", resume Flor.

María Gómez lo tiene constatado: el banco te hace ahorrar dinero. "Eu, por exemplo, necesitaba unha tesoura de poda, soliciteina e xa a teño. Se non estivese no banco, acabaría comprándoa", dice. A María, como a la mayoría de la gente, no le resultó fácil encontrar una actividad para ofrecerse a hacer. Se le ocurrió poner a lo que se dedicaba. Es decir, a corregir textos en gallego y portugués. No le fue mal.

"A cambio, axúdanme coa poda e os inxertos e tamén me axudaron a limpar unhas colmeas e a recoller cousas da casa. Outra vez ofrecín unhas bridas e cinta aislante e pedín o cobertor para a bola do gancho do remolque e atopeino", indica.

Lucía recurre, sobre todo, al banco cuando se ve desbordada con la huerta. "Pido axuda e, de seguido, xunto unha brigadiña que me vén botar unha man. A cambio, eu fágolles unhas luvas, calcetíns ou gorros de la", dice.

Comentarios