Hubo un tiempo en el que ellas también bautizaban

Hubo una época en la que las mujeres se les permitía bautizar. Ocurrió entre los siglos XVI y XIX y solo lo hacían en los bautismos de socorro cuando un niño no bautizado iba a morir, pero el Vaticano no estaba por la labor 
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photo_camera Catedral de Lugo. VICTORIA RODRÍGUEZ

Todavía no hay en el catolicismo mujeres que ejerzan el sacerdocio. El Vaticano no admite este papel para el sexo femenino en el siglo XXI. Sin embargo, no siempre fue así. Desde los siglos XVI al XIX, hubo mujeres que se pusieron frente a una pila bautismal para cristianizar a niños. Eran los denominados bautismos de socorro, que se practicaban a aquellos pequeños no bautizados cuyo estado de salud era delicado y próximo a la muerte.

Un estudio realizado por Tamara González López -profesora de la Universidad de A Coruña y antes investigadora de la USC-, que fue publicado en la Revista de Historia Moderna, analiza el papel que realizaban estas mujeres, muchas de ellas parteras, en este tipo de celebración religiosa donde ellas estuvieron muy presentes durante varios siglos hasta que El Vaticano acabó interponiéndose.

La investigación fue realizada con los datos aportados por las partidas bautismales de 32 parroquias de la diócesis de Lugo, de las que solo dos -la de Albeiros y la de San Pedro- están ubicadas en la capital lucense.

La gran mayoría de bautismos de socorro se realizaba en el transcurso del propio parto, de ahí que fuesen las mujeres las encargadas de oficiar la ceremonia, generalmente en la casa del marido, donde realmente se producían muchos de los alumbramientos.

Para no perder el control sobre este sacramento en estas circunstancias, la Iglesia estableció -según explica Tamara González en su investigación- tres medidas comunes a todas las diócesis: regular la figura del bautizante a través del establecimiento de una jerarquía, otorgar al párroco la potestad de decidir si el bautismo realizado había sido válido y dar potestad a los párrocos de bautizar una segunda vez, el llamado bautismo subconditione. Todo esto iba en contra de las Constituciones Sinodales que, según Tamara González, "obligaban a los párrocos a formar a las parteras o comadres en el método y procedimiento para bautizar en caso de peligro".

Este tipo de bautismos caseros, que hacían las parteras, no eximían de la oficialidad del sacramento en las iglesias si el niño sobrevivía. Para eso, se daba un plazo de quince días máximo. En situaciones normales, los recién nacidos deberían bautizarse en los primeros ocho días de vida. A los bautizados de socorro se les daba más tiempo porque, tras haber recibido las aguas bautismales, su alma ya no quedaría en el limbo en caso de fallecimiento, según estipulaba la Iglesia Católica.

Oficiantes. Pese a que ellas podían bautizar. En las partidas bautismales de las parroquias consultadas por Tamara González, predominan los hombres seglares como los oficiantes de los bautismos de socorro. Eso ocurre en casi el 44 por ciento de los casos; le siguen las mujeres, en un 26.

La participación de los clérigos se reduce a un 13 por ciento, lo cual se debe a dos causas: la concentración de partos en determinadas épocas y la población dispersa de Galicia, que los imposibilitaba de acudir a todos los domicilios, y también que "el parto era asimilado como nacimiento carnal y vinculado al pecado y la impureza", por lo que los curas no eran llamados a estar ahí salvo casos de extrema necesidad.

Oficiantes: Entre cirujanos y barberos 
Los hombres predominaron sobre las mujeres a la hora de hacer un bautismo de socorro durante los siglos XVI y XVII. Algunos de ellos eran cirujanos y, anteriormente, barberos. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIII la situación cambió y ellas comenzaron a ser protagonistas.

Esto se debe, según la profesora Tamara González, a tres factores. El primero sería el afán del clero por distanciarse del parto. El segundo, la consideración de las parteras como personal sanitario, tras verse obligadas a pasar un examen para poder ejercer su profesión. Y el tercero, la feminización del parto. Es decir, se convierte en un momento solo para mujeres. "Pasa a ser un suceso totalmente familiar, al que únicamente se deja acceso a otras mujeres con experiencia para tratar de evitar la muerte de la madre o el neonato", afirma en su trabajo Tamara González.

Hijos ilegítimos

Otro factor que también influyó en que hubiese más bautismos de socorro a principios del siglo XIX fue el creciente número de hijos ilegítimos, sin padre reconocido, que, en ciertas parroquias, alcanzan el 20 por ciento de los nacimientos. "Estos niños nacieron sin el reconocimiento paterno y, por tanto, sin la asistencia de esa rama familiar. A ello se suma que nacían en un entorno menos propicio, especialmente cuando se buscaba la ocultación, lo que provocaba un mayor riesgo para el bautizado y, por ende, de bautismos de socorro", apunta la autora del estudio, Tamara González.