Así fue la travesía de los dos lucenses que viajaron a Ucrania para ayudar a refugiados

Héctor Pérez y Paulo Ribeiro emprendieron esta travesía tras ver unas impactantes imágenes de las consecuencias de la invasión rusa
Héctor Pérez, junto a tres refugiadas ucranianas que traerá a Madrid
photo_camera Héctor Pérez, tras recoger a tres refugiadas.

El inicio del viaje

El lunes por la mañana, cuando se levantó de la cama, Héctor Pérez, un empresario de Castroverde, no se imaginaba que acabaría el día cogiendo el coche rumbo a la frontera de Polonia con Ucrania. Pero así fue.

A la hora de comer, cuando veía las noticias del Telediario de La Primera, se quedó impactado con unas imágenes que la cadena ya advertía que podrían "herir la sensibilidad". Se trataba de una niña de 6 años que se moría en un quirófano de un hospital de Mariupol, víctima de las heridas causada por uno de los ataques del Ejército ruso.

Héctor no pudo con esas imágenes. Durante toda la tarde le estuvo pensando qué podía hacer él, desde Castroverde, para ayudar a esta gente. Gente que sufre los ataques y gente que huye, casi sin rumbo, de las bombas. A los primeros les sería totalmente imposible ayudarlos. A los segundos, quizás. Y con ese quizás se pasó la tarde, dándole vueltas a la cabeza sobre cómo poder echar una mano con sus propios medios -su coche- y su incombustible fuerza de voluntad.

Héctor Pérez y Paulo Ribeiro, con sus dos coches, justo antes de salir rumbo a Polonia al rescate de refugiados ucranianos. EP
Héctor Pérez y Paulo Ribeiro, con sus dos coches, justo antes de salir rumbo a Polonia al rescate de refugiados ucranianos. EP

La idea sería coger el coche cuanto antes y dirigirse a la frontera de Polonia con Ucrania. ¿Para qué? Para traer a dos de las miles de familias ucranianas que, desesperadas, huyen de la guerra desatada en su país y buscan refugio en otros lugares del continente europeo.

"Son moi sensible a esas cousas e quedeime coa imaxe da pequena que morreu no quirófano. Tívena toda a tarde na miña cabeza, matábame a conciencia: pensar en que hai que facer algo e non facelo. Así foi como o decidín", cuenta el empresario.

Dicho y hecho. Cogió el teléfono y se puso a hacer llamadas. Solo necesitaba, por lo menos, a otra persona en otro coche que lo acompañase en esta misión. Hizo una, hizo dos, hizo tres... y nada. Nadie se animaba. "Dicíanme que estaba tolo", comenta. A la cuarta fue la vencida. Encontró en Paulo Ribeiro el compañero que se animó a compartir con él esta aventura. En cuestión de horas, a las nueve y media de la noche, cada uno de ellos cogía su coche rumbo a Polonia.

Tan pronto como encontró acompañante se puso a calcular el tiempo del viaje y la ruta por internet. Habló el GPS: les llevaría un día y seis horas circulando sin parar. Dos días, para redondear -pensó Héctor- calculando dos noches de estancia en ruta. La primera noche, la de este lunes, contaban con hacerla ya de madrugada en Irún, en la frontera con Francia. Todavía quedarán horas de viaje hasta el puesto fronterizo más al sur. Medyka será el destino.

Llegada a Cracovia

El martes 1 de marzo Héctor Pérez y Paulo Ribeiro informaban de su llegada a Cracovia.  Les quedaban unos 230 kilómetros para llegar a su destino, el punto al que siguen llegando de forma masiva los refugiados. Ambos confiaban en poder recoger a gente a la que puedan ayudar.

Relataban que los polacos se están dedicando de forma masiva a "carretar" refugiados que recogen en la frontera y llevan hasta los puestos de ayuda humanitaria.

En la frontera

El miércoles 2 de marzo Héctor Pérez y Paulo Ribeiro sintieron de cerca la desesperación de quienes huyen de la guerra. Los dos lucenses llegaron a la frontera con Ucrania, dispuestos a recoger a dos familias, las que cabían en sus coches, que quisieran venir a Lugo y dejar atrás la tragedia de su país. 

Paulo Ribeiro sujetando un cartel en el campamento de la frontera polaca al que llegaron para ofrecer su ayuda. EP
Paulo Ribeiro sujetando un cartel en el campamento de la frontera polaca al que llegaron para ofrecer su ayuda. EP

En la frontera vieron seguramente algunas de las imágenes más tristes que contemplarán en sus vidas. "Viene mucha gente andando, arrastrando la maleta y con los niños a cuestas", relataba Héctor Pérez. "No hemos parado de encontrarnos con coches de Alemania, Holanda y Dinamarca, que vienen también para llevarse gente a sus países", contaba.

Héctor Pérez y Paulo Ribeiro estaban solos, pero también estaban dispuestos a resistir hasta que pudieran prestar ayuda a quien la necesite. El miércoles, tras llegar a la frontera entre Polonia y Ucrania fueron redirigidos a un campamento cercano en el que se da la primera asistencia a los refugiados. "Llegan a la frontera e inmediatamente les suben a un autobús para llevarles a un campamento", contaba el lucense, que narraba que se trata de refugios que están bien organizados y tienen medios para atender a quienes llegan huyendo de Ucrania. Pero Héctor también apuntaba que "hay bastante caos", porque son muchos los que llegan. 

Una vez en el campamento, los lucenses entraron en contacto con un voluntario del campamento y le contaron que llegaban dispuestos a traer a España a los refugiados que quieran acompañarles.

 Había unos tres grados bajo cero a las ocho de la tarde y esperaban que el frío fuera a más, pero estaban dispuestos a dormir en el coche si era preciso. Lo único que querían era ayudar.

"Ya tenemos seis plazas cubiertas"

Héctor Pérez, junto a tres refugiadas ucranianas que traerá a Madrid
Héctor Pérez, junto a tres refugiadas ucranianas que traerá a Madrid

El jueves 3 de marzo Héctor Pérez y Paulo Ribeiro lograron el objetivo que se propusieron cuando decidieron viajar a Ucrania para ofrecer transporte a personas huyendo de la guerra. "Ya tenemos seis plazas ocupadas", explicaba Héctor, después de recoger a una familia a la que trasladarán a Madrid para que se reúnan con otra familiar que reside en la capital española.

"Son una mujer de unos 75 años, una mujer de unos 45, su hija que tendrá mi edad más o menos, y tres niños de 6 o 7", explicaba y lamentaba no poder comunicarse con ellos a causa del idioma.

Este vecino de Castroverde estaba satisfecho de haber logrado su propósito de echar una mano, pero solo parcialmente. "Solo me quedaré contento cuando consiga llenar las dos plazas que nos quedan", decía rotundo, mientras conduce hacia la frontera con la esperanza de encontrar allí a dos personas que deseen viajar a España.

El regreso con nueve refugiados ucranianos

Estos dos vecinos de Castroverde emprendieron este viernes el viaje de regreso. Viajan con nueve refugiados que traerán a España: seis miembros de una misma familia, una mujer y su hijo y otro niño.

Admiten que este período ha resultado muy formativo, lleno de aprendizajes. "Lo que hemos visto es que la guerra está en las puertas de Europa, muy cerca y que la próxima vez aún puede ser más cerca. Hay que tener empatía y echar una mano. Nos gustaría que, si estuviésemos en esa situación, hiciesen lo mismo por nosotros", aseguró Héctor.  Finalmente para la localización de refugiados con interés en viajar a España la ayuda no llegó del terreno, sino de España. "Contactó con nosotros una chica que tenía a parte de su familia a cien kilómetros al norte de donde estábamos. Nos pasó la ubicación y fuimos a recogerlas. Al llegar ya nos estaban esperando", explica.

Héctor Pérez y cuatro de los ciudadanos ucranianos que traerá a España. EP
Héctor Pérez y cuatro de los ciudadanos ucranianos que traerá a España. EP

Acto seguido regresaron a Medyka, con la intención de recoger a otras dos personas más y completar las ocho plazas disponibles. Pero, por la tarde y aún sin posibles ocupantes, la situación volvió a cambiar gracias a las redes sociales y a que la historia de Héctor y Paulo circula ya por todos los medios. Contactó con ellos otra mujer ucraniana residente en España que tiene una familiar con un niño de cuatro años en Varsovia. Nuevamente, viajaron guiados por una ubicación, compartiendo por whatssapp un enlace para el que todo el que quiera les haga seguimiento en tiempo real.

Una vez en la ciudad de destino, recibieron un mensaje pidiendo que recogieran a un chaval cuya madre le espera en A Coruña. Aunque superaron las plazas disponibles, no lo dudaron. "Te da coraje decir que no estando tan cerca. Si es necesario pagaremos la multa", apuntó, este jueves por la noche.

La familia que les acompañó todo el día —cuatro mujeres de edades entre la setentena y la treintena, y un niño y una niña de 6 o 7 años— tienen un estado de ánimo cambiante, según observan. A veces, están contentas y aliviadas. Otras veces, desoladas y abatidas. No se pueden comunicar con ellas salvo cuando llama la familiar que las espera en España. "Ella las llama cada poco y charlan un rato, yo aprovecho para pedirle que le pregunte a su madre si necesita algo, si quieren parar, si van cómodas...", explica Héctor.

No son las únicas llamadas que recibe. Tampoco las de los periodistas. Asegura que muchísima gente se ha puesto en contacto con ellos para tomar el mismo camino e imitar su periplo. A todos los que se plantean conducir su coche particular hasta la frontera de Polonia y recoger a refugiados les aconseja, principalmente, una cosa: un cartel informativo escrito en ucraniano. "Que ponga que viajan a España, de cuántas plazas libres disponen en el coche y si solo quieren transportar o también alojar", apunta y recuerda que allí nadie habla inglés, ni siquiera como para reconocer los nombres de los países. Deben estar escritos en cirílico.

Calcula que, del grupo de whatsapp que ha ido formando estos días, al menos una veintena de integrantes aprovecharán la llegada del fin de semana para emprender viaje. Mientras, ellos estarán de vuelta. Calculan que llegarán a Lugo el sábado con su misión cumplida.

Misión cumplida: todos a salvo en Castroverde

Tal y como estaba previsto, este sábado llegaban a Castroverde. Vuelve satisfechos porque ha podido comprobar lo que han hecho ellos y lo que están haciendo muchos otros españoles están siendo muy útiles para muchas familias ucranianas. "Estamos cansados porque fue un viaje largo, pero emotivo y bonito", comentaba, tras reconocer que le han puesto alguna multa: "Alguna foto me han sacado". Ahora, los nueve ocupantes de sus coches parte a Madrid para reunirse con sus parientes de la capital española.
 

El idioma, todo un impedimento
"Aquí la gente solo habla ucraniano o polaco. Nadie habla siquiera inglés", contaba Héctor Pérez desde el campamento a seis kilómetros de la frontera al que fue redirigido por las autoridades polacas. Ante esa dificultad con el idioma tuvo que echar mano de su ingenio: llamó a una amiga ucraniana que tiene en Lugo para que le hiciera de traductora. Así, pudo comunicarse con el voluntario que buscará familias que quieran venir a Lugo con ellos.