Las ruinas de la Carioca

"El Queens era una bomba"

Varios testigos reconstruyen la noche de la operación Carioca y las investigaciones previas, en el décimo aniversario de la macrorredada. Así se montó un emporio de juerga para los clientes y horror para las prostitutas, con la protección de Guardia Civil, Policía Local y Nacional

NO SE LO creían. Pensaban que era una broma. Cuando la comisión judicial timbró en el piso del cabo de la operación Carioca, dentro de la comandancia de Lugo, su mujer pensó que los compañeros se estaban burlando. Solo cuando oyó la voz conocida del teniente comprendió que iban en serio. En la puerta, Pilar de Lara, la secretaria judicial y un par de ‘armarios’ de los grupos especiales, llegados de fuera de Lugo para la mayor redada de la historia de Galicia contra el tráfico de mujeres. El pasado miércoles se cumplieron 10 años de aquella noche frenética. Este es el relato de aquellos sucesos, reconstruido gracias al testimonio anónimo de varios testigos.

El cabo no se mostró sorprendido. Es posible que ya sospechara algo, por su buena posición entre las fuerzas del orden, la política e incluso la judicatura. Por eso, antes, pero solo unos minutos antes, la jueza citó a las afueras, en el Torre de Núñez, al subdelegado del Gobierno y al teniente y, acompañada de agentes de asuntos internos, les comunicó entre jamones y chorizos la inminente intervención en la comandancia. Firmaron que iban a mantener la discreción, alejados de los teléfonos móviles. Alguien sugirió hacer una nota de prensa, pero ni ese día ni en los siguientes diez años se envió comunicado alguno a los medios.

Mientras la comisión judicial rompía la tranquilidad de la noche en la casa del cabo, la brigada de investigación interna precintaba las oficinas de la Policía Judicial. De forma coordinada, decenas de agentes de grupos especiales foráneos intervenían a los prostíbulos investigados: Queens, Eros, Volvoreta... Fue necesaria media docena de secretarios judiciales, que tampoco supieron a qué iban hasta unas horas antes. Pese a que eran las once de la noche, los ecos de la operación llegaron a la Redacción de El Progreso y al día siguiente se publicó una breve nota de que algo estaba sucediendo, relacionado con el tráfico de droga, se decía, muy lejos de la realidad de una noche en la que se desmontó una trama de prostitución sin precedentes.

La cobertura de un cabo, un subinspector y un sargento, de tres cuerpos diferentes, hizo que Adán se sintiese intocable

La jueza no pegó ojo y por la mañana acudió al juzgado, como un día normal. Estaba de guardia y tenía que atender el trabajo cotidiano. Solo un funcionario de su juzgado sabía de una operación que incluso se había retrasado. Se prefirió dejar pasar la fiesta del Pilar, patrona de la benemérita.

Las conversaciones telefónicas del cabo llevaban meses siendo grabadas. Desde que una prostituta lo denunció por obligarla a mantener relaciones sexuales, con la pistola sobre la mesita de noche. Era principios de 2008, tres años después de que dos mujeres guardias civiles, subordinadas del cabo en el Emume (equipo mujer-menor), enviaran una nota a Madrid informando de las "trapalladas" (así las llamaban en la comandancia) de su superior. Antes se lo habían comunicado al jefe en aquella época, que siempre otorgó el beneficio de la duda al cabo, tanto cuando se lo dijeron estas agentes como cuando desde Madrid se le comunicó la queja. El trato hacia las dos denunciantes en las oficinas de la plaza de Bretaña se enrareció.

Su habilidad y cierta falta de control brindaban esa bula al cabo. Tenía muy buena información del lumpen lucense y en minutos era capaz de conseguir información para detener a cualquier ladronzuelo o traficante. Era útil a sus jefes, que le correspondían mirando hacia otro lado. Solo cuando asuntos internos conectó la denuncia de la prostituta, en 2008, con las quejas de las agentes, en 2005, se actuó. Empezaron los pinchazos telefónicos y las vigilancias. Los guardias de Madrid seguían al cabo camuflados en coches de empresas o con muñequitos en el interior, para parecer turismos de familias, y nunca se reunían en el juzgado o la comandancia, solo en bares. Poco a poco se fue destapando la barbarie del Queens.

SIN LICENCIAS

Es difícil de creer, pero el Queens nunca tuvo licencia. De nada, ni de bar, ni de nada. Siendo el local de Lugo que más cocacolas vendía (en esos años se medía en esa escala el negocio de los pubs), con hasta 60 chicas de alterne trabajando a la vez, el aparcamiento totalmente lleno de coches... Ni siquiera licencia de apertura.

La nave de una vieja quesería era un lugar perfecto para pasar inadvertido. En un camino hacia ninguna parte, sin molestias a vecinos y al lado de O Ceao, el gran centro de negocios de Lugo, en época de bonanza económica (2001-2009). El sargento de la Policía Local implicado se encargó de conseguir el local, en connivencia con el jefe de la Ora y con el empresario que más obras recibía del Concello de Lugo. Se hicieron con la propiedad y se lo alquilaron al más duro de la noche lucense: García Adán, portero del Scorpio (luego Eros), temido por aquel episodio en el que persiguió a un cliente rebelde hasta otro club para asestarle una puñalada. De aquello salió bien librado, precisamente gracias a la ayuda del sargento.

El subinspector de Extranjería de la Policía Nacional completaba el triángulo de protección del Queens. El sargento, el cabo y el subinspector (los dos primeros están jubilados y el tercero falleció) Los tres cuerpos en el lío... ¿qué podía salir mal?

El Queens estuvo ocho años abierto sin ningún tipo de licencia y llegó a ser el local que más bebidas despachaba de Lugo

Pues sí, algo salió mal . Todo se desmadró. Las fiestas dentro y fuera del local se les fueron de las manos. García Adán consumía cada vez más cocaína y protagonizaba incidentes sonados: salir a la sala en calzoncillos tirando billetes, agredir a clientes sin mediar palabra o golpear a las chicas. La impunidad suponía que los agentes entraran uniformados tras dejar los coches patrulla a la puerta y que dentro coincidieran con empresarios que cerraban acuerdos, tras pasar por las habitaciones, sin rubor y a media tarde.

Adán tenía todo controlado. Desde su despacho vigilaba con cámaras todo lo que ocurría y anotaba en libretas manuscritas las deudas y los pagos, junto a los tiques de las tarjetas bancarias que pagaban servicios sexuales, muchos a nombre de personas muy conocidas en la ciudad. Bien guardados, por si acaso.

Se hizo con La Colina, en Outeiro de Rei, y el dueño del Eros —al que ahora el fiscal le pide más de 20 años en una de las piezas del caso— se alió con él. Prefirió sumarse a Adán antes de ser devorado por la competencia. "El Queens es una bomba", se decía en el sector.

EL FINAL

El principio del fin de la trama corrupta empezó a asomar cuando algunas chicas, hartas de las palizas, se escaparon a otros prostíbulos, que curiosamente en los días siguientes sufrieron un desmedido azote por parte de las fuerzas del orden. Adán se dio cuenta de que no era el camino. Bajó el consumo de cocaína y alcohol, temeroso también de que le quitaran la custodia de su hija, una pequeña de 5 o 6 años que correteaba entre las prostitutas, lista como el hambre.

Visto ahora, con perspectiva temporal, el Queens era un fenómeno insostenible. Los agentes implicados creían mantener el control, pero cada vez más compañeros de los tres cuerpos tenían noticias de lo que ocurría. Las chicas empezaron a hablar sin miedo, de como la emprendía a tiros con las gallinas, de como les zurraba hasta que la sangre llegaba a las paredes o de los rumores de que una chica había sido asesinada.

Cuando lo detuvieron aquella noche ni se inmutó, tampoco el cabo. Sí lo hizo otro guardia implicado, que se enfrentó con vehemencia a sus compañeros de asuntos internos, tanto que la propia magistrada tuvo que decirle a sus superiores que lo mantuvieran a raya. Hoy, diez años después, la comandancia aún cura las heridas de aquellos días convulsos.

El tipo duro, el que con 6 o 7 años vio como su padre mataba a su madre, está ahora en la cárcel con 20 años por delante por malos tratos y agresión a la madre de su hija, y pendiente igualmente de lo que le caiga en los juicios de la Carioca. Hacia 2014, Adán pidió beneficios en la cárcel (sobre todo de visitas de su hija) y se ofreció a tirar de la manta y revelar toda la corrupción alrededor del Queens. No se le pudo dar lo que pedía.

Más de un millón de beneficio anual
El buque insignia de la Carioca reportaba unos beneficios superiores al millón de euros al año. Son cuentas de la Agencia Tributaria, ratificadas por profesionales del sector para este periódico. Entre las copas y lo que recibía de las chicas, el dueño del Queens ganaría una media de 90.000 euros al mes.

Sin rastro del dinero
Pese a estar ocho años abierto, con ganancias cercanas a los 10 millones, al gerente solo se encontraron 90.000 euros en una caja de seguridad y 14.000 en su piso. El resto posiblemente estará en billetes plastificados al vacío y enterrados, práctica habitual en el manejo de dinero negro.

200 gramos de cocaína
En estas cuentas no figura la ganancia por la venta de cocaína. En el prostíbulo de O Ceao aparecieron 200 gramos de esta droga, habitual en los locales de alterne, lo que hace pensar que el movimiento era constante y el beneficio, alto.

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