El PP deja comprometido al bipartito con inversiones y fallos revelados

Candia mantuvo proyectos del anterior gobierno, pero marcó su propia hoja de ruta. Garantizó más dinero a los concellos para bienestar social y desveló deficiencias, retrasos o sobrecostes en algunos asuntos estrella de Besteiro
Elena Candia, durante su investidura como presidenta el 24 de junio
photo_camera Elena Candia, durante su investidura como presidenta el 24 de junio

Cuando el próximo 8 de octubre, el PSOE y el BNG voten juntos –si nada se tuerce– para desbancar al PP del gobierno de la Diputación de Lugo, hará justo 115 años de otra fecha importante para la institución: el inicio de las obras de reconstrucción del palacio de San Marcos después del incendio que, a finales de agosto de 1900, destruyó parte del edificio, como recuerda estos días el investigador Ramón González. La metáfora sale fácil. La institución inicia el camino de la normalidad tras noventa días en manos de un partido que, aun teniendo mayoría, nunca habría llegado a gobernar si la coalición de formaciones que la ley ampara no se hubiera malogrado por lo ya sabido.

Los antagónicos poderes que se atribuyen al fuego –lo mismo es destructor que purificador– se ponen de manifiesto en los capítulos más recientes de la historia de la Diputación. Porque fue en las horas previas a las hogueras de San Juan cuando Elena Candia se hizo de forma inesperada con el mando de la institución. Mientras, el PSOE y el BNG ardían en llamas.

Aunque, para ser justos, la metáfora de la reconstrucción quizás no es del todo acertada, porque si algo hizo Candia en los noventa días que le dejaron –más la prórroga que empezó el viernes– fue intentar construir. Sabía que sumandato no iba a ser largo –ella misma lo iba diciendo en algunos círculos– y se propuso que fuera más recordado por lo constructivo que por lo destructivo.

Candia tomó las riendas de una institución que conocía muy bien por los años que había pasado en la oposición y lo hizo con decisión, pero sin la agresividad que dominó su anterior labor en muchas ocasiones. Se propuso llevar a la práctica lo que tantas veces había predicado, una política apartidista, con menos márketing y más eficiencia y destinada a ayudar a quien más lo necesita. Aunque a medida que pasaban las semanas y la oposición socialista aguijoneaba, Candia empezó a sacar los colores al bipartito por la gestión de algunos de sus proyectos.

Más allá de la decisión de vender el Audi A8 del anterior presidente, más simbólica y mediática que otra cosa, la primera señal de que empezaba un nuevo tiempo y de que Candia lo iba a aprovechar fue el anuncio ante los alcaldes de que iba a duplicar el presupuesto de ayuda en el hogar. Fue diez días después de ser investida y supuso el primer giro en la hoja de ruta de la política provincial tres años después de que la Xunta transfiriera las competencias en esta materia a las diputaciones y la de Lugo se negara a asumirla, poniendo en serios apuros económicos a muchos concellos y, por ende, a los usuarios. Posteriormente, anunciaba que la Diputación pagaría íntegramente la teleasistencia.

Fueron dos decisiones de marcado carácter político y social que condicionarán al próximo gobierno. ¿Cómo dar marcha atrás en un asunto de primera necesidad como es la atención a personas mayores y dependientes y que con toda seguridad pondría en pie de guerra a los concellos?

DIFICULTADES. Candia presume de que el PP tenía un proyecto muy pensado para la Diputación y que por eso no necesitó mucho tiempo para empezar a tomar decisiones, a pesar de que la investidura la cogió por sorpresa y tuvo que dotarse a toda prisa de un equipo interino, reducido y con poca experiencia. Intentó paliarlo recurriendo a funcionarios de la casa –algunos con protagonismo ya en los tiempos de Cacharro– y a gente de confianza, lo que no evitó que incurriera en errores, alguno muy gordo, que el PSOE no dudó en intentar rentabilizar.

Una de las meteduras de pata que podría haber tenido mayor alcance fue no incluir en la junta de gobierno a los vicepresidentes, que no tuvo consecuencias mayores porque a las juntas asistió siempre Candia, sin delegar en ellos. Algunos expertos jurídicos creen que tampoco habría acuerdos nulos en las áreas de los vicepresidentes porque su rol acostumbra a ser organizativo y no resolutivo. Con todo, el PSOE acudió al juzgado y habrá que ver qué sucede.

Otro error de bulto que seguramente no ha tenido consecuencias porque ninguno de los afectados ha querido fue la publicación de datos personales de los diputados (números de cuenta, direcciones de viviendas y matrículas). Todo hace pensar que la situación fue provocada por las prisas en publicar la declaración de bienes de los políticos, sin preservar ningún dato, a raíz de que el PSOE denunciara ante el Valedor do Pobo que Candia incumplía la Ley de Transparencia. La presidenta aseguró que la información había sido publicada tras la toma de posesión y responsabilizó de su retirada a una funcionaria que fue persona de confianza del expresidente.

Candia se encontró trabajadores muy dispuestos a colaborar, pero también funcionarios distantes y reacios a favorecer la labor del gobierno, sabedores de que, antes o después, el mando de la Diputación volvería a manos de PSOE-BNG. En otros casos fueron desplazados de sus funciones por el gobierno, lo que provocó mucha tensión.

El gesto de Candia se fue frunciendo a medida que el PSOE endurecía su labor de oposición, aunque no todos los intentos de minar la imagen de la presidenta le salieron bien. Los socialistas la acusaron de "comisionista" por percibir desde 2012 ingresos por su actividad privada. Según el PSOE era incompatible con su dedicación exclusiva, pero Candiala aportó una autorización firmada por el expresidente.

El patinazo provocó el efecto contrario al buscado. Candia salió reforzada y el ataque evidenció el nerviosismo del PSOE, ya no solo porque el acuerdo con el BNG para la moción de censura no llegaba, sino por la manera en que el gobierno popular estaba aprovechando el tiempo. Candia tomaba decisiones, a muchas era difíciles ponerles peros y la estrategia para intentar ganarse a alcaldes socialistas y nacionalistas era evidente. Con algunos quizás era tiempo perdido, pero con otros quién sabe. Dicen que las promesas de inversiones en residencias, campos de fútbol o de partidas de libre disposición estaban surtiendo efecto y que la presión de algunos alcaldes a sus partidos para que firmaran la moción de censura había bajado.

Significativo fue que uno de los primeros convenios con concellos que Candia firmó fue con el alcalde de Pedrafita (feudo socialista), que el gobierno decidiera seguir con las residencias de ancianos impulsadas por el bipartito –por la gran inversión ya realizada, aunque su viabilidad ofrece dudas– y se fotografiara en la de Pol (PSOE) o que ratificara el compromiso de la Diputación con la residencia impulsada por el gobierno nacionalista de Ribadeo.

Tampoco ayudaba a la tranquilidad de la oposición el hecho de que Candia empezara a levantar alguna alfombra, en algún caso por iniciativa propia y en otros ante la sospecha de que el PSOE preparaba más artillería. La presidenta desveló notables deficiencias en el centro de recría Gayoso Castro, retrasos en la tramitación administrativa para abrir las residencias de ancianos y un poco justificable sobrecoste y retraso de la sede de la Uned. Son dificultades a las que ahora el bipartito va a tener que hacer frente a cara descubierta. Eso, sumado a los compromisos que el PP dejó firmados o manifestados –como la intención de comprar la Cámara de Comercio–, deja a la futura coalición PSOE-BNG en una situación comprometedora. Candia no perdió el tiempo, habrá que ver cómo lo recupera el bipartito.

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