El invierno de los sintecho

Más de 290 personas sintecho recibieron apoyo de Cruz Roja el año pasado, pero trabajan todas las semanas con un grupo fijo de 50 personas. Estos vecinos olvidados sobreviven a los temporales mientras soportan lo mejor posible su situación

Las trabajadores de Cruz Roja acompañan a personas sin techo como Violeta, de origen rumano. J. VÁZQUEZ
photo_camera Las trabajadores de Cruz Roja acompañan a personas sin techo como Violeta, de origen rumano. J. VÁZQUEZ

Los trabajadores de Cruz Roja esperan a Violeta en la puerta de la estación de autobuses. Hace días que no saben nada de ella y quieren comprobar cómo está, además de recordarle que vaya al comedor de San Froilán. Violeta llega un poco tarde porque se ha quedado dormida, pero se alegra de ver a las dos trabajadoras de la organización.

Esta rumana de 33 años es una de las 50 personas con las que suele trabajar Cruz Roja en Lugo durante todo el año. Violeta llegó hace tres años y medio a Lugo desde Barcelona, pero ya había estado en la ciudad antes.

La joven se trasladó desde su país natal a España hace más de diez años y terminó en la ciudad condal. Durante aquel tiempo ya visitó la ciudad en más de una ocasión. "Aquí se vive mejor", explica la sintecho.

Violeta ha tenido que vivir siempre de la mendicidad desde que llegó al país debido a un brazo roto que se ha curado mal. Su situación fue empeorando al no contar con una estructura familiar que le apoyase ni un hogar al que volver. Duerme en una pensión con la que colabora Cruz Roja.

"Se pasa muy mal en la calle", comenta. Las últimas semanas no han dado tregua a la rumana entre nevadas, jornadas de mucho frío y temporales.

El proyecto para los sintecho de Cruz Roja trabaja a lo largo de todo el año sin variar su rutina, haga o no mal tiempo. Todos los martes y jueves los trabajadores salen para contactar con esta población olvidada de Lugo.

Los martes realizan la ronda por la noche para ofrecer café y bocadillos a los que pasan la noche en la calle. "Nos acercamos adónde sabemos que van a estar", describe la educadora social Patricia Castiñeira. La comida es muchas veces un recurso para hablar con los sintecho y preguntarles cómo están, sobre todo si son nuevos.

Se les ofrece acompañamiento al albergue y en el caso de negarse se les da un kit de pernoctación para que se les haga menos dura la noche; también material para su higiene personal.

Los jueves hacen un seguimiento de las casas abandonadas en las que muchos se suelen quedar a dormir y comprueban cómo van las personas que piden por las calles de la ciudad.

Un número en aumento. El pasado 2017, la unidad de personas sin techo de Cruz Roja dio atención a 293 personas, un número que aumentó respecto al año anterior. "Llegaba alguien nuevo casi a diario", indica Castiñeira. Los trabajadores explican a los nuevos usuarios todos los recursos que tienen a su disposición. Esto incluye los desayunos que dan en el centro -situado en la Avenida de Madrid-, el apoyo social, la lavandería y los lugares en los que se pueden quedar a dormir.

En realidad, los trabajadores suelen contar siempre con un grupo de 50 usuarios habituales. Veinte de estos casos están en una situación muy desfavorable que les hace estar expuestos en la calle, algunos sufren también dificultades de tipo psicológico y físico. Otros treinta se encuentran en situaciones inestables con pensiones o subsidios de paro que no dan para mucho. Se pagan una habitación durante una temporada y en otro momento tienen que ir al albergue y pedir más ayuda de Cruz Roja.

Los desayunos y las actividades son una oportunidad para que los usuarios se relacionen entre sí. Los servicios de acompañamiento ayudan a que no se les pase comer o comprar medicamentos.

Sin casa, pero libre. No todas las personas sin hogar ven su situación de la misma manera. G.V.S. llegó a Lugo el 27 de diciembre después de una temporada en Ourense. Han pasado menos de seis meses desde que esta mujer de mediana edad abandonó su casa. "Fueron una serie de crisis familiares que terminaron con la muerte de mi madre", recuerda la usuaria.

Se había pasado toda la vida viviendo en distintos lugares de España por el trabajo de su padre, así que decidió volver a su ciudad natal, Ourense. Allí se encontró en el Hogar del Transeúnte y con Cruz Roja. "Yo no sabía nada de este mundo", reconoce la sintecho, que se siente mucho mejor desde que empezó de cero.

Su pasión ha sido siempre el arte y se ha dedicado a pintar siempre que ha podido. Deseaba poder ir una temporada de retiro a un monasterio y terminó en As Ermidas en O Bolo. "Había mucha disciplina", cuenta con horror. Aguantó dos semanas y se marchó otra vez sin apoyo. Entonces decidió trasladarse a Lugo.

En los últimos meses ha recibido el apoyo total de Cruz Roja, desde comida a apoyo psicológico. G.V.S. no está nada descontenta con su situación. "Prefiero ser pobre y vivir libre que estar cómo estaba en casa", declara convencida la usuaria. No tiene planes a medio plazo, prefiere no hacerse "ilusiones" e ir alcanzando pequeños objetivos a diario.