Dueños del mar

Aventureros, navegantes o regatistas del más alto nivel, todos ellos saben lo que es cruzar un océano, y ya no podrían vivir sin él

Imagen de una edición de la Volvo Ocean Race. AEP
photo_camera Imagen de una edición de la Volvo Ocean Race. AEP

"Cleón posee las tierras, pero el paisaje es mío", escribía el poeta escocés Charles Mackay. Entendámoslo así: ellos son los dueños del mar. Suyos son los amaneceres, los delfines iguiendo el barco o el abrazo al planeta que supone dar una vuelta al mundo. Suya es la primera vez que se avista tierra, o el suspiro después del temporal. Y aún así, el mar nunca es totalmente suyo. Siempre se escapa, siempre reta... y por eso, atrapa.

Quizás por ese motivo, y a pesar de haber navegado ya lo bastante, cuando al ribadense Javier Torviso le propusieron, en el año 1996, cruzar el Atlántico a vela, se lo tuvo que pensar mucho. Sin embargo, cuando arribó a puerto supo que había sido lo mejor que había hecho en su vida. No eran solo palabras. Así, a esa primera travesía oceánica le seguirían otras cuatro que confirmarían ese pensamiento, la última el pasado verano.

El 14 de mayo estaba, junto a los otros cuatro miembros de la tripulación —entre ellos el hijo de la poeta mariñense Luz Pozo Garza, Gonzalo Vázquez Pozo— a punto de embarcar en un velero que cruzaría el Atlántico desde Boca Chica, en República Dominicana, a Ribadeo, siguiendo la ruta de vuelta de América de Cristóbal Colón.

A Javier Torviso, el mar le da la tranquilidad que no encuentra en otra parte

Sí, a pesar de haber navegado muchas veces, aquella primera estuvo a punto de no hacerlo, y esta cuarta no dejó de sentir nervios al mirar al horizonte ni al contar los días. De isla Catalina a Bermudas, siete. De Bermudas a Azores, catorce. De San Miguel, en Azores, a Ribadeo, otros siete. Aunque solamente fueron 28 días de navegación, el velero tardó dos meses y medio en arribar a Ribadeo. Las paradas también fueron parte del viaje, capitaneado por él.

La experiencia fue tan buena que los mismos integrantes de la tripulación decidieron que volverían a embarcarse, nada más y nada menos que para dar la vuelta al mundo, parte de ella de nuevo bajo el recorrido de la ruta de Colón. Y es que una vez en el océano, los nervios se convierten en tranquilidad. "Yo no soy regatista. A mí lo que me gusta de la travesía es la tranquilidad que me aporta. En el viaje incluso tuvimos tiempo para enlatar el bonito que pescábamos", comenta. Doradas, peces espada y barracudas también llegaron a los fogones del barco.

Tiempo para cocinar, tiempo para mirar, tiempo para charlar. Tiempo, mucho tiempo. Además del reto y la gran experiencia en la naturaleza que supuso la travesía, ella también le aportó a los que ahora son sus íntimos amigos, sus tripulantes. En un espacio tan pequeño, casi el único momento de soledad es la guardia nocturna, con el relevo cada tres horas. Soledad, en la compañía de infinitas estrellas.

VELA OCEÁNICA. En las antípodas de la experiencia de Javier Torviso se sitúa la de su amigo santanderino Antonio Cuervas Mons, también conocido como ‘Ñeti’. El objetivo de este regatista profesional, ligado familiar y emocionalmente a Ribadeo, es ganar la vuelta al mundo a vela, la Volvo Ocean Race. Es allí donde debería estar ahora mismo, con el equipo de Mapfre, pero se tuvo que dar de baja para recuperarse de una lesión.

¿Cuál fue su ruta para alcanzar el más alto nivel como regatista? Antonio Cuervas empezó a navegar en Ribadeo. Su abuelo, marino mercante de Santander, se enamoró de la zona, que conoció gracias a otro compañero. Antonio Cuervas recibió así, de su mano, las mismas pasiones: la costa de A Mariña, a donde va siempre que puede, y el mar.

Antonio Cuervas se queda con el reto que supone la Volvo Ocean Race

"Mi abuelo compró una casa en A Devesa. En la zona le llamaban ‘El Capitán’ y la gente lo quería mucho", comenta Antonio, que fue a él a quien le dedicó la mayor parte de sus regatas. De navegar en Ribadeo durante el verano pasó al Club Náutico de Santander, su ciudad natal. Allí dio el salto al equipo preolímpico español de vela, y de este al Bribón, del que es tripulante el exmonarca Juan Carlos I. "Otro de los tripulantes del Bribón, Bouwe Bekking, era director deportivo del proyecto de vuelta al mundo 2008-2009. Ese año se introdujo una norma según la cual en cada barco de la prueba tenía que haber dos menores de 30 años. Eso fue lo que me dio la oportunidad de participar en aquella primera Volvo Ocean Race", comenta.

VOLVO OCEAN RACE. Desde aquel año, su especialidad es la vela oceánica, y esta su cuarta vuelta al mundo. "Creo que es la regata en estado puro, con el componente de aventura y de supervivencia que comporta. Para mí es la regata de las regatas, y la haré mientras el cuerpo aguante", indica.

El motivo por el que muchos regatistas salen de la mítica prueba diciendo que no la volverían a hacer es lo que a él le fascina de la misma, la exigencia "de apretar el barco al límite", y competir casi durante las 24 horas del día en condiciones extremas.

Sin duchas, con un baño minúsculo, compartiendo la cama, la prueba tambien hace difícil la convivencia. "Sí que hay pequeños roces, pero al final estamos todos a una y nuestro objetivo es ganar, por eso no le damos importancia a las chorradas que pueden pasar", indica. "Es muy dura, pero si no fuese tan dura, tampoco sería tan bonita", asevera.

La satisfacción, para él, no puede ser mayor. "Circunnavegar el planeta a vela es algo que muy poca gente tiene la suerte de poder hacer, y algo muy difícil de entender si no lo has hecho", declara. Como deportista, además, le gustaría "darle a la vela española el título de campeona del mundo, y creo que vamos por buen camino en ese sentido", afirma.

A bordo del Mapfre, sus últimas funciones fueron las de proa y capitán. Esto es, Antonio Cuervas se encargaba de las maniobras en la parte delantera del barco, como los cambios de vela, "aunque en la navegación en línea recta, todos hacemos de todo", añade. Por otro lado, como capitán, su responsabilidad es la del mantenimiento del barco. Arreglar el motor, responder de los recursos a bordo y servir de eslabón entre la tripulación y el equipo de tierra son algunas de sus principales funciones. "La tripulación está muy jerarquizada, y esto es una de las claves del equipo. Cada uno tiene sus funciones, y la última palabra, en cuanto a la ruta, la tiene siempre el patrón. Este debe ser una persona abierta, que sepa comprender las necesidades de todos sus navegantes", explica.

LOGROS DEPORTIVOS. Además de competir en la Volvo Ocean Race al más alto nivel, Antonio Cuervas Mons batía el récord el año pasado de la mítica Sydney- Hobart, lo que supuso sobreponerse a casi 5.000 barcos desde el año 1945. "Parecía que el récord iba a durar mucho más tiempo, sin embargo nos lo quitaron este año. La navegación es así", indica. "Es una regata dura para los europeos, porque sales el día 27 de diciembre, e implica estar en las navidades fuera de casa. Pero en Canadá es el evento deportivo del año. Le dan muchísima importancia y por eso estoy muy orgulloso de haber podido participar en él, y espero poder repetir en un futuro", añade.

Sin embargo, a Antonio Cuervas todavía no le gustaría navegar en solitario. "Hice una regata de Inglaterra a Santander con dos personas, y una vuelta a Europa con solo cinco tripulantes, pero a mí lo que más me gusta es llevar el rendimiento del barco al máximo, como en la Volvo, donde alcanza el 120%. En la vela en solitario se le da más importancia a la navegación que al nivel del barco y yo creo que tal vez me llamará con un poco más de madurez. De momento no ha sido así. Estoy contento con la vuelta al mundo", dice. El mundo es suyo.