Día de la madre: las heroínas del covid

Patricia, Ánxela, Irene, Maru, Marga, María Eugenia, Anuncia... siete vidas que por diversos motivos la pandemia llevó al límite

MARÍA EUGENIA, MAURIZIO Y EUGENIO

"Cuando me dijeron que mi hijo iba para la Uci, entré en shock. Fue muy fuerte"

María Eugenia, con sus hijos, Maurizio, a la izquierda, y Eugenio, de negro como gesto de respeto. XESÚS PONTE
[María Eugenia, con sus hijos, Maurizio, a la izquierda, y Eugenio, de negro como gesto de respeto. XESÚS PONTE]

Su historia
Antes ▶Toda la familia dio positivo pero fueron asintomáticos.
Durante ▶Uno de los niños, Eugenio, presentó un shock tóxico, derivado del covid, que lo llevó a la Uci.
Ahora ▶Eugenio volvió al colegio y hace vida normal.

 

El Día de la Madre nunca pasa desapercibido en casa de María Eugenia Duerto. Hace tres años se vino con su familia desde Venezuela a Lugo precisamente en una fecha como la que se celebra este domingo que allá, en su país, tiene lugar el segundo domingo de mayo.

Sin embargo, este año la celebración será mayor. No solo se acordarán de su cambio de vida y su llegada a Lugo sino que también echarán la vista atrás a los últimos meses y celebrarán que Eugenio haya superado un shock tóxico que sufrió a consecuencia del covid, que lo llevó a ingresar en la Uci del Hula durante cuatro días, convirtiéndose en el único niño de la provincia que, por lo de ahora, pasó por esa situación.

"Este Día de la Madre tendrá, para nosotros, un poquito más de valor. Lo celebraremos en familia con una comida y nos conectaremos por videollamada con más parientes en Venezuela. Será especial porque daremos gracias por haber superado esa situación y por estar el niño con nosotros, totalmente sano. Todavía estoy asimilando lo que pasó. Fue muy fuerte. Cuando me dijeron que iba para la Uci, entré en shock porque a los niños, por lo general, no les afecta tanto el covid y él lo pasó sin síntomas, estaba excelente. Pero, de repente, sintió mucho malestar, vamos a la pediatra y nos dicen que es algo nuevo, que hay que ir para el Hula y piensas en lo peor", cuenta María Eugenia.

En su casa, fueron todos positivos de covid. Sin embargo, lo llevaron bien, sin complicaciones. Un mes después, Eugenio, el mayor de sus dos hijos, comenzó a sentir fiebre y a vomitar. También presentaba urticaria. El shock tóxico, derivado del virus, se había desencadenado. "Fue algo que nos afectó mucho a todos. Mi otro hijo, Maurizio, de 8 años,lo pasó también muy mal. Hacía videollamadas a su hermano cuando estaba en la Uci y le enviaba dibujos. Le hacía falta su hermanito. Menos mal que todo pasó y salió bien. Al llegar a casa, ya fue otra cosa", dice.

La familia de Eugenio celebra este domingo especialmente el haber recuperado su vida normal después del susto que supuso que el pequeño ingresase en la Uci. Sin embargo, hace una llamada de atención para que no se baje la guardia ante el virus y se sigan cumpliendo las normas para evitar contagios.

"Hay que evitar desplazamientos y reuniones innecesarias y celebrar con sentido común. Lo importante para nosotras este día, más allá de un regalo, es cuidarnos para que estemos todos sanos, que todo esto pase. También me gustaría enviar un abrazo enorme a todas las madres que perdieron a sus hijos a causa del covid", insiste María Eugenia.


PATRICIA, VEGA Y OLIVIA

"Non me asustaba o covid. O cancro era o que máis me asustaba na vida e xa o tiña"

Olivia, Patricia y Vega, junto al Mihl. XESÚS PONTE
[Olivia, Patricia y Vega, junto al Mihl. XESÚS PONTE]

Su historia
Antes ▶Fue diagnosticada de un tumor justo antes de confinarse.
Durante ▶Se operó veinte días después y pensaron que tenía covid ante una caída de defensas.
Ahora ▶El cáncer le enseñó a vivir el momento y disfrutar siempre del día a día.

 

La mayor lección de vida que Patricia Arango Yáñez dará a sus hijas, Vega y Olivia, es su sonrisa diaria pese al tremendo vuelco que dio su vida en los últimos meses. En su casa, no hubo covid. Sin embargo, la diagnosticaron de un tumor cerebral en vísperas del confinamiento y solo veinte días después se sometía a una intervención quirúrgica en la que pudo comprobar la incertidumbre y el pánico de los sanitarios ante la pandemia que venía encima.

"Estaba asustada pola sensación de intranquilidade que se vivía no Hula. Había moito desasosego entre os sanitarios. Estaban expectantes. Cando saín da operación, sufrín unha baixada de defensas e lembro que os médicos non paraban de preguntarme: "¿Estuviste en Madrid?". E dicíanse uns aos outros: "¡No la toquéis!". Pensaban que era positiva", recuerda.

Los siguientes meses de confinamiento fueron, para Patricia, los del tratamiento del cáncer que todavía sufre.

"Estiven con radioterapia e estou aínda con quimio, pero nunca perdín o sorriso. Paseino mal no confinamento nesta situación porque non son de estar na casa, estou acostumada a relacionarme coa xente e creábame unha anguria e un medo tremendos. Ata a escuridade me producía eses sentimentos! Facíase de noite e para min era un calvario. Tamén pensaba que, como había tanta xente ingresada no Hula, non me poderían atender se tivese unha recaída", cuenta.

La desescalada la llevó mejor. Al fin, pudo salir y no tenía miedo a contagiarse pese a que su situación era mucho más vulnerable.

"Non tiven secuelas físicas do tratamento polo cancro. Non me caeu o pelo. Tampouco tiven medo a contaxiarme. Non me asustaba o covid. O cancro era o que máis me podía asustar na vida e xa o tiña", apunta.

A día de hoy, Patricia hace prácticamente una vida normal, "excepto o día posterior a acabar o ciclo de quimioterapia, que estou máis cansa", reconoce. Pero su lucha por vivir es más fuerte que el covid y que el cáncer. "Non lle deixo ao meu corpo que me poida. Aínda que non teña ganas, dígolles ás nenas: "Imos ao parque!" e imos. Intento vivir. Cando me diagnosticaron o tumor cerebral, pensei que me quedaban meses de vida e reaccionei convencéndome de que tiña que vivir a tope cada día. Acumular momentos. Dicirlles aos meus que os quero. Vivir", insiste.

Patricia aprendió que el Día de la Madre no se ciñe a solo una fecha en el calendario. "A enfermidade ensinoume que todos os días deberían ser o Día da Nai. Eu cría que iba deixar de ser nai rápido, cando me viron o tumor, e aquí estou. Por iso penso así", dice.


IRENE, LORENZO Y XULIA

"Coa máscara, case non vía a cara da nena cando naceu e ma puxeron no peito"

Irene, Xulia y Lorenzo. EP
[Irene, Xulia y Lorenzo. EP]

Su historia
Antes ▶Llevaban tiempo buscando un embarazo pero el niño no llegaba.
Durante ▶ A los pocos días del confinamiento, Irene se quedó embarazada sin necesidad de ningún tratamiento.
Ahora ▶La pareja vive feliz con su hija, Xulia, tras un embarazo y parto en plena pandemia.

 

Los nacidos entre los años 2020 y 2021 serán llamados probablemente, en un futuro, como los niños de la pandemia. En un primer momento, se pensó que el confinamiento contribuiría a una subida del índice de natalidad al coincidir las parejas más en casa y pasar más tiempos juntos.

Las estadísticas reflejan que esto no se llegó a cumplir. Sin embargo, hubo casos, como el de Irene y Lorenzo, en los que sí se dio esa circunstancia. Esta pareja llevaba tiempo intentando convertirse en padres sin éxito alguno. Un poco antes de que surgiese la pandemia, se planteaban consultar su problema de fertilidad al médico e iniciar las pruebas necesarias. No hizo falta. El confinamiento fue santo remedio y actuó rápido. Xulia es uno de los primeros niños lucenses concebidos en esta situación tan especial.

"Debeu de ser o relax do confinamento. Xa levabamos tempo intentando ser pais, pero non o conseguiamos. Quizais influíse o estrés laboral. Estabamos preocupados e xa ibamos facer probas médicas para ver se había algún problema, pero non as chegamos a facer. Ao pouco, xa quedei embarazada de Xulia", explica Irene Díaz Piñeiro, la madre de esta niña, que nació el pasado enero y pronto cumplirá cuatro meses.

El embarazo durante la pandemia no fue fácil, pero transcurrió con normalidad. "Unha das cousas que nos perdimos foi que non deixasen entrar ao papá nas consultas. Foi unha desilusión. Tamén, cada vez que saiamos, tomabamos moitas precaucións para non contaxiarnos. Tiñamos medo porque, ademais, houbo algún caso na familia", comenta Irene quien, como maestra, trabajó incluso el último trimestre de embarazo pese al riesgo de contagio que suponía estar en un colegio cuando aún no había vacuna.

Al final, todo salió bien. Ni Irene, ni Lorenzo Prieto García, su pareja, se contagiaron. Incluso el parto no presentó ningún problema, pese a que tuvo que ser con mascarilla. "Coa máscara, case non vía a cariña da nena cando naceu e ma puxeron no peito!", recuerda Irene, quien celebra este domingo su primer Día de la Madre con su hija. "Sempre o festexei coa miña nai, pero agora tamén o farei coa miña filla", dice.


ÁNXELA, ALEXANDRE Y BRAIS

"Me faltaban manos para atender a mis hijos y al trabajo con los alumnos"

Anxela, con Brais en brazos, y Alexandre, con las tareas. D.M.
[Anxela, con Brais en brazos, y Alexandre, con las tareas. D.M.]

Su historia
Antes ▶En el confinamiento estricto Ánxela (profesora y paciente de riesgo) se encerró en un piso con sus dos hijos de 4 años y 1 y medio.
Durante ▶Cuidó a los niños, teletrabajó y siguió formándose.
Ahora ▶Llevan una vida con menor interacción social.

 

Ánxela Soria reconoce que si hubiese un segundo confinamiento "me costaría cumplirlo". Madre de dos niños pequeños, Alexandre y Brais, profesora en el colegio Ferroviario de Monforte, recuerda aquellos días encerrados en su piso de Monforte "con mucha tensión, estrés y tristeza". "Lo superamos porque los niños tienen una capacidad de adaptación increíble y porque los adultos empezamos sin saber muy bien de que iba todo. Pensábamos que era para 15 días y no sabíamos lo que se nos acercaba", apunta.

Ánxela es una persona de rutinas y horarios que cumplió con todos esos consejos que daban para superar el encierro: "Nos levantábamos, nos duchábamos. Nos vestíamos, había horas de juegos, horas de tareas, de deporte... pero ni con esas", matiza.

Como profesora, tenía una enorme cantidad de trabajo del colegio. "Me pasaba el día delante del ordenador, corrigiendo ejercicios, preparando tareas, contestando dudas de unos alumnos, haciendo reuniones virtuales con otros, atendiendo a los tutores...", rememora. Además, tenía sus estudios de la EOI (Escuela Oficial de Idiomas) con clases virtuales un par de veces a la semana. "Me conectaba con el niño pequeño en brazos y entreteniendo al mayor como podía", recuerda.

Como madre, había que distraer, cuidar, ayudar y jugar. "Alexandre estaba empezando a escribir y él también me necesitaba para sus tareas del colegio". "Me faltaban manos para atender a todo y a todos. Según pasaban los días Alexandre y Brais estaban más aburridos, les costaba dormir, yo estaba más agotada y todos nos enfadábamos. Eso me hacía sentir muy mal", recuerda. Aprovechaba cuando llegaba a casa Daniel Méndez, su pareja, para avanzar. "Pero era complicado porque Daniel trabaja en una asesoría y tenía mucha faena aquellos días por los ertes y los cierres. Vivíamos pendientes de las comparecencias del Gobierno", insiste.

"Conciliar es siempre complicado pero ser madre, confinados y teletrabajando multiplicó las dificultades. Con la desescalada todo fue mejorando y, aunque la situación actual es de mucha incertidumbre, los colegios se han revelado como lugares seguros y los niños han recuperado parcialmente sus derechos a aprender y relacionarse", concluye.


MARU, LALO, CLAUDIA, DAVID JOSÉ Y PABLO

"Llegar desde la habitación hasta la cocina me parecía el maratón de Nueva York"

Maru (segunda por la izquierda), junto a su familia en el paseo marítimo de Burela. AEP
[Maru (segunda por la izquierda), junto a su familia en el paseo marítimo de Burela. AEP]

Su historia
Durante ▶Maru pasó 29 días, algunos con tos y fiebre, aislada en su piso de Burela al dar positivo por coronavirus y su hijo Pablo realizó con ella el confinamiento completo.
Después ▶Asegura que hay "un antes y un después" de pasar el virus, con secuelas tanto físicas como psicológicas.

 

El día 13 de marzo de 2020 Maria Eugenia Suárez López, conocida en Burela como Maru, regresó de su trabajo como auxiliar de enfermería en el Hospital da Mariña y tras encontrarse "un poco mal" vio que tenía casi 38 grados y medio de fiebre. "Unos días antes, en el hospital, ya nos habían dado información sobre el coronavirus y, por si acaso, ya informé a mi supervisora de la posibilidad", explicó.

Pese a la situación y de que Maru no consiguió hacerse las pruebas pertinentes hasta casi varios días después decidió quedarse sola en el piso, donde vive con su marido, Lalo, su hija Claudia y sus dos hijos David José y Pablo. Este último no quiso que su madre pasara la enfermedad sola y se confinó junto a ella, "aunque desde el principio utilizamos la mascarilla para evitar cualquier contagio".

Maru admite que los primeros fueron días "muy duros", no solo porque el virus la debilitó mucho. "Para mí ir de la habitación a la cocina era como correr el maratón de Nueva York", sino también porque no dejaba de pensar en su familia. "Temía que pudiera haber contagiado a mi marido o mis hijos antes del aislamiento. Afortunadamente creo que ninguno lo pasó y Pablo, que estuvo conmigo, si lo tuvo fue asintomático", dijo.

Con la ayuda de su marido, Lalo, que hacía la compra, y de Pablo, que se encargaba de las tareas de la casa y tras unos 7 días con fiebre "y justita de respiración a veces", Maru dejó el confinamiento 29 días después de aislarse, haciéndose una PCR con resultado negativo.

Pese a todo el tiempo que ha pasado, asegura que hay "un antes y un después", tanto a nivel físico como psicológico. "Todavía siento algo de fatiga y más cansancio que antes, incluso al subir las escaleras", señala, enviando un mensaje a todos aquellos que niegan el coronavirus o que pasan de las recomendaciones sanitarias. "Con todo lo que he vivido cada vez que veo la gente en fiestas o aglomeraciones sin mascarilla o sin distancia pienso en la falta de respeto que tienen por el resto de la gente, por los que hemos pasado el coronavirus y por los que hacen lo posible para evitar contagios", concluyó.


JACOBO Y MARGA

"La gente tenía pánico total, la compra nos la dejaban en la acera de enfrente"

Jacobo Docanto y Margarita Formoso. M. MANCEBO
[Jacobo Docanto y Margarita Formoso. M. MANCEBO]

Su historia
Antes ▶Jacobo fue el primer pontés en contagiarse. No se había decretado ni el estado de alarma.
Durante ▶Estuvo 29 días aislado en una habitación de la casa de su madre. Cerró su negocio antes del positivo.
Ahora ▶Siguen con su vida en el estanco y agradecen el cariño de la gente.

 

Jacobo Docanto fue el primer pontés en contagiarse de covid. Una escapada a Madrid para asistir a una gala benéfica fue el origen de todo. "Un caos" que se inició cuando "esto era una simple gripe", cuenta, en referencia a que su caso se produjo antes de decretase el estado de alarma.

"Volví de Madrid bien. El lunes no noté nada y el martes fui al médico por otra cuestión y le pedí que me auscultara porque me dolía el pecho. No quiso, ni me tocó", relata, mientras su madre, Margarita Formoso, añade como apenas unas horas después comezó a subirle la fiebre. "Llegó a tener 40", recuerda.

Eso fue lo que los puso en alerta y por lo que iniciaron una ronda de llamadas "durante toda la noche" para que le hicieran una prueba. Aún sin ella, tomaron la determinación de aislarse —Jacobo se quedó en una habitación de casa de su madre, lejos de su mujer y su hijo, que se confinaron en Mera— cerrar su negocio y poner un cartel avisando a sus clientes.

"Era lo más sensato", dicen al unísono, mientras se les viene a la mente escenas de "pánico total" en aquellos primeros días de "desinformación". "Veíamos por la ventana cómo la gente cruzaba para no pasar por delante del negocio. La compra también nos la dejaban en la acera de enfrente y salíamos nosotros a por ella", explica Marga.

Tuvieron además algunos problemas con los periódicos y revistas que venden en La Casa de Candelaria, su comercio de toda la vida. "No nos los venían a recoger por miedo a contagiarse, se quedaron durante semanas en un cajón", afirman.

Otra de las escenas que no pueden borrar de su mente es la de los sanitarios que vinieron a hacerla la prueba a Jacobo —él casi no recuerda ese momento por la fiebre—. "Se pusieron a sacarse los trajes de astronauta en la carretera, un show", relata la madre, que entre risas cuenta como le gritaba "coronavirus" a su hijo para avisarlo de que le dejaba la comida.

Después de una reapertura complicada "en la que nos tirábamos de los pelos porque había días que la caja no daba ni para enceder la luz", ahora Jacobo y Marga reconocen que el negocio funciona "como siempre", y que además siente el cariño de la gente, que todavía agradece el gesto de haber cerrado por la salud de todos.


ANUNCIO Y ROSA MARÍA

"O que peor se leva é a falta de contacto físico, de poder darlle un bico ou un abrazo"

Rosa López, junto a su madre, que vive en la residencia de mayores de O Incio. EP
[Rosa López, junto a su madre, que vive en la residencia de mayores de O Incio. EP]

Su historia
Antes ▶Una relación muy especial condicionada por el alzhéimer.
Durante ▶La hija vivió el brote en la residencia con la tranquilidad de saber que su madre estaba bien atendida y el lógico temor a que le pasase algo. Después ▶La anciana está vacunada y poco a poco se recuperan las visitas.

 

Anuncia Núñez Roda, de Vilar (Triacastela), fue siempre una persona "botada para adiante, que non lle tiña medo a nada", una mujer luchadora y abierta, "sen os prexuízos que tiña a xente da súa época con respecto aos novos". Así lo explica su hija, Rosa María López, profesora en Sarria, que mantiene con su madre una relación "moi especial", condicionada por el alzhéimer que sufre la anciana desde hace unos años y que provoca que no la reconozca.

La llegada de la enfermedad del olvido a sus vidas generó una degradación en la madre que motivó su ingreso en la residencia de mayores de O Incio, donde lleva cinco años. "A sociedade non está preparada para estes pacientes e non che queda máis remedio que internalos nun centro porque sabes que van estar moi ben atendidos", explica Rosa López.

Las visitas que realizaba con asiduidad a su madre se vieron truncadas por la pandemia y la situación se hizo más difícil cuando saltó un brote que afectó a la mayor parte de la residencia y se llevó 21 vidas. Rosa López rememora esos momentos con una doble sensación: "Por un lado a tranquilidade de saber que estaba en boas mans e por outro coa intranquilidade de saber que podía falecer". "Temín pola súa vida porque estaban afectados e rodeados pero ela ten unha saúde moi forte e sen problema", relata la hija, quien confiaba plenamente "na profesionalidade das persoas que están alí traballando e sabía que se pasaba algo non sería porque non puxesen todo o seu empeño".

En aquellos días tan complicados las llamadas de la residencia, el envío de fotografías y los contactos por videoconferencia fueron claves para las familias y, aunque en su caso su madre no puede seguirle la conversación por causa de su enfermedad, aquellas comunicaciones fueron un bálsamo.

"O que peor se leva é esa falta de contacto físico, de darlle un bico, un abrazo", comenta. Anuncia está ya vacunada y la hija tiene también la primera dosis, lo que no impide que se mantenga el protocolo en unas visitas que poco a poco se van recuperando. Rosa confiesa estar deseando ese abrazo "aínda que ela diga: que é esta?".

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