El desplazamiento a pisos de la prostitución hace más difícil luchar contra la trata

Unas jornadas de Cruz Roja reúnen en Lugo a expertos que abordan este problema desde diversos ámbitos, desde el social al de seguridad
Una de las mesas de debate en las jornadas del martes. XESÚS PONTE
photo_camera Una de las mesas de debate en las jornadas del martes. XESÚS PONTE

Las jornadas sobre la trata de personas que la Cruz Roja está celebrando estos días en Lugo sirvieron para reunir en el mismo foro a diversos actores que están en primera línea de esta lucha: organizaciones no gubernamentales, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y representantes de la Judicatura. Este diálogo permitió identificarse como socios y aliados a actores que muchas veces se han visto como enemigos, y comprobar que comparten no solo los mismos diagnósticos sino también los mismos objetivos.

Uno de esos diagnósticos en los que todos estuvieron de acuerdo es que la tendencia actual de la prostitución (el principal foco de la trata de personas en España) a abandonar los clásicos burdeles y clubes de carretera y refugiarse en los pisos está dificultando la lucha contra esta lacra. La mayor dificultad para acceder a las mujeres prostituidas hace mucho más difícil llevar hasta ellas tanto la ayuda social como la ayuda policial.

Una dificultad, por otra parte, que ya era el principal problema antes de que se extendiera el fenómeno de los pisos, y que obstaculizaba el primer y fundamental paso que los expertos en esta lucha contra la trata tienen que dar para conseguir ser eficaces: establecer un marco de confianza con las víctimas que les permita después no solo prestar ayuda, sino identificar como víctimas de trata a personas que ni siquiera se sienten como tal.

En las ponencias estuvieron Rosa Flores, de la unidad de trata de Cruz Roja; Cristina Reguero, trabajadora social de Cáritas; Juan Redondo, del programa de asilo de Cruz Roja; Liliana Freijeiro, psicóloga de Faraxa; José Manuel Sánchez Murias, jefe de investigación criminal judicial de la Guardia Civil; Sonia Aparicio, jefa de Extranjería de la Policía Nacional de Lugo, y Sandra Piñeiro, magistrada del juzgado de instrucción 2 de Lugo.

Varias miradas, un mismo rostro

Cada una de estas personas abordó el problema de la trata de personas desde la perspectiva que les da su experiencia en particular, pero los asistentes pudieron comprobar que la práctica totalidad de esas experiencias coincidían en lo esencial y dibujaban el mismo rostro. Cristina Reguero lo abocetó así: una persona en situación administrativa irregular, que ha sido captada en un contexto de pobreza, que soporta responsabilidades familiares, con una baja autoestima y antecedentes de haber sido víctima de otro tipo de violencia (generalmente en la infancia o pubertad).

Entre los servicios que prestan unos y otros, tratan de dar protección y acompañamiento integral a las víctimas, pero ni disponiendo de los recursos es sencillo, principalmente porque son las víctimas las que deben dar el primer paso.

Y tampoco es sencilla la lucha contra las redes de trata, ya que hay que identificar las cuatro fases con las que trabajan, con especial relevancia de la primera: la captación en el lugar de origen. Luego llegará la fase de financiación (les dan dinero para el viaje y para que se establezcan en el lugar de destino, dinero que se convierte automáticamente en deuda), la de transporte (facilitándoles la entrada a los países) y, por último, la de explotación.

La clave para luchar contra estas mafias, y quizás lo más complicado, es seguir la pista del dinero, ver hasta dónde llega y tratar de inmovilizar su patrimonio.

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