La demanda de asilo este año ya dobla la de 2017 por la avalancha de venezolanos

Más de la mitad de solicitudes son de ciudadanos de este país sudamericano, que huyen del régimen de Maduro ▶ La Subdelegación del Gobierno registró, en nueve meses, 217 peticiones frente a las 118 de todo el año anterior

Jonathan Barrios Azuaje. EP (venezolano en Lugo)
photo_camera Jonathan Barrios Azuaje. EP

"Nos trajimos la vida en una maleta. Allá quedó el carro, la casa y la tienda que teníamos de recambio de coches. Todo eso ahora en Venezuela no vale nada. Se depreció mucho la moneda. Por eso, decidimos venirnos a España. Nos costó pero vinimos por bienestar, por seguridad y por salud porque teníamos miedo que le pasase algo a nuestra hija de 3 años y no hubiese fármacos para ella".

Jonathan Barrios Azuaje cuenta su diáspora en Lugo, echando la vista atrás a hace un año cuando, con su mujer y su hija, decidieron dejar todo lo que habían conseguido en cuatro años de trabajo para coger una maleta y venirse a España.

Ellos conforman una de las muchas familias de venezolanos que viven ahora en Lugo y pidieron asilo político para poder quedarse en España y no regresar a su país, del que huyeron por la fuerte crisis económica que vive el país caribeño con las políticas implantadas por Nicolás Maduro.

La abultada llegada de venezolanos infla las peticiones de asilo que se tramitaron este año, de enero a septiembre, en las oficinas de la Subdelegación del Gobierno, donde suman ya 217 solicitudes. Una cifra que casi dobla al total de demandas que hubo en todo el año 2017 en Lugo, que fue de 118.

El agravamiento de la crisis económica en Venezuela y la incesante salida de los ciudadanos de este país hacia España explica que las peticiones de asilo político desde Lugo se hayan incrementado de esa manera durante lo que va de año. De hecho, del total de 217 solicitudes, 126 fueron tramitadas por súbditos venezolanos que, hartos de las penurias económicas y de la violencia que hay en su país, tomaron la decisión de dejar una vida hecha en su tierra y lanzarse a la aventura del vacío en un país unido por la lengua pero con unas costumbres, una cultura y un clima muy diferente al suyo.

Quizás por ese miedo al vacío o por no dejarlo todo, Jonathan fue de los venezolanos que se resistieron a abandonar su tierra hasta que se vio desbordado por la situación. Su madre y sus dos hermanas lo hicieron mucho antes que él, ya cuando entró Hugo Chávez en el Gobierno venezolano. Fueron saliendo a cuentagotas en los últimos dieciocho años, pero a Jonathan le iba bien con una empresa distribuidora de recambios de automóviles que había montado con la que llevó una vida que le permitió comprar un coche y una casa y tener un nivel de vida digno hasta que todo se acabó.

"Me quedé solo en Venezuela pero me resistía a venir porque, quieras o no, esto es distinto. Ahora no se puede comparar esta mala Venezuela que tenemos con la Venezuela bonita que tuvimos. Hace años, Venezuela era un país muy alegre, lleno de oportunidades y que recibía a los extranjeros con los brazos abiertos. Nosotros estábamos acostumbrados a recibir a gente en nuestro país. Desde los años 30 del siglo pasado, lo estuvimos haciendo. A lo que no estábamos acostumbrados es a emigrar. Eso nunca lo hemos hecho y ahora lo estamos haciendo", afirma.

Del total de 217 solicitudes, 126 fueron tramitadas por súbditos venezolanos que, hartos de las penurias y la violencia, dejan su país

Jonathan y su familia recibieron desde que llegaron a Galicia –el 5 de octubre de 2017– el apoyo de Accem y Cruz Roja y consiguió rehacer su vida en Lugo, de momento, como camarero, un oficio del que no tenía ni la más mínima idea y que ahora ya le comienza a gustar. Pero sabe que aquí abrirse camino es más difícil y emprender –que es su ilusión– es mucho más costoso que en su país de origen. "Allá no necesitas tantos papeles como aquí para montar un negocio. Los impuestos son también más bajos pero ahora Venezuela es un inmenso éxodo. Mi país está viviendo una crisis humanitaria. No se respetan los derechos humanos. En estos últimos años, se cerraron más de 55 televisiones y 240 radios. Los medios de comunicación están sujetos al régimen de Maduro. Hay mucha hambre, mucha violencia y, lo que es peor, mucha impunidad hacia los delincuentes. Por si fuese poco, ahora faltan medicinas y enfermos renales o con cáncer están resignados a la muerte por no haber tratamientos para ellos. También hay mucha desnutrición. Allá el Gobierno nos da el que llamamos 'carné de la patria', que es una cartilla donde nos racionan el consumo de gasolina, los gastos médicos y los alimentos. Cada vez hay más gente que come de la basura y la gente se pelea por la comida que puede encontrar en un contenedor", relata Jonathan.

En medio de este panorama de escasez, violencia y falta de libertades, Jonathan recibió una llamada para ser extorsionado y él se negó. Quizá fue la gota que colmó el vaso y le hizo coger la maleta. "Iba muy bien con la empresa. No nos hacía falta de nada pero me resistí a pagar una cantidad que me pedían y decidí venirme por miedo a un secuestro. Allá quedó el carro, la casa y la mercancía que tenía almacenada. Nos trajimos la vida en una maleta y ahora todo está en proceso de venta pero la moneda se devaluó muchísimo, 2.400 veces en un año, y todo se depreció. Allá quedaron cuatro años de trabajo que ahora no cuentan para nada", se lamenta.

La llegada a Lugo de esta familia con su vida metida en una maleta es literal. Desde hace un tiempo, el Gobierno venezolano bloquea el dinero que sus ciudadanos puedan tener ahorrado en el banco y no pueden ni sacarlo antes de viajar ni tampoco desde otro país. Pero Jonathan y su familia salieron adelante con la ayuda de Accem y Cruz Roja. "Nos ofrecieron vivienda, alimentos y sanidad. Todo gratuito durante seis meses. Ahora tengo ya la tarjeta roja que te da Extranjería y que te permite trabajar, pero pedí asilo político. Mi idea es hacer vida aquí. No es opción volver", dice.

"Cada día vienen más y este año pasamos de ser unos 600 a ser ya 1.000"

Jonathan Barrios Azuaje se acomodó muy bien en Lugo, donde enseguida encontró el apoyo de la asociación Venelugo, de la que es secretario. "Cada día son más los venezolanos que llegan. En la asociación, contamos 600 a principios de año y ahora somos 1.000. Atendemos a unas 30 personas nuevas al mes", cuenta. Jonathan rehizo su vida como camarero pero su ilusión es montar aquí una empresa de recambios de coches con taller incluido para la que ya pensó en un posible nombre, Todo Filtros Lugo.