De dejar tu piso en alquiler social a perderlo todo

Una lucense denuncia que se encontró la vivienda sin un solo mueble y hasta con los enchufes arrancados cuando recuperó su casa
María Jesús Gutiérrez, en el piso, donde está teniendo que hacer una reparación integral. XESÚS PONTE
photo_camera María Jesús Gutiérrez, en el piso, donde está teniendo que hacer una reparación integral. XESÚS PONTE

María Jesús Gutiérrez entró hace unos días en el piso que heredó de su madre y no podía creer lo que veían sus ojos. La vivienda que había alquilado en 2017 a unos usuarios de Cruz Roja estaba vacía y destrozada. Habían desaparecido los muebles, la vajilla, todo el menaje y toda la ropa de casa. Quedaban persianas rotas, enchufes arrancados y puertas y paredes destrozadas.

Ha tenido que adelantar 1.500 euros para las primeras reparaciones y ya le han advertido que el coste final de recuperar el "esqueleto" del piso subirá a entre 4.000 y 5.000 euros. Y son gastos en los que no entra aún el cálculo de lo que costará reamueblar la casa.

María Jesús va disgusto tras disgusto. Su pesadilla, dice, empezó en 2017. Había puesto en alquiler, a través de una agencia, el piso heredado de su madre y entonces, asegura, llegó la llamada desde Cruz Roja. Inicialmente ella rechazó esa fórmula de alquiler, pero la acabaron convenciendo. La labor de persuasión fue buena, dice, hasta el punto de que incluso accedió a rebajar la renta, que dejó en 375 euros mensuales.

Al principio, cuenta, todo eran garantías y no dudaron en asegurarle que el pago del alquiler y de los gastos de la vivienda iba a estar garantizado porque sería Cruz Roja quien pagaría los primeros doce meses. Y reconoce que el primer año los pagos se hicieron.

Los problemas empezaron después. Los pagos de la renta no paraban de acumular retrasos y lo mismo ocurría con los de los servicios. Al final decidió liquidar el alquiler y, a través de su abogado, advirtió a los inquilinos que debían dejar el piso en junio. Se fueron un poco antes y no le dieron las llaves. Las entregaron en la agencia en la que ella había puesto en su día el piso en alquiler, algo que ya despertó sus alarmas.

Cuando fue al piso, lo que se encontró superó sus peores temores. Solo había una vivienda destrozada y vacía. En el trastero encontró, al final, el sofá y algunos colchones. Verlos fue casi peor que haberlos tenido que dar por desaparecidos. Estaban destrozados. Y con rastros de suciedad que convocan a la náusea. Todo eso en muebles que estaban sin estrenar, porque su madre equipó el piso cuando lo compró, pero nunca llegó a vivir en él.

Ahora está sin piso, con muchos gastos por delante y todavía tiene que hacer frente a facturas que le dejaron sin pagar. Por si fuera poco, también tiene dilemas. Se plantea, por ejemplo, si le merece la pena ir al juzgado a reclamar el agujero económico que le han dejado. Y entre tanto quebranto, lo que sí dice tener claro es que quiere advertir a otras posibles víctimas antes de que accedan a alquilar pisos para iniciativas sociales sin garantías suficientes y sin control. Su experiencia prueba, asegura, que al final se puede acabar sufriendo un agujero económico enorme.

Tras dos semanas acudiendo a Cruz Roja para advertir del nefasto resultado de su experiencia, este miércoles fue recibida. En Cruz Roja dijeron lamentar la situación, que nada tiene que ver la experiencia mayoritaria con las personas a las que se acoge en Lugo, recalcaban.

ACLARACIÓN. Cruz Roja remarcó que el contrato de alquiler no lo firma la entidad, sino las personas beneficiarias de los programas de acogida. Lo que hace Cruz Roja es pagar el primer año del alquiler y todos los gastos de la vivienda de ese periodo, y hacer un seguimiento a los acogidos hasta que encuentran un trabajo y logran la autonomía económica.

Es muy habitual que muchos de los refugiados que acceden a esos programas de ayuda y que llegan a Lugo derivados por el Gobierno tengan ya trabajo en los tres primeros meses y puedan dejar de recibir ayudas, apuntan. Indican que ese caso no es algo normal, que la integración funciona.

En el caso de los inquilinos de María Jesús Gutiérrez no fue así, admiten, y la entidad dice lamentar la experiencia de la mujer, pero también señala que el contrato de alquiler fue entre particulares, no con Cruz Roja. Descartan que fuera un trabajador de la organización quien llamó insistentemente a María Jesús para convencerla de que alquilara su piso a la pareja que al irse se llevó hasta los tiradores de los muebles de la cocina.

Ella sí asume que el primer año, cuando Cruz Roja hacía seguimiento de sus inquilinos, la renta y los recibos siempre se pagaron.