De la subsistencia a los drones

En el curso 1967-68 echó a andar la Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Agrícolas (Euita) de Lugo, el germen de lo que hoy es la Escola Politécnica Superior. Allí se formaron los primeros técnicos especializados de Galicia, que vivirían en primera fila la mayor revolución del campo gallego en siglos

Antiguo edificio de la Euita. AEP
photo_camera Antiguo edificio de la Euita. AEP

Concepción Ferreiro Fernández está convencida de que ha asistido al "mayor cambio que experimentó la agricultura" en la historia. Esta ingeniera técnica pertenece a las primeras promociones de la Euita, que en Lugo siempre se conoció popularmente como escuela de peritos agrícolas, a pesar de que esta figura profesional desapareció en favor de los ingenieros técnicos.

La Euita empezó a formar profesionales en el curso 1967-1968. Titulados de esa promoción y otras muchas que vendrían participaron en el cambio radical que experimentaría el campo gallego en las siguientes décadas, un papel que le ha valido a la Escola Politécnica Superior, deudora de la Euita, el Premio Aresa de Desenvolvemento Rural. "Hasta nuestros padres, la agricultura había sido prácticamente igual", dice Concepción Ferreiro, "una agricultura de autosuficiencia" que fue quedando atrás en las últimas décadas del siglo XX.

Cuando Concepción se enroló en la Euita —que empezó en la sede de la Escuela de Comercio, donde ahora están los juzgados, hasta que se construyó su sede en la Avenida de Madrid— eran una docena de mujeres en una promoción de unos 40 alumnos. "Y todas terminamos la carrera y trabajamos en lo nuestro", apunta. Era una ratio mucho mayor que la que había en Madrid, donde estudió Sonsoles Izquierdo, que acabó ejerciendo en el catastro en Lugo.

Concepción Ferreiro: "Éramos una docena de chicas en una promoción de unos cuarenta alumnos y todas acabamos la carrera"

Concepción, tras dar clases particulares y hacer estadísticas agrarias, preparó las oposiciones al Cuerpo de Técnicos Agrícolas del Estado y las aprobó. Con el tiempo y la llegada del Estado autonómico, acabaría siendo transferida a la Xunta de Galicia. En aquel entonces, en torno a 1979, "igual éramos 3 o 4 funcionarios para toda la provincia", recuerda.

El desarrollo de las políticas agrarias, la llegada de las autonomías y la entrada en la Comunidad Económica Europea sumaron para que se multiplicaran exponencialmente las plazas en la Administración, que fueron el destino profesional de muchos de los primeros titulados.

La entrada en la CEE "propició el gran cambio agrario", indica Concepción. Se pasó, "a una agricultura mucho más intervenida, en teoría para mejor, en la que la Administración se mete en todo". En su opinión, el efecto de la cuota láctea "está por estudiar, pero a modo de resumen diría que fue positivo; hubo ayudas para mejorar las explotaciones, se profesionalizó el sector y quien quiso mejorar, pudo hacerlo", explica. "Saber que ibas a poder vender la cuota daba cierta seguridad que ahora no hay", añade.

A pie de campo, las explotaciones disminuyeron en número, pero aumentaron en tamaño. De dos o tres vacas en una cuadra se pasó a establos más modernos hasta llegar a una media de 40 vacas por explotación.

María López de la Calle: "Los ingenieros no somos agricultores, sino que tenemos que darle a ellos soluciones de futuro"

Y en otras ramas, como el catastro, donde ejercía como funcionaria Sonsoles Izquierdo, "todo se hacía a mano, no había ni ordenadores ni fotocopiadoras". Hoy, sin embargo, la informática manda "y casi no se va al campo".

De las primeras promociones es también Eloi Villada, que cuenta que a principios de los setenta, explotaciocuando terminó la carrera, "había moito traballo, había moita xente que facía partixas e medía fincas, mellor ou peor, e considerábase intrusismo. Co tempo foron desaparecendo". En su caso, también optó por las oposiciones, que aprobó para la Agencia de Desarrollo Ganadero. Igual que Concepción, acabaría perteneciendo a la Xunta de Galicia. "Había oposicións todos o anos, pero moitas veces con poucas prazas. Convocábanse para toda España e había que facer os exames en Madrid", cuenta.

Eloi ilustra el cambio "tremendo" que sufrió la agricultura con datos. "Cando eu empecei a traballar o 40-50% da poboación era rural e vivía do medio rural", cuando hoy apenas supone el 25%. "A agricultura deixou de ser un policultivo de subsistencia para pasar a especializarse", describe. Gran parte de la superficie de matorral se dedicó a pastos o, alentada por las ayudas europeas, a plantaciones forestales, sobre todo de eucaliptos y pinos, cuya falta de mantenimiento y de ordenación, es hoy en día causa de graves incendios, argumenta.

En su opinión, el sistema de cuotas llegó en un momento en que "o leite estaba collendo moita forza e había moita ilusión" y, como resultado, "cortou as expectativas de crecemento e fixo que se concentrara a produción nalgunhas zonas, que desaparecera noutras e que moita xente abandoara o campo".

José Manuel Castro López, que optó por el ejercicio libre de la proprofesión en la zona de Sarria, recuerda también que en los años 80 y 90 hubo un bum de granjas de porcino: "Estaban de moda y daban dinero, pero después el mercado se estabilizó y mucha gente empezó a tener pérdidas y lo dejó".

Paso a la Politécnica, nuevos horizontes y masificación
La actual Escola Politécnica Superior le dio el relevo a la Euita en los años 90 y acogió otras carreras que se habían ido sumando, como el segundo ciclo de Ingeniería Agrónoma, la Ingeniería Técnica Forestal y, más tarde, la Ingeniería de Montes.

Las décadas de los años 1990 y 2000 fueron años de efervescencia en ese centro, con cifras de matrícula inimaginables hoy en día. Manuel Pérez Gómez terminó la carrera en 2005 y recuerda perfectamente esa época de masificación. "O primeiro ano, se chegabas tarde non había onde sentarse, había que quedar nas escaleiras", dice.

Manuel Pérez Gómez: "A principios da década dos 2000 no primeiro curso se chegabas tarde a clase tiñas que sentar nas escaleiras"

Su trayectoria es totalmente distinta a la de quienes estudiaron en los años setenta. Tras terminar, se integró en uno de los múltiples grupos de investigación que se han ido creando en la Escola Politécnica, el Laborate —responsable, entre otras cosas, del Sistema de Información de Terras de Galicia (Sitegal)— y, al mismo tiempo, siguió formándose en el centro. Hizo Ingeniería de Montes y más tarde, cuando el sistema universitario se adaptó a Bolonia y la ingeniería técnica, como el resto, pasó a ser un grado, hizo también el curso puente para convalidar.

En esta nueva etapa, se encontró con aulas mucho más vacías, pero con una aproximación similar. "Non vexo moita diferencia con cando empecei eu. Na escola hai unha visión clásica da disciplina; hai materias nas que se dá o mesmo que hai 15 anos", explica. Sí encuentra diferencia en los métodos de estudio porque "hai máis traballo do alumnado, non se trata tanto de coller apuntes".

La crisis y el descenso de fondos lo alejaron, como a otros muchos, de la actividad investigadora y desde abril de 2016 trabaja como técnico de la Diputación Provincial, en la inspección de ayudas a las comunidades vecinales. Es un trabajo que le gusta, dice, porque "está un pouco entre a oficina e o campo, falas moito cos paisanos". Su afán es usar los conocimientos que adquirió en el grupo de investigación para ayudar a modernizar la Administración. "A idea que teño é facer unha intranet entre todos os técnicos municipais onde ter ferramentas para xestionar bens municipais e intercambiar coñecementos", explica.

Investigación y agricultura de precisión, el futuro
La opción investigadora, inexistente para las promociones más antiguas, seduce a cada vez más titulados, interesados en buscar soluciones a los nuevos desafíos de la agricultura. Una de ellas es María López de la Calle, que tras estudiar en la Politécnica ahora disfruta de una beca de Formación de Profesorado Universitario en el CSIC en Murcia. Ella ya no vivió las clases masificadas, sino que su promoción, con unos 30 alumnos, estuvo por debajo del límite que exige la Xunta a las carreras de campus periféricos: 45 alumnos. De esa treintena, las mujeres representaban la mitad. "En la profesión ahora hay tantas mujeres como hombres. Donde yo trabajo hay una mayoría clarísima de mujeres, pero los jefes son todos hombres", explica.

Dice que no se arrepiente en absoluto de haber escogido esta carrera y que nota más entusiasmo por esta titulación en el entorno en el que se encuentra ahora que en Galicia. "Aquí dices que eres ingeniera agrícola y les parece que no podrías haber hecho nada mejor", explica.

María investiga la adaptación de las plantas, especialmente los tomates, al estrés abiótico —condiciones de salinidad, temperatura, luz, humedad...— que supone el cambio climático. Se trata de estudios avanzados con gran implicación de las empresas. "El cambio climático es algo que está pasando y tenemos darle solución porque la gente tiene que seguir comiendo. Los ingenieros no somos agricultores, sino que tenemos que darles a ellos soluciones de futuro", aduce.

El entorno para el que investiga está ya volcado en la agricultura de precisión. "Aquí ya se usa mucho el cultivo hidropónico, que consiste en ponerle a la planta un hilillo de agua que le aporta todos los nutrientes; todo se mide al milímetro, no se desperdicia el agua y se garantiza que no vaya ni un gramo más de fertilizante del necesario y no contamine", explica. Ella misma es un ejemplo de que el futuro ya está aquí: "Controlo mis tomates con una aplicación móvil y no necesito ir todos los días a la finca; pero si veo que pasa algo, voy", apunta.

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