Serfuja, de las coronas alquiladas y la caja en la bicicleta al velatorio del siglo XXI

La empresa de servicios funerarios inauguró este viernes en el edificio Fénix de la Praza Maior una exposición que recorre 75 años de evolución del sector
Los propietarios de Serfuja con sus familias, en la inauguración de la exposición. XESÚS PONTE
photo_camera Los propietarios de Serfuja con sus familias, en la inauguración de la exposición. XESÚS PONTE

Llegaba un vecino a avisar de viva voz de una muerte. Se pedía un dato clave: la altura del fallecido y los dos adultos de esa casa comenzaban una actividad frenética. Javier Balado, abuelo del actual gerente de Serfuja, comenzaba a cortar madera para hacer la caja. Su mujer, Emilia Lanza, se sentaba frente a la máquina de coser para hacer el tapiz que la recubriría, una especie de funda llena de fruncidos que decoraban los ataudes en los años 50, cuando ambos echaron a andar el negocio. Una muestra de esa economía colaborativa familiar se puede ver desde este viernes en la exposición que recorre los últimos 75 años del sector en el edificio Fénix de la Praza Maior.

De hecho, la última caja que hizo la pareja recibe al visitante de la muestra. "Neste tipo de traballos é onde se vía o esforzo por deixar atractivos os pregos da caixa, que se presentaban formando figuras como as das rosas nunha acción que se facía completamente a man", explica Jorge Balado, responsable actual de Serfuja. "Ten un gran valor simbólico porque evidencia a evolución de Serfuja dende a actividade inicial de fabricante de caixas ata pasar a ser logo comerciante deste tipo de produtos para, finalmente, chegar ao estado actual dun grupo que presta diversos servizos, señala.

Al lado se expone un pequeño ataúd para dejar en evidencia la alta mortalidad infantil de la época. Los niños representaban el 30% de los trabajos de la empresa. "Agora non chegan ao 1%. Non hai nada peor para nós que ter que enterrar a un neno", admite Balado sobre sus trabajos más difíciles. La caja muestra una corona con flores de plástico que, en el pasado, se hicieron con plumas, primero y tela, después. Eran propiedad de la funeraria y se alquilaban.

"Cambiáronse as de plumas polas de tela porque a segunda vez que se usaron as de plumas choveulles e xa non se podían usar de novo", explica.

La muestra, además de paneles contanto la historia de la empresa, muestra las herramientas con las que el abuelo del actual gerente fabricaba de cero las cajas y también la bicicleta donde las portaba. Acudía a las casas a instalar el velatorio armado con los mantos con los que se hacía la capilla, los candelabros y materiales para ayudar a adecentar el cadáver. El maletín de madera donde se guardaban esos bártulos aparece en la exposición luciendo el primer número de teléfono de la empresa: el 42.

También se puede contemplar la precisa contabilidad del fundador, con una letra formidable que ya es dificil de encontrar y que hace sencillo conocer cuánto costaba cada cosa. Una caja para un residente en "el manicomio" se pagaba a 250 pesetas; la caja de un señor, 850; la de un niño, 350. Nada que ver con el precio de entre 1.000 y 10.000 que se pueden pagar ahora, en función de la madera y los acabados. Alquilar una corona costaba 25 pesetas. Fue necesario esperar hasta los años 80 para contar con flores naturales, cuando el transporte facilitó el suministro regular.

Balado destaca que, si bien la empresa se fue modernizando y profesionalizando, nunca hubiera podido mantenerse y crecer sin una actividad que su abuela ejercía con dedicación y a menudo por la noche, en el tiempo que le quedaba después de coser mortajas y fundas de ataudes: arreglar medias. Como eran un artículo de cierto lujo, que las mujeres no podían renovar con frecuencia, le pagaban por darle solución a sus carreras.

75 anos de vida na morte se podrá visitar de forma gratuita hasta finales de año en el edificio Fénix de la Praza Maior en horario de mañana. También se harán visitas guiadas bajo demanda y contará con horarios ampliados en San Froilán y otras fechas festivas. "Con esta exposición damos un paso máis no cumprimento do noso obxectivo de naturalizar a morte e de achegala ao conxunto da sociedade", recordó Balado.

Al acto de inauguración acudieron, entre otros, la subdelegada del Gobierno en Lugo, Isabel Rodríguez; el delegado de la Xunta, Javier Arias; la vicepresidenta del Parlamento gallego, Elena Candia; el concejal de Dinamización Empresarial, Mauricio Repetto y representantes de la CEL, asociación de hosteleros o del club voleibol Emevé, entre otros.
 

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