Confinadas, como de costumbre

Las órdenes de clausura de Lugo se readaptan a la situación pese a vivir entre cuatro paredes. Las Agustinas tocan más las campanas y desinfectan con colonia para ahuyentar el virus
Algunas de las agustinas, con la superiora, María Fernanda Climent, y dos de las salesas, Virginia Mbula, la superiora, y Francisca Munyiva con los dulces que hacen y venden por internet. SEBAS SENANDE
photo_camera Monjas agustinas, en el convento de Santo Domingo. SEBAS SENANDE (AEP)

A las tres congregaciones religiosas de clausura de Lugo no las pilla desprevenidas la cuarentena por el coronavirus. Las Salesas, las Agustinas y las Carmelitas Descalzas viven permanentemente entre cuatro paredes sin apenas contacto con el exterior, en un régimen de confinamiento similar al del decreto del estado de alarma: solo salen si tienen que ir al médico, a hacer algún trámite que lo justifique o a comprar.

Por ese motivo, para ellas la vida poco cambió estos días de cuarentena obligada. Salvo pequeñas excepciones como, por ejemplo, que aumentaron sus rezos, que utilizan alcohol o colonia para desinfectar superficies y que tocan las campanas a las doce del mediodía, hora del Angelus, en señal de que la Iglesia está ahí, incluso en los momentos más difíciles.

"Como no salimos habitualmente, la verdad es que no tenemos miedo a contagiarnos y, para nosotros, la vida no cambió. Hoy mismo [por ayer] habíamos pensado ir a renovar las tarjetas de Extranjería a la Policía porque varias hermanas son guatemaltecas y llamamos a la Policía Nacional y no nos dejaron ir, nos dijeron que todo estaba cerrado y quedaba todo anulado hasta después de la cuarentena", comenta la superiora de las Agustinas, María Fernanda Climent.

Aunque, por ahora, la congregación tiene la despensa bien provista, las Agustinas se encontraron con un problema el otro día cuando hicieron su habitual pedido a la cadena de supermercados Gadis. "Quisimos encargar algo al Gadis y no admitieron nuestra petición porque no recogían ya los pedidos. Menos mal que somos prevenidas y tenemos todavía víveres. Si no, lo pasaríamos mal", indica la superiora.

En las Agustinas, apenas utilizan medidas protectoras para no contagiarse del virus dada su condición de monjas de clausura. Sin embargo, discurrieron la idea de aprovechar un frasco de colonia para utilizarla como desinfectante en el convento.

Tocan a gloria a la hora del Angelus, "para decirle al pueblo que la Iglesia está viva"

"El único desinfectante que tenemos es la colonia. Al fin y al cabo, está hecha de alcohol y, además, deja buen olor. Lejía no echamos porque alguna hermana tiene alergia a este producto. Tratamos de salir al huerto, donde hay oxígeno bueno", explica María Fernanda Climent.

El coronavirus provocó también, en las Agustinas, un cambio de costumbres en el toque de campanas. Desde el pasado domingo, tocan a gloria a la hora del Angelus. Es decir, a las doce del mediodía. "Eso es para decirle al pueblo, como no hay misa, que la Iglesia está viva. Así que tocamos a gloria, diez minutos seguidos, aparte del otro toque diario que tenemos a las tres", comenta la madre superiora.

Las Agustinas también notaron la epidemia en otra incidencia en su vida cotidiana: acababan de comprar una nueva máquina para hacer hostias, que encargaron en Zaragoza, y no la pueden enviar. "No nos pueden traer la máquina porque el hombre que hace la instalación tendría que quedarse a dormir en Lugo y no hay hoteles abiertos. Por lo tanto, seguiremos haciendo hostias con la máquina vieja", cuenta la superiora.

Carmelitas Descalzas | "Tenemos la llave limpia con alcohol"
En el convento de las Carmelitas Descalzas, solo viven seis hermanas que tampoco salen al exterior. Aun así, se toman sus medidas preventivas contra el coronavirus. "No salimos porque somos de clausura pero, a veces, viene gente al convento. La semana pasada tuvimos unos obreros, pero ellos estuvieron en la huerta y no nos acercamos para nada", dice la madre superiora, María Magdalena Juan Lúquez.

Si hay algo en este convento que pasa por la mano de las seis hermanas eso es la llave del convento. "Tenemos la llave bien limpia con alcohol y así ya no hay contagios", afirma la madre superiora.

Procesiones en el convento
Estas monjas comenzaron a hacer procesiones dentro del convento y rogativas especiales para pedir "por las almas y cuerpos de las personas", dice María Magdalena.

Contrariamente a lo que hicieron muchos lucenses, las monjas no se proveyeron mucho de comida "pero nos arreglamos", asegura la superiora de las Carmelitas.

 

Las Salesas aumentan sus rezos a ocho horas diarias para frenar la epidemia

La cuarentena se hace notar en el convento de las Salesas en que su cocina ya no huele a repostería —como era habitual en los últimos años— y en que se doblaron los tiempos dedicados a la oración.

La expansión del coronavirus cerró, de momento, el taller de repostería en el que hacían pasteles, galletas, bizcochos y tartas por encargo —entre otros dulces— para evitar que sus clientes salgan de casa y se expongan a contraer la enfermedad. El cese de esta actividad no les está suponiendo, de momento, ninguna carencia económica pese a que esta congregación se vio obligada a crear este obrador para poder sobrellevar los gastos del convento.

Las Salesas han tenido que cerrar temporalmente el taller de repostería

A cambio, el tiempo invertido en la cocina lo están destinando ahora a su verdadero trabajo, "la oración", como reconoce la madre superiora, la keniata sor María Virginia M Bula, hasta hacer un total de ocho horas diarias de rezos.

"Dedicamos mucho más tiempo ahora a la oración. Comenzamos a las cinco y media de la mañana y estamos rezando hasta las siete y media. Y, después, por la tarde empezamos a las siete y estamos hasta la una de la mañana. Son oraciones al Santísimo y nos vamos turnando. Dentro de ese tramo horario, de siete a una, tenemos también una misa y cuatro rosarios. Al fin y al cabo, nuestro trabajo es la oración", afirma la superiora María Virgina MBula.

Para protegerse de un contagio en sus escasas salidas al exterior, estas monjas utilizan alcohol para desinfectar las instalaciones y también toman una bebida hecha con agua y limón. "La tomamos porque tiene mucha vitamina C y es buena para las defensas", dice la superiora.

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