"Cogió un cristal y hui por una puerta", recuerda la trabajadora social agredida

Acudió este martes a su puesto con nerviosismo y solo pudo atender dos de las citas programadas
Estado en el que quedó este martes el despacho de la mujer intimidada en el centro social de Frigsa
photo_camera Estado en el que quedó este martes el despacho de la mujer intimidada en el centro social de Frigsa

Un policía local vigiló este martes durante prácticamente toda la mañana el centro social de A Milagrosa, donde el día anterior un usuario destrozó el mobiliario del despacho en el que estaba siendo atendido y blandió un cristal hacia la trabajadora social que le escuchaba, pero aun así la profesional no fue capaz de atender a todas las personas que tenía citadas. «A ratos estoy bien y a ratos lloro. Atendí a dos personas y anulé las demás citas», explicó la trabajadora, que está cubriendo una baja en ese centro desde el mes de noviembre, aunque con anterioridad ya trabajó para el Concello de Lugo.

La mujer acudió a trabajar porque, tras recetarle un ansiolítico, el médico de la mutua consideró que era lo mejor que podía hacer. Su contrato es temporal, pero este martes le hubiera gustado estar lejos de su puesto de trabajo. Al otro lado de la pared, en el parque de Frigsa, el hombre que la agredió el día anterior vendía artículos en una manta en el mercadillo. Tras la violenta reacción del día anterior fue detenido, pero el juez decretó su libertad y no le impuso ningún límite de movimientos, según explicó el gobierno local.

A mediodía, la trabajadora seguía en su puesto de trabajo y trasladaba la «preocupación» y la «indignación» que se vive en el colectivo de trabajadoras sociales del Concello por las condiciones en las que tienen que trabajar. En ese momento, la profesional no sabía que el gobierno local acababa de anunciar que adoptaría medidas para mejorar la seguridad en los centros sociales.

La trabajadora explica que la atención a personas que pueden sufrir estados de alteración y las visitas en solitario a domicilios son riesgos consustanciales a su trabajo, pero cree que se podrían aumentar las medidas de seguridad. Recuerda que no es la primera vez que se enfrentan a reacciones violentas de usuarios y que el colectivo profesional siente que «no se ponen medidas. Desde la autoridad parece que se normaliza esta situación». «Aquí nunca se busca la confrontación, estamos para ayudar, pero a veces conoces a la gente y ya tienes una relación fluida con ella y otra no sabes a quién tienes delante», afirma.

La trabajadora no se explica la reacción del agresor y cree que fue «un brote, que ni él mismo controlaba lo que estaba haciendo». Fue muy educado y no hubo discusión por medio. La conversación era totalmente tranquila, ni siquiera había dado pie a decirle ni que sí ni que no a su petición», relata.

El hombre es usuario de los servicios sociales, pero con esta trabajadora solo había tenido dos contactos. Hace unos días en el pasillo, donde le explicó que debía pedir cita, y el lunes, que era cuando la tenía. Solicitaba ayuda para pagar el alquiler y estalló cuando la trabajadora le preguntó en qué había invertido los 2.000 euros que se le habían entregado hace unos meses. «Cogió la silla y la lanzó hacia la lámpara y con un cristal se dirigió hacia mí. La suerte fue que tenía una puerta en el lateral, estaba abierta y pude salir», explicó la profesional.

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