"No cierro las puertas a nada en la política. Si en un momento me necesitan, ahí estoy"

Escarbando en sus adentros, quizá se le puede encontrar algún resquemor por haberle pasado por delante dos candidatos a la alcaldía del PP cuando él lo dio todo
Enrique Rozas. XESÚS PONTE
photo_camera Enrique Rozas. XESÚS PONTE

HOY MISMO estrena su jubilación y se le ve contento, pese a que lo cuenta como si de una condena se tratase: 42 años, 1 mes y 16 días. Ese fue el tiempo trabajado por Enrique —Quique— Rozas como funcionario de la delegación de Defensa en Lugo. Con las excepciones de las dedicaciones exclusivas en el Ayuntamiento como miembro del PP.

Después de toda una vida en Defensa, se despierta hoy jubilado. ¿Le costó levantarse?

Es una sensación extraña porque, por un lado, soy yo el que toma la decisión de marcharme, pero, por otro lado, fue toda una vida dedicada a ese trabajo y ahora me toca replantear mi situación personal. Aun así, ¡siempre habrá un charco en el que meterme! Ahora es mi tiempo y el de mi familia, a la que le tengo que devolver mucho tiempo. Volver a arbitrar a niños pequeños me haría ilusión.

Más de cuatro décadas de funcionario y siempre en el mismo sitio.

Sí, fueron 42 años, 1 mes y 16 días. Empecé el 1 de agosto de 1978, en el cuartel de San Fernando y en la comandancia de obras. Había acabado el servicio militar y decidí presentarme a la oposición. Así viví estos años, alternando mi trabajo como funcionario con los puestos que tuve en el Ayuntamiento. Primero, como gerente del Patronato de Deportes con Vicente Quiroga, Tomás Notario y Joaquín García Díez, y después, como concejal del PP.

¿Cómo cayó en Defensa?

Coincidió que había plazas en Defensa y allá fui. Bien es verdad que no me desagradaba la idea ya que mi abuelo fue militar, del regimiento de Caballería, y mi padre fue funcionario también de Defensa, además de constructor. Tras aprobar, alterné el trabajo con los estudios de Empresariales y el arbitraje de baloncesto. En ese tiempo, tomé una decisión errónea que me pasó factura después.

¿Y cuál fue esa decisión?

La de no acabar la carrera. Eran tres años y lo dejé en segundo. Quizá ese sea uno de los charcos en los que me meta ahora.

Pero como ya tenía la plaza de funcionario, quizás no hubiese utilizado mucho el título universitario...

No hubiese dejado mi trabajo pero la carrera me podría haber abierto alguna puerta que se me cerró.

¿Qué le quedó tras tantos años trabajando en Defensa?

Aprendí mucho trabajando con los militares. Sobre todo, adquirí valores como el honor, la lealtad, la disciplina y la jerarquía.

¿Le valieron de algo esos valores en la política donde, precisamente, escasean un poco?

Sí porque, incluso en la política, yo no sería capaz de hacer algo en contra de estos valores. Para mí, es muy importante seguir saludando a la gente. Nací junto a las Casas Baratas, en la calle Tui, y luego nos trasladamos a Grabador Castro Gil y todavía conservo a los amigos de la niñez y también de la adolescencia.

Empezó trabajando en el cuartel de San Fernando. ¿Qué recuerdos guarda del cuartel en activo?

Allí viví el golpe de Estado del 23- F. Estaba el cuartel repleto de soldados, al cien por ciento. Todo el mundo tenía que dormir allí, había una intranquilidad muy grande. Nadie en Lugo era partidario del golpe de Tejero. Luego me enteré de que alguno de los militares que fueron juzgados estuvieron prestando servicio en Lugo. Por lo demás, de aquellos tiempos, me acuerdo de que venían jóvenes de los pueblos analfabetos y otros, titulados en Magisterio, les enseñaban a leer y a escribir. Llegaban chavales de todos los sitios de España. Recuerdo a tres canarios que nunca habían visto nevar y pidieron permiso para hacer un muñeco en el patio.

¿Cómo se metió en la política?

En 1983, Vicente Quiroga me pide que vaya con él en su lista para el Ayuntamiento. Entonces, tenía 26 años, me casaba y no fui. Cuatro años después, me vuelve a llamar pero tampoco quise ir en la lista. Sin embargo, estaba dispuesto a colaborar en Deportes. Al final, me encargó la creación del Patronato de Deportes, del que fui gerente tanto con Quiroga como con Notario y Joaquín García Díez.

¿Siempre fue del PP?

Sí, mi ideología fue siempre la misma. Yo soy de los que opinan que asfalta lo mismo una calle uno de derechas que uno de izquierdas. La política municipal la hacen las personas, fundamentalmente, no los partidos.

¿Le quedaron ganas de volver a la política otra vez?

No cierro las puertas a nada. Si en un momento me necesitan, pues bueno, ahí estoy.

¿No quedó quemado?

La política municipal quema, pero me gusta el contacto con la gente y la relación con los vecinos. No descarto nada.

"Nunca se me pasó por la cabeza ser alcalde, aunque no me daría ningún miedo serlo"

¿Cuánto tiempo se pasó aspirando a ser alcalde?

Nunca se me pasó por la cabeza esa posibilidad, aunque no me daría ningún miedo. Las decisiones no las tomé yo y a mí solo me quedó o asumir lo que dicen los órganos del partido o dejarlo. Y lo dejé hace un año.

Pero a usted le pasaron por delante otros candidatos como Jaime Castiñeira o Ramón Carballo, habiendo dado tanto el callo en el grupo como dio. ¿Qué fue lo que pasó?

No lo sé. Me quedo con el reconocimiento y el cariño de la gente.

¿Fue usted el hombre para todo del grupo municipal del PP?

Sí, pero eso no es nada raro después de tantos años como estuve yo ahí. La política municipal se ejerce todo el día porque los vecinos te llaman a horas intempestivas o te esperan en el portal para contarte sus problemas. Mi agenda estaba ocupada. Te invitaban y mi obligación era corresponder. Llegaba a las ocho al Concello y terminaba con alguna cena lo que, para mí, era el mayor suplicio.

¿Se le reconoció esa dedicación?

Estoy contento con lo que hice y satisfecho por el deber cumplido. Si dijese algo, podía haber perjudicado a otro.

¿Es usted más conocido que las pesetas en Lugo por ese afán de estar en todos los sitios?

Fueron muchos años de vida pública y también de dedicación al baloncesto. El deporte es fantástico. La política, también, pero no la recomiendo tanto. Hay que tener encaje y vocación. Siempre quise ser servicial y atento y siempre que pueda echarle una mano a alguien, allí estaré.

¿Fue el perejil de todas las salsas?

Hubo un momento en que pensé que una sobreexposición me podía perjudicar porque podía levantar algún recelo. Pero, personalmente, nunca me sentí ni de más ni de menos. Siempre quise ayudar porque para eso me votaron y si ahora me diesen algún puesto político, me quedaría con algo local porque es la política municipal la que hace a un político.

¿Quién será el próximo candidato a alcalde por el PP, ahora que se va Ramón Carballo al Parlamento?

No lo sé. El PP tiene mucha cantera y mucho banquillo. Tendría que ser una persona acreditada, identificada con la política municipal y conocedora del día a día de la ciudadanía.

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