El cierre del último burdel acerca el fin de un Barrio Chino que llegó a tener 14

La prostitución se multiplicó en la primera mitad del siglo XX al pasar de dos casas en 1927 a casi una quincena en 1944

El Barrio Chino lucense parece estar dando sus últimos coletazos con el anunciado cierre del último de los burdeles que quedaba en pie, el Asturias, aunque en la plazoleta de la capilla de O Carme sigan apostándose mujeres que todavía ejercen la prostitución. En la memoria colectiva del barrio suenan todavía nombres de mujeres que se vieron obligadas a ganarse la vida vendiendo sus cuerpos a hombres reconocidos socialmente como "serios" y con poder.

Algunas de estas mujeres fueron La Merche, La Asturiana, Maruja de Mondoñedo, La Fabiola, La Fe, A Cuca, La Gitana, A Trenca, La Lupe, Doña Vicenta (La Valenciana) y, sobre todo, La Coloretes, quien, según la leyenda urbana más machista de la época, "cobraba unos precios tan bajos que era la más frecuentada".

Todas ellas -ya muertas o de mucha edad- eran sobradamente conocidas por los hombres que frecuentaban estos bares, en unos años donde los más respetables se hacían caer por el barrio para tomarse su copa de Tío Pepe o Fundador y, como decían entonces, "echar una cana al aire". "Se decía que el barrio chino de Lugo era el mejor de Galicia e incluso de los mejores de España porque, como dijo un día una madame, aquí venía gente con mucha seriedad y prestancia. Y era un barrio donde se podía ver a funcionarios, a médicos, a políticos... la gente más fina de Lugo. De hecho, había un bar en la Praza do Campo, El Uno, donde se servía champán francés", afirma un lucense, que todavía recuerda la época de más ambiente del barrio.

La calle con mayor número de locales y el epicentro de la prostitución era la que subía desde la Porta do Carme hasta la Praza do Campo. Allí había media docena de locales. El resto estaba en las vías adyacentes, dentro del propio barrio chino, y también en la Praza do Campo -donde había El Uno-, la Rúa Nova hacia la Praza da Soidade -donde se encontraba El Triunfo, llamado popularmente El Palacio de la Sífilis, y el Dúas Portas, con doble salida para guardar discreción- o hacia la Praza do Campo -donde había bares en los que, de forma más clandestina, se ejercía la prostitución como A Poneta, Osorio, Mari Tere y O Marqués- y también la rúa Bo Xesús, en donde estaba el Casual.

"En la Praza do Campo había un local regentado por una chica a la que los clientes llamaban, en un tono muy machista La Gamba, porque tenía muy buen tipo pero, en cambio, la cabeciña no la tenía muy bien", cuenta este veterano lucense.

A estos nombres de locales, habría que sumar alguno más como El Copa, El 36, Capri, El Amor, Azul, El Ferrol, Camelia, O Galo de Ouro, La Tacita, Mini, Orange, La Unión, Sarria, El Puñalada, Playboy o Yedra. El horario de cierre era entre las tres y las tres y media. "En cada bar había entre cinco y diez chicas y cambiaban con frecuencia, andaban de un sitio para otro. A veces, se vestían de cabareteras y hacían bailes. Una de ellas, muy guapa, se casó con un antiguo jugador del CD Lugo, en la década de los 60, que la sacó del ambiente", recuerda este lucense, ya octogenario.

Además de A Tinería, también se ejercía la prostitución en Campo Castelo, donde algunas fuentes apuntan que había tres casas de citas: la de La Rintintín, la de Angelita y la de Belarmina, con entrada por la muralla.

REGISTROS. Los primeros registros del ejercicio de la prostitución nacieron a finales del siglo XIX, cuando la Administración comenzó a desarrollar reglamentos para un control de la actividad y a realizar inspecciones sanitarias para evitar la propagación de enfermedades venéreas.

Hace 91 años, en 1927, un Reglamento de Prostitución censaba en Lugo oficialmente dos "casas de lenocinio". Estos reglamentos, aprobados por los ayuntamientos, estipulaban las tasas que debían pagar las dueñas y chicas por los "derechos de inspección sanitaria".

Ya entrado el franquismo, en 1940, el gobernador civil de Lugo, Morales Pleguezuelo, recibe la orden de poner en cuarentena los locales de alterne. No duró mucho la medida. Cuatro años después, entrarían en funcionamiento los carnés profesionales sanitarios, que podían ser solicitados por los clientes antes de ocuparse y en los que se daba fe de que su propietaria no padecía enfermedades venéreas. Por aquel entonces, había 14 prostíbulos censados en A Tinería, donde trabajaban 84 prostitutas.

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