Carrasco, un obispo llamado a medirse con el Gobierno

El prelado se sitúa al frente de las comisiones de educación y cultura de la Iglesia cuando se abre una reforma educativa que toca la Religión
Alfonso Carrasco. EP
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Alfonso Carrasco Rouco dirigirá la comisión de educación y cultura de la Conferencia Episcopal, un puesto con gran visibilidad y especialmente determinante en un momento en el que el Gobierno prepara una nueva ley de educación que promete provocar chispas en la relación con la Iglesia.

La ley que elabora la ministra Isabel Celaá contempla, por lo avanzado hasta ahora, que la religión deje de computar para la media académica de los alumnos y, sobre todo, que los alumnos que no elijan esa materia no tenga que elegir otra alternativa.

Se trata de una propuesta gubernamental que rebaja sustancialmente la consideración de la asignatura, lo que puede contribuir a vaciar las aulas de Religión. Es una medida que la Iglesia intentará con toda probabilidad discutir, por lo que la voz de Rouco podría ganar protagonismo.

Los cambios en la escuela concertada podrían tener efectos sociales de gran calado

Pero el papel de la asignatura de Religión no es el único "frente" abierto con la nueva ley, que también prevé recortes a la escuela concertada, en su mayor parte dependiente de la Iglesia y que para el Estado supone un gasto anual de unos 5.000 millones de euros.

Los cambios en la escuela concertada podrían tener efectos sociales de gran calado, ya que los centros sujetos a ese modelo representan alrededor del 25 por ciento de los alumnos de la escuela española, sobre todo de primaria.

Rouco, un obispo al que se vincula con sectores conservadores de la Iglesia pero del que también se destaca su talante dialogante, estará al frente de una comisión que tiene también la cultura en sus competencias. Ello implica que estaría a la cabeza de una de las grandes responsabilidades y riquezas de la Iglesia: su patrimonio. Pero, a la vez, esa comisión estaría implicada en otro de los grandes debates que se avecinan: el cobro del Ibi a los bienes de la iglesia que no están dedicados en exclusiva al culto.

Así, sobre Rouco cae una responsabilidad ingente como representante de la Iglesia, pero a la vez gana perfil y el vilalbés de 63 años dejará de ser solo el discreto obispo de Lugo para tener una voz con más eco público.

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