O Carme, donde habita el olvido

Los contados vecinos de este histórico barrio esperan que el plan Muramiñae acabe con la degradación ► Dicen vivir en el tercer mundo

El cartel de la Rúa do Carme. XESÚS PONTE
photo_camera El cartel de la Rúa do Carme. XESÚS PONTE

El tercer mundo a dos pasos del centro. Así definen su barrio los contados vecinos que quedan en O Carme. Casas ruinosas, muchas de ellas tapiadas; puertas con doble candado en la puerta o la cancilla, todo ello para evitar que se cuelen los okupas, aunque en algunas de ellas ni siquiera la miseria podría cobijarse entre sus cuatro paredes porque ni techo tienen.

Fincas con maleza, caminos impracticables cualquier día lluvioso y algunas huertas bien trabajadas, a pesar de que, como cuenta Carmen, una hostelera que lleva casi 40 años regentando un bar en la Rúa Noriega Varela, los amigos de lo ajeno desvalijaron hace semanas cuatro o cinco alpendres donde se guardaban aperos.

Es la estampa que se pueden encontrar los peregrinos que se deciden a atravesar el barrio por la senda original del Camiño Primitivo en lugar de usar la Calzada da Ponte. También la ven los lucenses que atajan por los senderos para llegar a la Ronda da Muralla o la Rúa Santiago y que en algunos tramos deben sortear heces de animales -algunos seguramente racionales-, fincas llenas de basura o el pestilente olor de los vertidos de aguas fecales que discurren por la Rúa do Vicedo formando en una finca una auténtica piscina de porquería.

Mercedes y Ángel llevan casi toda la vida en el barrio y son una especie de últimos mohicanos que se resisten a abandonar su casa, en parte por temor a que acabe siendo ocupada, y a pesar de que ni siquiera tienen servicios públicos básicos como el abastecimiento de agua. "Tivemos que facer un pozo porque dixéronnos que aquí non podían traer as tuberías", se lamenta Mercedes, quien recuerda que ellos pagan sus impuestos igual que cualquier ciudadano.

Vecinos de O Carme. XESÚS PONTE

Asegura que el Concello no se preocupa ni del mantenimiento de los caminos y que es su marido quien, pese a estar operado de las rodillas, tiene que rozar la maleza para que no se rayen los coches, "porque nin os taxis queren achegarse ata aquí". Tampoco llega el camión de bomberos, lo que les genera cierta inquietud, ya que recuerdan que el verano pasado se registró un incendio en la finca de enfrente de su casa y el camión de extinción no pudo llegar hasta allí. Por ello, piden al Concello que obligue a mantener limpias las fincas y a cortar un eucaliptal que está a pocos metros de su vivienda y que Lugonovo alertaba hace dos días que se trata de una plantación no permitida por la ley.

MURAMIÑAE. Mercedes y Ángel saben que algo se está moviendo y que el Concello tiene millones procedentes de Europa para invertir en el barrio, aunque se muestran escépticos y desconfían de que ese dinero vaya a redundar en una recuperación integral de O Carme.

De la misma opinión es Carmen, quien dice que el barrio "está morto". "Non hai comercios, nin tendas e eu non pecho o bar porque o local é noso", comenta, para añadir que tuvieron que protestar durante años para que les reasfaltasen la calle Noriega Varela y les hiciesen una acera, porque al otro lado solo hay tierra. "É denigrante que esteamos ao lado da catedral e suba ata aquí o raposo", añade para recordar que hay focos de infección y las ratas campan a sus anchas por las fincas.

Charcos en O Carme. XESÚS PONTE

Manuel, que se toma un vino mientras lee la prensa, construyó su casa en el barrio en 1975 y cree que el plan Muramiñae debería de servir para abrir calles para conectar la Rúa Santiago con Noriega Varela y que dice que ya se estaban proyectadas cuando él llegó al barrio.

Al otro lado de O Carme, junto a la capilla y al pie del monolito que recuerda que el patrón de Lugo nació en el Regueiro dos Hortos, varias mujeres venden su cuerpo por unos euros, mientras algún conductor busca hueco para aparcar su coche en una calle que lleva a donde habita el olvido.

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