"No cambiaría la misión por nada"

Atrás queda la imagen del sacerdote que viaja solo a otro país a ayudar. Aún existen algunos, pero el perfil ha cambiado. Familias, personas laicas, jubilados... todos se unen a la misión de hacer del mundo un lugar un poquito mejor
Principales destinos de los misioneros de la diócesis lucense. EP
photo_camera Principales destinos de los misioneros de la diócesis lucense. EP

Lograr un cambio, ese es el objetivo de los misioneros. Su misión es doble: anunciar el evangelio en países donde las comunidades cristianas son muy pequeñas (en el caso de los religiosos) y un trabajo social con grupos pobres u oprimidos, participando en proyectos concretos en la comunidad a la que viajan.

Es un trabajo por el que pueden llegar a arriesgar su propia vida. La diócesis lucense destaca que uno de los mayores riesgos es que se encuentran en países con conflictos sociales. "Están en países como en la República del Congo, que está en guerra, o como Honduras, uno de los países más pobres de la tierra. Es porque es donde más necesidad tienen, pero también tienen más posibilidad de que pase una desgracia", según cuenta el responsable de misiones en la diócesis de Lugo, Jesús Santiago.

Pero todos los misioneros coinciden en que "no cambiarían la misión por nada del mundo, reciben mucho más de lo que dan", explica el responsable acerca de un grupo que está formado por casi el mismo número de hombres que de mujeres.

En esta histórica labor, la diócesis de Lugo tiene ahora mismo 45 misioneros repartidos por el mundo. La mayoría están en América (Central y del Sur), con Venezuela como su principal receptor con 10 misioneros, pero también se encuentran en Puerto Rico, Perú, Chile, México, Guatemala, Cuba... En África hay tres: en República del Congo, Angola y Camerún. Y dos se encuentran en Tailandia y en Filipinas.

Su misión es doble: anunciar el evangelio en países donde las comunidades cristianas son muy pequeñas y realizar un trabajo social con grupos pobres u oprimidos

El lugar al que viajan se elige entre la organización y el misionero. Se suelen tener en cuenta sus preferencias y elegir un lugar donde existe una necesidad y haya una organización que los apoye en su labor.

Un ejemplo es José Luis Mudarra, que lleva esperando desde febrero por su visado para viajar a Angola donde la organización con la que viaja, ONGD Misevi, tiene cuatro proyectos: de educación infantil, para la formación de jóvenes en el mundo laboral, para mujeres maltratadas y de adultos con problemas de alcoholismo.

La diócesis declara que el número de misioneros general ha bajado desde años anteriores, como ha bajado el de sacerdotes por "una crisis vocacional religiosa".

Aun así, afirman que han aumentado los misioneros laicos, cuya motivación es menos religiosa y más solidaria o por algún motivo personal. Estos últimos tienen una menor edad media -30 a 40 años- que la de los misioneros sacerdotales, que ronda los 70 años.

La diócesis lucense destaca que uno de los mayores riesgos es que se encuentran en países con conflictos sociales

La misión se considera finalizada cuando hay una comunidad que se puede valer por sí misma, tanto a nivel económico como personal. También cuando esa necesidad por la que el misionero o misionera acude se considera cubierta.

Hay misiones tan cortas como de varios meses o un año y misioneros que construyen un hogar en otro país, con la comunidad a la que han ido a ayudar.

Para muchos, esta es la mejor parte de la experiencia. "Siendo un extranjero la gente hizo que me sintiera como en casa. La misma sensación estoy teniendo en México, donde me siento muy a gusto y acogido por la gente", cuenta Ismael Piñón, que pasó 16 años en Chad y ahora se encuentra en el país mexicano.

FAMILIAS MISIONERAS. Un fenómeno más reciente es el de aquellos matrimonios jóvenes que deciden tener una experiencia misionera durante un tiempo. No suelen ir solos, sino que se acogen a grupos misioneros que les dan amparo y protección, tanto práctica como moralmente y con los que crean una comunidad y un hogar lejos de casa.

Preparándose para la misión

José Luis Mudarra: "Por la pandemia no tengo aún el visado de entrada a Angola"

Cuando José Luis Mudarra se jubiló, la idea que se le vino a la cabeza fue la misma que había dejado aparcada en su juventud: ser misionero. Por motivos profesionales, no podía haber llevado a cabo esta inquietud, pero la proposición de una organización le abrió las puertas. El covid retrasó su labor, pero está esperanzado.

"Angola es mi país de destino a través de la ONGD Misevi, Misioneros Seglares Vicencianos. Por motivo de la pandemia no tengo el visado de entrada al país. La solicitud se hizo en febrero y todavía no tengo noticias. Espero que después de verano el panorama mejore y pueda viajar", declara Mudarra.

Aún no sabe a qué proyecto lo destinarán de los cuatro que tiene la entidad: uno, de educación infantil para niños de 3 a 5 años; otro, llamado Jóvenes Líderes, otro más, de mujeres maltratadas, y un cuarto, de adultos con problemas de alcoholismo.

Por ahora se prepara afanándose con el portugués, la lengua oficial del país. "Veo muchas películas en portugués a través de Youtube. Y también estoy leyendo a José Saramago y a Paulo Coelho. Trato de ponerme al día para poder comunicarme allí", explica este funcionario de la Diputación ya jubilado.

También tuvo que hacer un curso con la ONG sobre la misión y, antes, ya había hecho otro con otra ONGD, Madreselva, una organización salesiana con la que pensaba ir en un principio y con la que tuvo que postergar sus planes, tras el confinamiento. Si todo sale bien, su propósito es ir un año, aunque si la experiencia es buena "puedo quedarme más tiempo, el que quiera, eso sí manteniendo la legislación de inmigración del país".

Misionero en México y Chad

Ismael Piñón: "Siendo un extranjero, la gente hizo que me sintiera como en casa"

undefinedIsmael Piñón, sacerdote que se encuentra ahora mismo en México, ya es un experto en esto de las misiones. Pasó 16 años en Chad, de 1996 a 2005 y de 2005 a 2019, en la primera etapa al frente de una parroquia nueva y en la otra de una parroquia ya consolidada.

A él, Chad le enseñó el valor de la acogida. "Siendo un extranjero, la gente hizo que me sintiera como en mi casa. La misma sensación estoy teniendo en México, donde me siento muy a gusto y acogido por la gente. También aprendí en estos dos lugares el valor de la paciencia, de vivir la vida sin tener prisas, de perder el tiempo estando con la gente, la belleza de las relaciones humanas, del compartir con los demás."

Ahora lleva desde noviembre de 2020 en México, como responsable de las revistas que los combonianos editan en este país. "América Latina es un mundo totalmente distinto al de África, también con sus retos y sus bellezas. Lo veo como un reto que me entusiasma y me anima", comenta.

Entre los retos, destaca el de adaptarse a vivir en una nueva cultura con una mentalidad muy diferente. "Hay que saber guardar en el cajón los conceptos y prejuicios que uno tiene y saber abrirse a la riqueza del otro, que es muy grande", afirma.

Pero para él, las alegrías superan estas dificultades: todos los valores, amigos y una experiencia que le ha abierto los ojos a la gran riqueza humana que hay en todas partes. "Mi mayor alegría fue ver en marcha la escuela que inicié en Chad. Las caras de felicidad de los niños y de sus padres han sido el mejor regalo que he recibido en los años que pasé allí", cuenta emocionado.

Misionero en Perú

Odilo González: "Del Perú he aprendido la fortaleza, paciencia y resistencia de sus gentes"

Odilo González pertenece a la Congregación de la Pasión. Él decidió acudir a Perú con 48 años tras 22 de ministerio pastoral en Galicia. "La misión peruana resonó siempre en mis años juveniles debido a las visitas de misioneros a nuestros colegios. El nombre del Perú se hacía familiar desde entonces y tomé la iniciativa de conocer in situ la realidad de la misión de la que tanto había escuchado", explica el sacerdote.

En agosto cumplirá treinta y dos años de misión en Perú, de los cuales 22 fueron en la selva y 10 en Lima. Se dedicó a la labor parroquial y redes sociales, y últimamente (2017-2020) trabaja como capellán en el Hospital Naval de la Marina.

"Del Perú he podido apreciar la fortaleza, paciencia y resistencia de sus gentes en la época de terrorismo y la capacidad de esperanza por un futuro mejor. Aparte, claro está, su hondo sentido religioso y su vivencia profunda de sus tradiciones culturales", afirma González.

Apunta que con la pandemia su comunidad ha tenido suerte. "Tanto en la selva como en la costa estamos gozando, gracias a Dios, de buena salud", agradece el capellán. No sabe lo que le depara el futuro, pero no planifica cambios. "Por ahora me encuentro bien en Perú", dice.

González cuenta que no ha tenido mayores retos o problemas a nivel personal, en todo caso mantenerse con la ilusión de servir a la gente humilde. "Más que todo, siento la alegría de acompañar a un pueblo que ha sufrido mucho y que ahora vive un momento muy crítico. Más que nunca este sufrido pueblo peruano necesita —va a necesitar— de esforzados profetas de la esperanza", augura

Misionera en Honduras y Bolivia

Ana López Castaño: "Ha enriquecido mi forma de ver el mundo y posicionarme en él"

undefinedAna López tuvo una primera experiencia misionera un verano en Honduras y luego estuvo 8 años en Bolivia y 4 en la Moskitia Hondureña. Para ella, lo que le han enseñado estas experiencias podría llenar párrafos, pero, como ella dice, "si lo tuviese que resumir en una frase te diría: creo que ha enriquecido mi forma de ver el mundo y posicionarme en él. Me ha regalado muchos retos para superar, muchos proyectos con los que soñar y, sobre todo, mucha gente que me quiere, y a los que yo quiero con todo mi corazón", declara.

En Bolivia fue principalmente coordinadora de la Pastoral Penitenciaria, pero también trabajó como coordinadora en un proyecto de artesanía de promoción de la mujer y daba clases de pintura en diferentes centros. En la Moskitia era coordinadora de la pastora social, y administradora de la farmacia de la parroquia.

"Siempre decimos que la misión saca lo mejor y lo peor de cada una y aunque suena a tópico, es una gran verdad", dice López. Entre los retos destaca luchar por la vida de personas, a veces sin éxito, y verlos morir "mientras te enfrentas a un sistema corrupto, injusto… para defender a alguien".

Las alegrías son numerosas, pero destaca "ver a un crío comer helado por primera vez o tener un juguete nuevo por Navidad" y "la confesión de alguien que se siente importante o querido por primera vez en su vida".

Actualmente trabaja en España como secretaria técnica de Misevi, la asociación y ONG con la que fue enviada. Afirma que "en estos tiempos pensar en clave de futuro es complicado. De momento me toca estar en Lugo y mi futuro al menos cercano está aquí", apunta.

¿Dónde están los misioneros?
América del Sur
La inestabilidad política de los países tanto de América Central como de América del Sur, así como su tradición religiosa, traen como consecuencia que sea actualmente el continente que más misioneros recibe por parte de la diócesis lucense.

África
La pobreza de algunas partes del continente hace que sea uno de los destinos más populares para las misiones, tanto laicas como religiosas.

45
Es el número actual de misioneros que la diócesis lucense tiene repartidos por el mundo.

De la diócesis reciben ayuda. Por una parte económica como la seguridad social o las vacaciones para los misioneros laicos, o presupuesto para un proyecto concreto.

Por la otra, moral, apoyándolos desde la distancia. El encargado de misiones destaca que mantiene comunicación regular a través del correo electrónico con varios de ellos "para saber cómo van y animarlos"