"Cada moto clásica es un trozo de historia"

Carlos Somoza es abogado de profesión, pero su auténtica vocación pasa por restaurar coches y motos antiguas. Su pasión por las dos ruedas comenzó a los 12 años con su primera mobylette y, desde entonces, no ha cesado de sumar piezas a una colección digna de museo. «Si digo cuantas motos tengo, me echan de casa», bromea.
photo_camera Una de sus piezas de colección. EP

HABLA DE SU HOBBY con tanto ímpetu que contagia su afición al más profano en la materia. El lucense Carlos Somoza le dedica gran parte de su tiempo a la abogacía, pero no escatima esfuerzos para hacerle hueco a su gran pasión desde hace décadas: restaurar coches y motos antiguas.

"Cuando tenía doce años, mi padre me compró una Mobylette, pero tenía que compartirla con mi hermana. Ella quería pintarla de rosa y yo de rojo Ferrari, pero tuvimos que ponernos de acuerdo y acabó amarilla. Nosotros vivíamos en un pueblo y con aquella moto comencé a descubrir los alrededores. Daba la impresión de que conocías mundo, y ahí empezó mi afición por las motos".

A partir de ese momento, Carlos Somoza mantuvo siempre su predilección por los vehículos de dos ruedas, que siguen formando parte de su día a día. "Desde mi primera Mobylette siempre tuve moto, excepto cuando empecé a trabajar, que necesitaba un coche y no podía permitirme tener las dos cosas. Aun así, solo aguanté cinco meses y me volví a comprar una. Ahora tengo una Honda y me desplazo en ella todo el año, así que cuando necesito un coche no me queda otra que pedirlo prestado", comenta.

"Mi última adquisición es un ciclomotor ruso. Su dueño emigró con él a Alemania y se lo llevó hasta Alicante tras jubilarse"

Este lucense comenzó coleccionando mobylettes, pero poco a poco fue ampliando el abanico y actualmente atesora auténticas joyas. "Tengo un poco de todo, desde una Peugeot francesa con remolque y una moto con sidecar, hasta una Benelli 900 Sei con seis cilindros. Esta última se fabricó en Italia en los años 70, cuando un empresario apellidado De Tomaso compró la fábrica de Benelli y para hacerle frente a la competencia japonesa -ya que Honda, Kawasaki y Yamaha estaban pegando fuerte- decidió ponerle seis cilindros a sus vehículos, en lugar de los cuatro que llevaba el resto. Y mi última adquisición -explica- es un ciclomotor ruso que viajó por varios países. Su propietario emigró de Rusia a Alemania y cuando se jubiló se trasladó hasta Alicante. Y siempre llevó con él su ciclomotor".

Además de la variedad, la colección de motos históricas de Somoza destaca por la cantidad de piezas que ha logrado reunir, una cifra que prefiere dejar en el aire. "Si digo las motos que tengo, me echan de casa, pero puedo decir que necesitaría al menos dos vidas más para restaurarlas todas", bromea. Aun así, no tiene pensado frenar su expansión y reconoce que le gustaría abrir un museo para que todo el mundo pueda contemplar su colección.

"Hace un año abrí en Portomarín un museo de coches en miniatura y me gustaría montar otro con las motos. Pero no solamente para exponer los vehículos, sino para contar sus historias. Coleccionar motos clásicas es coleccionar trozos de historia y es una forma de recuperar un patrimonio. Yo tengo piezas que salieron en algunas películas y otras con anécdotas muy curiosas. Tengo una Berini que pertenecía a un hippie holandés. El hombre viajó con ella desde Holanda a finales de los 50, pero se le estropeo el motor en una gasolinera de Girona y le pidió al propietario que se la guardara. El hombre la custodió durante más de 50 años y no se la dejó coger ni a su hijo ni a su nieto, hasta que lo convencieron de que el holandés ya no iba a regresar a recogerla".

"Formo parte de la Asociación Gallega de Ciclomotores Antiguos, que preside Domingo Trillo y organiza rutas interesantes"

ASOCIACIÓN. Y además de las contar historias, Carlos Somoza asegura que las motos antiguas "transmiten sensaciones" que no tienen parangón. "Además de pertenecer al Club de Automóviles Antiguos de Lugo también soy el secretario de la Asociación Gallega de Motos Antiguas, presidida por el pontevedrés Domingo Trillo. Se creó hace siete años y organizamos rutas muy interesantes. A veces pasamos por algunos sitios por los que ya habíamos pasado antes mil veces en coche, o en motos de gran cilindrada, pero la sensación a 30 o 40 kilómetros por hora es totalmente diferente. Hasta reparas en paisajes y cosas que antes te habían pasado totalmente desapercibidas", afirma.

Entre los últimos proyectos de este club -en el que también hay aficionados de Asturias y Cantabria- figuraba una ruta en motocicleta por Marruecos. "Habíamos planeado realizar un recorrido en Mobylette por ese país y no fue posible por la crisis sanitaria, pero la propuesta sigue en pie para retomarla cuando sea posible".

Carlos Somoza explica que actualmente existe un mercado "grande" de motos antiguas y no resulta complicado conseguir piezas para ponerlas a punto. "Aquí tenemos cierta tendencia a no tirar las cosas. Los coches viejos ocupaban espacio y la gente no solía conservarlos, pero para guardar una moto siempre había un hueco en un alpendre. Muchas siguen todavía aparcadas y son los nietos de los propietarios los que deciden rescatarlas del olvido. La mayoría están sin matricular -porque en su momento no era necesario- y la única opción ahora es matricularlas como históricas. Para ello", explica, "tienen que conservar ciertas características y es un ingeniero de la Xunta quien da el visto bueno".

Para este coleccionista lucense, todo el tiempo dedicado a sus motos está bien invertido. Y el resultado lo avala.

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