Buscando la cercanía, llegó la sospecha

La Confederación Hidrográfica del Miño-Sil nació en 2008 para dar mayor autonomía a Galicia en la gestión de sus cuencas fluviales

Obras del polémico caneiro de la Fábrica de la Luz. XESÚS PONTE (AEP)
photo_camera Obras del polémico caneiro de la Fábrica de la Luz. XESÚS PONTE (AEP)

La Confederación Hidrográfica Miño-Sil tiene una historia corta, pero intensa. El germen lo puso el BNG cuando en 2005 su entonces portavoz y senador, Anxo Quintana, presentó una moción en la Cámara Alta pactada con el socialista lucense Luis Ángel Lago Lage para que se creara una confederación hidrográfica propia con competencias sobre las cuencas del Miño, el Sil y la parte gallega del río Limia, retomando así una demanda unánime del Parlamento gallego de 2002. El debate culminó en una aprobación unánime que se elevó al Gobierno y un año después la ministra Cristina Narbona confirmó que sería una realidad.

Desde los años sesenta la gestión de estas cuencas dependía de la Confederación Hidrográfica del Norte, que también administraba las que vierten al Cantábrico. Con la nueva entidad se pretendía tener un mayor control de los recursos hídricos de la comunidad, dado que Galicia apenas tenía representación en la junta directiva de la Confederación del Norte —3 de 13 votos— a pesar de aportar el 86% del caudal.

Con el anuncio de la creación empezó también la toma de posiciones de varias ciudades para asumir la sede, aunque la liza acabó reduciéndose a Ourense y Lugo. La balanza se inclinó hacia la ciudad de las burgas por razones técnicas, según el gobierno de Zapatero, y políticas, según algunos analistas del momento —se interpretó como una demostración de músculo del ourensano Pachi Vázquez, entonces conselleiro de Medio Ambiente del bipartito, o como un movimiento para ganar votos en Ourense de cara a las generales—. También se especuló con que a cambio de perder la sede, la provincia lucense ganaría una autovía, al dibujar el trazado de la A-76, entre Ponferrada y Ourese a través de la Ribeira Sacra. Más de diez años después, esa vía de comunicación apenas existe más que sobre el papel, a pesar de que los cálculos más optimistas la daban por terminada en 2016.

A Ourense se le concedió la sede de la entidad y, como contraprestación, se dio la presidencia a un lucense. Sembró el escándalo

PRESIDENCIA LUCENSE. A modo de compensanción, a Lugo le "tocó" el honor de poner el primer presidente. Aunque el rumor corría desde meses antes, no fue hasta julio de 2008 que se hizo oficial: el primer responsable de la confederación, una demanda "histórica" para Galicia, sería Francisco Fernández Liñares, por aquel entonces concejal de Urbanismo en el gobierno de José López Orozco. Esa gestión fundacional dejó huella para el futuro: en poco más de cuatro años la catapultó a la primera página de los periódicos y al sumario de los telediarios, pero con el foco puesto en la adjudicación de las obras más que en la gestión hidráulica de unos 20.000 kilómetros cuadrados repartidos tres provincias gallegas, dos castellano-leonesas y Asturias.

A Fernández Liñares le tocó poner en marcha la nueva organización, que echó a andar con una plantilla de más de cien empleados. Hay quien dice que su intención era la de intentar mantenerse en el puesto incluso después de que su partido perdiese las elecciones generales en favor del PP en noviembre de 2011. Si lo intentó, no lo logró. Cuando Fernández Liñares fue detenido en septiembre de 2012 por orden de la jueza Pilar de Lara bajo la sospecha de haber cobrado comisiones y pactado adjudicaciones en la confederación, hacía meses que lo había relevado en el cargo otro ingeniero agrónomo, el actual presidente, Francisco Marín.

Comentarios