Bótox que allana el dolor

Cincuenta pacientes recibieron el año pasado el tratamiento contra la migraña crónica que se aplica cuando fallan los demás: inyecciones con toxina botulínica en 31 puntos de cabeza y cuello

Ana Pena, una de las mujeres que emplea el tratamiento con bótox para la migraña crónica. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Ana Pena, una de las mujeres que emplea el tratamiento con bótox para la migraña crónica. VICTORIA RODRÍGUEZ

Decía Virginia Woolf que el inglés podía servir para explicar el diálogo interno de Hamlet pero que le faltaban palabras para describir el dolor de una migraña. Para Joan Didion, otra escritora migrañosa que dedicó a su enfermedad un conocidísimo ensayo, es un dolor de cabeza "de severidad cegadora". Como ellas, muchos pacientes sienten que solo quien las ha padecido entiende lo paralizante que puede llegar a ser, cómo suspende la vida cotidiana y qué poco tiene que ver con un dolor de cabeza convencional.

El neurólogo del Hula y secretario de la Sociedade Galega de Neuroloxía, Miguel Alberte Woodward, explica que entre el 12% y el 13% de la población española tiene migraña, la mayoría de forma esporádica, pero para entre el 2% y el 3% es una enfermedad crónica; es decir, pasan más de 15 días al mes con dolor. Para algunos, son 16 días; para otros, los 30 días. No conocen descanso.

Una predisposición particular influye a la hora de dar el salto de la esporádica a la crónica, pero no es el único factor. "Otro es el efecto paradójico del tratamiento sintomático del dolor con antiinflamatorios, opiáceos u otro grupo de fármacos llamados triptanes. Un uso excesivo puede contribuir a perpetuar el dolor", explica.

La aplicación del bótox en las migrañas fue casual, al ver que a quien lo recibía por estética se le reducían los dolores de cabeza

La migraña es, en realidad, incurable y el objetivo de los tratamientos preventivos es espaciar las crisis y reducir su intensidad. Suelen combinarse con fármacos que se toman en el momento del dolor, para intentar aliviar los síntomas, que incluyen mareos, nauseas y sensibilidad a la luz y ruidos, entre otros. Lo más habitual es que cada paciente con migraña crónica pruebe varios a lo largo del tiempo. Algunos acaban encontrando el suyo. Otros, no.

Para estos, el último escalón, la opción a la que se recurre cuando los demás han fallado es las inyecciones con toxina botulínica. El doctor Alberte recuerda que esta aplicación es fruto de un hallazgo casual, como pasa tantas veces en Medicina. Los pacientes recibían pinchazos con bótox con fines estéticos y empezaron a notar que, a medida que se reducían sus arrugas de la frente disminuían sus dolores de cabeza. Su aplicación para la migraña crónica se aprobó en 2012 y aproximadamente unas 50 personas al año reciben ese tratamiento en el Hula.

Una de ellas es Carmen Breijo, de 45 años y a quien le diagnosticaron migraña crónica a los 40 años. Empezó con fuertes dolores de cabeza, en los que se le nublaba la vista y que duraban un par de horas, que su médico de cabecera atribuyó a cambios de tensión, pero con el tiempo aumentaron de frecuencia e intensidad y sumó nuevos síntomas. "Me mareaba, me molestaba la luz, vomitaba... Acabó pasándome 30 días al mes", cuenta. Además tenía otros problemas de salud y recibía tratamiento en Rehabilitación y unidad del Dolor por un dolor en brazo y cuello.

Cuando sus dolores de cabeza fueron bautizados como migraña crónica, inició un tratamiento con pastillas que acabó siendo breve. Se probó ineficaz y se añadía a los otros que tomaba para el dolor de cabeza y cuello, de modo que le ofrecieron probar el bótox y aceptó. "Seguiré poniéndomelo todo el tiempo que me dejen. Antes tenía migrañas diarias. De 30 al mes pasaron a 20 y ahora a 18 muchos meses", dice.

La migraña está considerada una enfermedad muy incapacitante y el caso de Carmen es un ejemplo gráfico de hasta qué punto puede serlo. Veterinaria de profesión, dedicaba sus días a hacer campañas de saneamiento y tuvo que hacer infinidad de viajes tumbada en la furgoneta, con fortísimos mareos y dificultades para llegar a las cuadras.

Tiene migraña entre el 12% y 13% de la población y para el 3% es una enfermedad crónica, con más de 15 días de dolor al mes

Ahora tiene reconocida una incapacidad permanente y cuida al extremo sus rutinas diarias porque cuando las abandona mínimamente se desencadena un dolor de cabeza. Si va a la compra y vuelve muy cargada, le pasa; si lleva a sus hijas a pasar una tarde en Pedrafita para ver la nieve, también. Reconoce que los 31 pinchazos de bótox duelen en el momento, pero compensan a la larga.

LLORAR DE DESESPERACIÓN. De idéntica opinión es Ana Pena, de 41 años, quien con 23 años empezó a tener fuertes dolores de cabeza que le dificultaban estar frente al ordenador. Algunos días tenía que irse del trabajo. El de Ana es un caso habitual en pacientes con migrañas, el que tarda tiempo en ser diagnosticado y también en dar con su tratamiento. Ha probado tantos que le cuesta repasarlos todos: pastillas, otras pastillas, fisioterapia... "Incluso unas inyecciones que tenía que ponerme yo en la pierna", dice. Nada acababa de funcionar. Tenía migraña unos 25 días al mes, muchos de ellos ni siquiera podía levantarse de la cama, con un dolor que le hacía "incluso llorar de desesperación".

Supo de la aplicación del bótox para el tratamiento de migraña por un familiar de Madrid y, cuando se lo ofrecieron en el Hula, no dudó en probar. "Noto mejoría tanto en frecuencia como en intensidad. Noto los efectos más ahora y cuando me faltan pocos días para volver a ponérmelo lo noto perfectamente también", explica. Admite que es un tratamiento molesto y un tanto grimoso —"te pinchan en la cabeza, al fin y al cabo"— pero que para ella está siendo eficaz.

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