Antonio González Trigo: "Había 150 millones para liberar la muralla y estuve tres noches sin dormir"

El arquitecto que llevó a cabo la operación Muralla Limpia recuerda la gesta de tirar más de ochenta casas y negocios cuando se cumple medio siglo
Inmuebles derribados en la operación Muralla Limpia. ARCHIVO
photo_camera Inmuebles derribados en la operación Muralla Limpia. AEP

La operación Muralla Limpia, la última gran intervención que se hizo en el monumento en época contemporánea, para eliminar las casas que tenía adosadas por la parte exterior, cumple medio siglo y, a ojos de hoy, resulta una hazaña mayúscula. El detonante fue el interés que empezaba a haber por parte de algunos para tirarla y hacer solares y una conjunción de circunstancias garantizaron su éxito: la existencia en la Dirección General de Bellas Artes de 150 millones de pesetas sin fin asignado que debían gastarse antes de fin de año (1972), la de un lucense en la subdirección general con preocupación por su ciudad y que sabía de ese dinero y la de un arquitecto con medios y ganas para llevar a cabo la operación, Antonio González Trigo, entonces jefe del servicio de valoraciones de Hacienda en Lugo.

La noticia de las intenciones del ministerio causó, como era lógico, una grandísima preocupación entre los más de 80 propietarios e inquilinos que vivían y tenían negocios en esos edificios. Una inquietud que se agravaba porque los afectados por las expropiaciones que se habían hecho para construir el polígono de Fingoi seguían sin cobrar diez años después. Por esta razón, y aunque sobre el papel iba a ser una expropiación forzosa, en la práctica en muchos casos se llegó a acuerdos. "El ministerio era consciente del gravísimo problema social que podía haber en Lugo si se hacía de otra forma", recuerda González Trigo, que estuvo "en las tripas" de la operación de principio a fin.

"Hicimos una comisión para tomar posesión de la muralla en nombre del Estado porque no se sabía de quién era"

Para empezar, el arquitecto formó parte de la comisión que tuvo que personarse en la muralla para tomar posesión de la misma en nombre del Estado, dadas las discusiones que había sobre a quién pertenecía el monumento. Posteriormente, su trabajo en Hacienda le permitió tener acceso a toda la documentación catastral de los edificios y, consciente de que iba a haber recursos, y con el objetivo de que las tasaciones fueran lo más equitativas posibles, elaboró unos módulos para valorar el suelo de cada finca, que se complementaban con los de antigüedad. 

Pero el tiempo apremiaba y, desde el 15 de diciembre hasta pasada Navidad, estuvo recibiendo, en su despacho de Hacienda y en el que Bellas Artes le puso en Educación, a los vecinos que querían hacer propuestas de venta, y elaborando los correspondientes expedientes. Una calculadora electrónica Olivetti, en esos tiempos un auténtico adelanto tecnológico, le facilitó el trabajo. «Hace poco vi en un documental que la utilizó la Nasa para hacer cálculos de trayectoria», cuenta como anécdota. "Hice un pequeño programa y, aún así, estuve dos noches sin dormir, acabando el trabajo". 

La de Santos Inocentes fue la tercera, de viaje en coche a Madrid, con nieve en el Manzanal y un tráiler atravesado en el túnel del Guadarrama. Pero la carrera contrarreloj seguiría. Ramón Falcón le pidió que se quedara a ayudar a los funcionarios a terminar el trabajo. "Puso siete secretarias a mi disposición y, no sé cómo, convenció al interventor jefe de que se quedara en fin de año a tramitar los expedientes", cuenta.

Los vecinos empezaron a cobrar en una media de tres meses y los recelos iniciales se transformaron en interés cuando vieron que el ministerio "pagaba muy bien". "Una vecina que no había sido asesorada nos pedía 250.000 euros por la casa y le pagamos 750.000. Fue la mejor operación de márketing que hicimos". El trabajo se completó durante los siguientes meses y poco a poco las máquinas empezaron a hacer su trabajo.

"Si Ramón Falcón no hubiese muerto, hoy el paseo interior estaría hecho"
González Trigo hace tiempo que no está al frente de los trabajos en la muralla y, como algunas cosas son cuestión de gusto, reconoce, no le convencen. Con otras, sin embargo, es menos benevolente. Como la única muralla romana entera que queda en el mundo, cree que merecería estar liberada también de edificaciones por su cara interior, ya que algunas suponen auténticas agresiones al monumento. En la operación Muralla Limpia se constató que en los muros se habían hecho desde almacenes y cuartos de baño a cuadras y para hacer el paseo interior no son tantas las edificaciones que habría que tirar, opina. «A mí que el Pepri no permita expropiar me parece un disparate, que se modifique. Si no estás sometido a lo que digan los dueños». Como arquitecto del Estado, González Trigo hizo el proyecto de derribo de Muralla Limpia y de las restauraciones que fue necesario hacer después, así como de otros proyectos, como la iluminación exterior. Esta fue objeto de alguna publicación internacional por la combinación en un mismo proyecto de luz amarilla y blanca. En 2000 fue sustituida. González Trigo cuestiona también algunas restauraciones, como los dinteles de granito en las escaleras interiores que se restauran, porque en época romana no eran así, o los rasgados verticales en algunos cubos, que tampoco se corresponden porque no servirían para los cañones, dice.

 

Mercedes Hortas: "Mi casa fue la última que tiraron y fue traumático, procuro no recordarlo"
El ministerio llegó a acuerdos con muchos de los más de ochenta vecinos afectados por el derribo de las casas adosadas a la muralla, pero en otros casos el proceso no fue tan amistoso. La casa de Mercedes Hortas estaba situada en las inmediaciones de la Porta Nova, fue la última que se derribó y el recuerdo del momento todavía le resulta "traumático", como contaba a este periódico hace unos años con motivo del aniversario del monumento como Patrimonio Mundial.

Ella era una niña entonces, pero tiene recuerdos dolorosos del desalojo. La casa tenía una sola planta, pero era grande y albergaba dos negocios, una librería y una zapatería "Procuro no pensarlo, porque para mi familia fue traumático. A la gente que no tenía casas ahí le parecía bien que se tiraran, y a día de hoy, yo misma reconozco que el monumento ganó mucho, pero algunas expropiaciones fueron injustas", opinaba entonces.

Mercedes prefiere quedarse con los buenos recuerdos, como las horas de juego alrededor de la fuente que había al lado, o en las piedras sobre las que luego se asfaltaría la Ronda da Muralla. Mercedes recuerda a la perfección los negocios que había en las casas aledañas (una peluquería, una fontanería, un garaje de coches...), así como que la muralla "la apreciaban algunos y otros no, como ahora", dice. 

Una exposición promovida por el Museo Provincial en 2017 permitió a los lucenses volver a ver muchas de esas tiendas que formaron parte de su infancia y de su juventud.

El adarve y el paseo interior de la muralla siguen siendo el patio de algunos vecinos que mantienen sus casas pegadas o muy próximas al monumento. La apertura de la ronda interior al completo es uno de los debes de la ciudad, ya que actualmente solo es posible disfrutar de algunos espacios públicos, como el jardín que hay por detrás de la Rúa Nóreas. Los avances son pequeños y lentos. Al menos está descartado cobrar por subir al monumento, como llegó a debatirse en algún momento.

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