"Los lucenses somos los primeros que no conocemos nuestro propio patrimonio"

Ana Goy Diz: "Las instituciones deberían pensar más en el legado histórico que en los votos"

Es la cuarta mujer que ingresa en la Real Academia Galega de Belas Artes, una institución que tiene en su haber 46 miembros masculinos. Profesora de Historia del Arte en Humanidades, recibe esta noticia con satisfacción y con la ilusión de potenciar el patrimonio lucense desde un órgano fundamentalmente asesor
Ana Goy, en los exteriores de la facultad
photo_camera Ana Goy, en los exteriores de la facultad

ANA GOY entra en la web de la Real Academia Galega de Belas Artes y cuenta las mujeres que hay. Solo son cuatro. Un número escaso frente al resto de los miembros masculinos, 33 académicos numerarios y 9, correspondientes. Por eso mismo, esta profesora de Historia del Arte enfila con ilusión su nombramiento como académica correspondiente. Es decir, sin derecho a voto.

Ahora que ya tiene sillón en la Real Academia Galega de Belas Artes, ¿piensa defender desde allí el monumento más representativo del patrimonio lucense, la muralla?

La muralla hay que protegerla por encima de todo porque no solo es un monumento, es el elemento histórico que articula la ciudad, que es su símbolo y su esencia. Tenemos que ser cuidadosos con su conservación y la Real Academia Galega de Belas Artes debe estar vigilante para que, tanto la muralla como el resto del patrimonio histórico, salgan adelante.

¿Está bien atendido el patrimonio histórico-artístico gallego?

Con la crisis, se destinaron menos fondos para su rehabilitación y esto incidió en su deterioro. Por eso es fundamental la contribución del pueblo, preservando cualquier tipo de destrozo o daño.

¿Pero no cree que, a nivel general, se desprecia el patrimonio?

No es que se desprecie, es que no se valora. Sabemos que hay castros en Galicia donde nunca hubo problemas para ararlos o para tirar en una esquina aquellos restos de hierro que aparecieron por allí. No se aprecia el patrimonio pero, en cambio, no se destroza. Y esto es por el carácter gallego de mantener tradiciones, conservador. Si no fuese así, ¿cuántas iglesias, por las que no veló la Administración durante siglos, estarían ya abandonadas?

Sin embargo, ¿no oyó más de una vez la expresión "esas pedras non valen para nada"?

Hay gente que no es consciente del valor del patrimonio pero, cuando se lo explicas, asume el compromiso de cuidarlo. Y también hay gente que, sin saber nada de Historia ni de Arte, tiene un sexto sentido y conserva los restos que encuentra afirmando "isto mellor non tocalo".

¿Los gallegos somos, entonces, respetuosos con el patrimonio?

Sí, no lo apreciamos, pero lo respetamos. Algo muy importante es la educación. A los niños se les habla en las escuelas de ecología, de cuidar el medio ambiente pero poco o muy poco de conservación del patrimonio histórico-artístico. Hay chicos, ya de Secundaria, que nunca oyeron hablar de esto ni saben lo que es y otros, como los alumnos de los institutos de Celanova o Montederramo, que asisten a clase dentro de monasterios con un gran valor histórico y ni lo saben. La educación en patrimonio es una asignatura pendiente de la enseñanza. En este punto, el Museo Provincial está haciendo una gran labor de compromiso con el patrimonio, a través de sus talleres para niños. Un simple taller de arqueología, donde los niños jueguen a descubrir un trozo de cerámica o una fíbula, por ejemplo, supone ya un compromiso con la historia y el pasado.

Quizá otro fallo, en la promoción del patrimonio, sea la poca colaboración entre instituciones...

Habría que fomentar el diálogo entre las instituciones para la defensa del patrimonio. Las administraciones deberían ser generosas y pensar más en el legado histórico que dejan a generaciones futuras que en conseguir votos.

¿Eso es lo que está ocurriendo con el cuartel de San Fernando, en el limbo de las administraciones desde hace años?

Sí, fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural) y todavía está esperando a que las instituciones implicadas lleguen a entenderse.

¿No corre el riesgo de caerse antes?

Se podría caer el techo pero la estructura, no. La estructura es impresionante, es obra de arquitectos ilustrados, de la segunda mitad del siglo XVIII, y es de una calidad extraordinaria. También es impresionante la estructura de las enfermerías, unas dependencias rectangulares con arcos que dividen la estancia en dos partes. Ahí se trataban a los inhábiles, los soldados heridos. La importancia histórica también es tremenda porque es el único hospital de España, de esa época, que se mantiene en pie. Por aquel entonces, Ferrol era la gran ciudad militar de España y allí iban tropas llegadas desde Madrid, que pasaban por Lugo, donde pernoctaban. La gente estaba obligada a dar cama en sus casas a estos desconocidos y muchas veces había problemas porque se llevaban gallinas y otras cosas. Desde el siglo XVI, se debate en los plenos municipales esta obligación, llegando a pedir los ciudadanos que el Ayuntamiento se dirija al Ministerio de la Guerra para parar esto. Es así cómo, finalmente, este ministerio decide construir el cuartel de San Fernando, con el fin de albergar ahí las tropas y atender a los inhábiles.

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