El aislamiento social, gran secuela de los cien lucenses que son largos supervivientes de cáncer

El oncólogo Alberto Carral explica que los pacientes que deben extender el tratamiento más allá de lo convencional a menudo tienen menos respaldo familiar que los recién diagnosticados y sufren serias secuelas psicológicas y físicas
Alberto Carral, oncólogo del Hula. XESÚS PONTE
photo_camera Alberto Carral, oncólogo del Hula. XESÚS PONTE

Más de un centenar de pacientes con cáncer en la provincia son los considerados largos supervivientes "puros"; aunque, como explica el oncólogo del Hula Alberto Carral, la definición estándar abarca a muchos más. En realidad, hay dos tipos de largos supervivientes. Por un lado, aquellas personas a las que se diagnostica un tumor curable y, efectivamente, se curan. Son ahora la mayoría. De los 1.500 nuevos cánceres que se detectan en el área sanitaria lucense cada año, unos 900 pacientes recibirán un tratamiento que les librará del tumor y se sumarán a ese grupo.

Por otro, los "puros", son aquellos que pasados cuatro, cinco, seis años del hallazgo de un tumor metastásico siguen a tratamiento activo; que no se han librado del cáncer pero han tenido una supervivencia mayor a la esperada inicialmente; son, en gran medida, una excepción, aunque Carral recuerda que "gracias a los nuevos tratamientos cada vez serán más una regla". En estos momentos más de un centenar de lucenses están en esa situación, pero se espera que esa cantidad aumente en los próximos años.

"Para esos pacientes a menudo las secuelas psicológicas y sociales pueden ser peores que las físicas", explica el doctor Carral, que recuerda que se trata de personas necesariamente "atadas a un hospital", con todo lo que eso implica. Además de acudir a continuar con sus tratamientos para el cáncer, quimioterapia o inmunoterapia, con periodicidad regular, también deben asistir a consultas de otras especialidades. "Pueden tener secuelas cardiovasculares, renales, metabólicas...", apunta. La quimioterapia no resulta inocua y es más fácil percibir sus consecuencias cuanto más largos sean esos tratamientos.

Esa extensión en el tiempo tiene muchas otras consecuencias que inicialmente los pacientes no pudieron prever y que merma su calidad de vida. Muchos de ellos, por ejemplo, cuentan con menos respaldo familiar que los recién diagnosticados. "A veces te lo dicen familiares de esos pacientes, gente que te cuenta que se pidió unos meses en el trabajo para acompañar a su padre al hospital, para estar con él durante el proceso... pero pasa el tiempo y ya no pueden seguir faltando", apunta el oncólogo.

Lo mismo pasa con el círculo habitual del enfermo. "Quizás al comienzo los amigos le visitaban con frecuencia pero, después de tres, cuatro, cinco años... A veces no se le ve de la misma manera, casi como si todo hubiera pasado", apunta. No falta quien tiene con un largo superviviente la percepción de que, pasado tanto tiempo, no se puede quejar, de que debe estar agradecido de seguir vivo.

El propio paciente se encuentra a menudo incapaz de mantener el mismo ánimo que tenía al comienzo. "La actitud tras el diagnóstico no suele ser la misma que después de varios años. Al principio, la propia adrenalina les da cierta fuerza", señala Carral, que admite que ese empuje, con frecuencia, se va desvaneciendo.

Para el oncólogo es un trabajo de la sociedad en su conjunto cambiar la percepción del largo superviviente para que no solo tenga más vida sino más calidad de vida. Pone como ejemplo, las incapacidades laborales.

"Algunos pacientes se echan a llorar en consulta. Vienen a pedir un informe para la mutua y te dicen que les van a dar la incapacidad, que ellos querrían seguir trabajando, se preguntan qué van a hacer en casa todo el día...", cuenta. Reconoce que no todos los trabajos son iguales y que algunos que implican mucha exigencia física pueden tener que requerir una incapacidad, pero no son todos los casos.

"Hay gente a la que le gusta su trabajo y quiere seguir ejerciéndolo. Le da la oportunidad de hacer algo que se le da bien y de tener interacción social. ¿No va a poder seguir haciéndolo simplemente porque cada quince días tiene que acudir al hospital a recibir un tratamiento?", se pregunta Carral.

Está convencido de que esta actitud con el largo superviviente debe cambiar, con más motivo porque cada vez serán más. "Tenemos que pensar toda la sociedad cómo conseguir no estigmatizar al paciente oncológico", dice y añade que esa misma etiqueta no le gusta porque parece tener ciertas implicaciones que no siempre se cumplen.

"El cáncer no es una enfermedad sino muchas enfermedades. Cada vez habrá más largos supervivientes y tenemos que intentar que la ruptura con su vida anterior sea la mínima posible", insiste.

Explica que, en consulta, tras un diagnóstico, son cada vez menos los pacientes que preguntan cuánto tiempo les queda. Es al mismo tiempo algo muy difícil de responder porque hay nuevas opciones terapéuticas que en los últimos años han pasado a revelar supervivencias que antes no se veían y a lograr cierta cronificación de la enfermedad. "Ya no pasa eso de no tener tratamiento que ofrecer a un paciente al que se le acaba de diagnosticar un tumor", dice.

También recuerda que el conocimiento sobre el cáncer va avanzando y cada año hay novedades sustanciales. A veces, se observan consecuencias positivas que no se puede prever en qué pacientes ocurrirán. "Sabemos que hay inmunoterapias que pueden curar a pacientes con metástasis pero no sabemos a qué pacientes les va a pasar", apunta Carral.

La oncología está dejando atrás la tradicional clasificación del cáncer por localización para centrarse en el perfil molecular. Los nuevos tratamientos desarrollados para un tumor bloqueando un determinado gen se prueban eficaces en tumores ubicados en otro lugar del cuerpo que se expresan de igual forma. "Uno de los ejemplos más paradigmáticos es el de un tipo de medicación que se diseñó originalmente para el cáncer de pulmón ALK positivo y se aplican ahora también en un tipo de sarcoma que presenta la mutación de ese gen", explica.

Los mayores avances de los últimos años se están viendo, según admite Carral, en "pulmón, mama y un poco en tumores digestivos". Los cánceres más frecuentes son los más investigados porque son, evidentemente, en los que cualquier inversión económica de la industria farmacéutica tiene un mayor retorno, ya que serán los que se puedan administrar a más pacientes. Son también, por tanto, donde se encuentran más largos supervivientes y previsiblemente donde este perfil de paciente aumentará todavía más en el futuro.

La posibilidad de que para muchos el cáncer se convierta en una enfermedad crónica debe acompañarse, según reclama el oncólogo del Hula, de una consideración libre de estigmas.