Wageningen o cómo atraer alumnado a un campus agrario

Zuurbier, Timmermans y García Herradón, en el campus.  senande
photo_camera Zuurbier, Timmermans y García Herradón, en el campus. senande

La Universidad de Wageningen, en Holanda, atravesó a finales de los noventa una situación que resulta familiar en Lugo. Especializada en agricultura y medio ambiente, a partir de 1995 las cifras de alumnado empezaron a bajar preocupantemente. Menos estudiantes significaba también menos presupuesto, así que en 1998 la Universidad decidió elaborar un plan estratégico para encontrar soluciones. En ese punto, y con problemas similares, se encuentra en la actualidad el campus de Lugo, donde el director para Latinoamericana de la Universidad holandesa, Peter Zuurbier, y el profesor e investigador Willem Timmermans, han estado estos días explicando la experiencia de la institución a que pertenecen.

A finales de los 90, explica Zuurbier, la actividad agraria en Holanda no tenía muy buena prensa. La ciudadanía se preocupaba por el uso de fertilizantes, problemas medioambientales o por la excesiva cabaña porcina, así que los jóvenes tampoco se sentían atraídos por ese mundo, lo cual afectaba a la universidad. Además, las carreras que se ofrecían, añade Willem Timmermans -cuya tesis dirigieron los profesores del campus Rafael Crecente Maseda y Urbano Fra-, eran extremadamente específicos.

PROFESORES
Deben rendir cuentas

La Universidad de Wageningen es pública. La mayor parte del profesorado, aunque no es exactamente funcionario, tiene un contrato permanente y está sometido a un control muy exigente. Si los alumnos no están satisfechos con la enseñanza, o si un investigador sin docencia no consigue fondos, se le da un año para esforzarse en modificar la situación. Si no se emplea a fondo, «quizás no se les eche, pero se les ofrece otro puesto, en la parte administrativa, por ejemplo», cuentan.

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