Vuelve a casa por Navidad

La fanfarria propia de las celebraciones navideñas se adelanta cada año un poquito más. Puede que algo tenga que ver el calentamiento global y el presumible cambio que está provocando en el ciclo de las estaciones. A lo mejor, con esto de que el tiempo se comporta de una forma un poco rara, andamos algo despistados. Quién sabe. Lo cierto es que, sea por una cosa o por otra, si seguimos así, habrá que incluir un festival de villancicos en el programa de San Froilán o montar un Belén viviente al lado del campamento romano del Arde Lucus. Tampoco estaría de más hacer socios del Club Fluvial a Papa Noel y a los Reyes Magos. Acostumbrados al frío diciembre, podrían descubrir de un modo áspero que aquí también aprieta el calor en verano. Después de tanto esperar, la ciudad todavía carece de una zona de baño pública. Si tuviesen que meterse a pelo en el río Miño, algunos iban a recibir carbón a paladas. Por malos.

El caso es que cuando llega noviembre empiezan a verse ya los primeros adornos navideños. Aparecen en los escaparates guirnaldas, estrellitas, bolitas de colores, angelotes y algún árbol decorado.

Nos recuerdan, con reflejos de dorado y plata, que se va acercando la época de abrir la cartera. El tiempo de gastar lo que en muchas casas no hay. En diciembre, la cosa empeora, se ornamenta a tumba abierta y se escucha la tradicional banda sonora. Hacía Belén va una burra o saca la bota que la vamos a liar con los peces en el río. Ya se sabe. Además, se manifiestan en nuestro televisor cosas que dan tanto miedo como el nuevo anuncio de la lotería. Nos dice que pongamos nuestros sueños «a jugar». Para confiarse estamos. A juzgar por algunas de las caras que se ven en la pantalla, acabarían en pesadillas, los pobres.

También «vuelve a casa, vuelve, por Navidad» la publicidad de una conocida marca de turrones. El estribillo de su anuncio ha conseguido sobrevivir a varias generaciones de telespectadores. Tiene su mérito. En la edición de hace un par de años, familiares y amigos se abrazaban, siempre al ritmo de la conocida cantinela, a los que iban saliendo por la puerta de llegadas de un aeropuerto. Al estilo ‘Love Actually’, una comedia británica de ambiente muy navideño. Una película que arranca, por cierto, con la azucarada premisa de que, si sabemos apreciarlo, «el amor está, en realidad, en todas partes». Asunto muy discutible, en cualquier caso.

Más allá de toda la parafernalia comercial que rodea a esta celebración o de la felicidad por decreto, la Navidad es una fiesta de ausencias y de reencuentros. Se notan especialmente las sillas vacías alrededor de la mesa, pero se agradece la alegría que reporta el regreso de los que están fuera. Con esa idea juegan precisamente los ideólogos de ese spot publicitario, todo un clásico que se renueva cada año. En apenas medio minuto, cuenta pequeñas historias sobre la vuelta a casa de los que viajan para estar con su familia en estas fechas.

Con los tiempos que corren, los creativos no tendrán mayores problemas para encontrar relatos en los que inspirarse. Decenas de miles de personas han tenido que hacer las maletas para buscarse las castañas en otros lugares.

En el primer semestre de este año, Galicia perdió más de ocho mil habitantes. En la provincia de Lugo somos mil seiscientas personas menos. A la baja natalidad, un problema endémico, se suma ahora otro factor que acelera el proceso de desertización humana. Viene menos gente de fuera y más nativos salen para ganarse la vida, o al menos para intentarlo, en el extranjero o en otras zonas de España.

Unas veinticinco mil personas se marcharon el año pasado y en los seis primeros meses de 2013 hicieron el equipaje cerca de trece mil. Entre enero y julio, la diferencia entre los que se fueron y los que llegaron dejó un saldo negativo de cerca de dos mil habitantes. Gente, en su mayoría, en edad de tener hijos y de formar aquí una familia. La cosa no pinta bien. Necesitamos que vuelvan a casa. Y no sólo por Navidad.

No hay buen rollo en el Concello

No hay buen rollo en el Ayuntamiento de Lugo. Las recientes noticias que salen de los Juzgados han enturbiado el ambiente. El divorcio es todavía más evidente entre socialistas y nacionalistas. Los ediles del BNG ni siquiera se sentarán con López Orozco para negociar el presupuesto. Además, vuelven a pedir su dimisión por el asunto de O Garañón. El alcalde tampoco encontrará apoyo en el PP. El año que viene es víspera de elecciones municipales. Nadie parece dispuesto a darle cuartel al rival. Habrá más de una bronca. Es lo que toca.

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