Vivir en y por el barrio

Domingo López Rodríguez (Foto: J. VÁZQUEZ)
photo_camera Domingo López Rodríguez (Foto: J. VÁZQUEZ)

A sus 68 años, Domingo López Rodríguez, conocido como Chomín, es uno de los vecinos del barrio de A Ponte que vivió con mayor intensidad, desde su pertenencia a varios colectivos vecinales al club de fútbol, la evolución del barrio de A Ponte en los últimos años. La zona es un lugar idílico, a orillas del Miño, si se ve desde la zona del parque Rosalía de Castro, pero esta tranquilidad tiene como contrapartida la caída demográfica y el envejecimiento de la zona de la ciudad que menos creció en nuevas edificaciones.

Domingo López perteneció a la directiva de la asociación de vecinos y a la del club de fútbol San Lázaro, además de ser socio de la Peña Pillería. Recuerda con especial ilusión «el gran esfuerzo y la unión mostrada por los vecinos para traer el alcantarillado al barrio» hace ya cuatro décadas. El vecindario tuvo que financiar la práctica totalidad de la obra, cuyo coste rondó los 12 millones de pesetas. El Ayuntamiento concedió una ayuda de 400.000 pesetas, pero después «nos cobró licencias y tasas municipales que se llevaron buena parte de la aportación», comenta Domingo López. También se obtuvo una ayuda del plan de obras de acción comunitaria.

«Los residentes hicieron un gran esfuerzo. Fijamos una cantidad para el entronque en las casas y otra, menor, para los solares beneficiados. Un propietario abonó 600.000 pesetas y otro un millón. Este último optó por el pago en cuotas mensuales. Era mucho dinero para la época», subraya López. La obra fue ejecutada por la constructora de Ramiro Blanco y certificada por el entonces arquitecto municipal, Mario Iglesias.

La canalización del saneamiento y de la traída de agua se hizo desde la Estrada Vella de Santiago, por los dos márgenes de la calzada. Los tubos se pasaron por el puente «y, en un principio, surgieron problemas, ya que reventaron a causa de la presión y hubo que cambiar el sistema previsto, con el consiguiente gasto», dice este exdirectivo vecinal. Fue un fontanero del barrio, Manuel Otero, el que diseñó un sistema alternativo para arreglar el entuerto. Después de la ejecución de las traídas de agua y alcantarillado también se hicieron aceras en algunas zonas donde la gente cedió terreno.

Más adelante se creó la asociación de vecinos, que figura entre las pioneras de Lugo. Funciona desde 1976 y se inscribió en el registro del Gobierno Civil cinco años después.

EL CAMIÓN

Otro ejemplo de la solidaridad reinante en aquella época la constituyó la campaña de recaudación de fondos, llevada a cabo en toda la ciudad, para ayudar a la reparación de un camión que cayó al río desde el puente viejo, que estaba en mal estado. «El caminero era un asturiano, de Tapia de Casariego, que después se casó en el barrio. Recaudamos 600.000 pesetas para arreglar el camión. La mitad de la avería la subvencionó la firma Pegaso», cuenta. Domingo López recuerda que el éxito de esta campaña no sería posible sin la «campaña impulsada desde El Progreso, que nos ayudó mucho para que prosperase la iniciativa».

La entrega de las llaves al propietario del vehículo se celebró con una comida en la Casa de la Concha. «La madrina del acto fue Eva Paradela, esposa de Purificación de Cora Sabater, que era por entonces el propietario de El Progreso», recuerda ese vecino. El camión fue bautizado con el nombre de Moisés, «el vehículo salido de las aguas».

Uno de los lugares de reunión habitual del barrio era precisamente la Casa de la Concha, ya derribada, «que hacía de Casino y de lugar de reunión de todos los vecinos. Cualquier iniciativa que afectase al barrio, para bien o para mal, era abordada allí. Al desaparecer esta casa, el barrio perdió un lugar de referencia», resalta este veterano residente.

Domingo López recuerda que fue en este establecimiento donde se fundó el club de fútbol, y allí tuvo su local social. La Casa da Concha servía también pista de baile y tenía el único teléfono público. Además hacía de tienda de comestibles, estanco, casa de comidas y hospedaje.

Chomín vio como tres vecinos organizaban allí, con toda urgenica, unas fiestas de San Lázaro cuando faltaban solo tres días para la celebración. «Allí se abrió el debate sobre la necesidad de que el barrio no quedase sin fiestas, se tomó la decisión y les dio tiempo a contratar una orquesta y fuegos de artificio», cuenta.

ESTANCAMIENTO

Poco cambió en la configuración del barrio desde esos años. La zona se consolidó como lugar de ocio, con el Club Fluvial, creado en 1934, y el balneario, el complejo de As Bridas, el complejo Aqualife y los paseos por las orillas del río Miño como referentes. Aunque mejoraron las infraestructuras de recreo, su crecimiento urbanístico fue mínimo. El planeamiento limita mucho la edificación, que es de planta baja y dos alturas en la mayor parte de los lugares. El hecho de que en su día no se crease una zona urbana más amplia, como sucedió a otras zonas, como A Chanca, «resultó perjudicial».

Aunque se hicieron algunas urbanizaciones, con espléndidas vistas sobre el río, y unos pocos bloques de viviendas, «en las calles clásicas del barrio quedan muy pocas casas habitadas», lamenta López, quien resalta que la crisis frena cualquier posibilidad de restauración. Si se sigue la antigua carretera de Santiago se aprecia que apenas hay nuevos edificios, salvo en la parte alta.

«Falleció mucha gente y buena parte de los mayores del barrio se fueron a vivir con sus hijos a otros lugares, sin que haya relevo generacional», destaca este vecino.

La escasa población hace que no existan supermercados o bancos, pero el barrio si cuenta con reconocidos establecimientos de hostelería.

CLUB DE FÚTBOL

López Rodríguez fue directivo del club de fútbol San Lázaro, una entidad que atravesó distintas etapas, primero en el fútbol modesto local y ahora en Tercera Autonómica. En esa época se adquirieron terrenos en la zona de as Arieiras, fuera de los límites de la parroquia, para construir un campo. La finca que alberga las instalaciones tenía 10.000 metros cuadrados.

El recinto deportivo, que cuenta con riego automático, un pozo de barrena y otro artesanal y vestuarios, se hizo realidad gracias a la ayuda de los socios y al trabajo de los vecinos. También ser recibieron ayudas institucionales. «Una vez construido este campo se planteó la posibilidad de cambiar las instalaciones para A Louzaneta, en terrenos del Ayuntamiento, pero la gestión de ese campo sería municipal, y preferimos seguir con el nuestro».

En la etapa de Domingo López como directivo, el presidente era José Pérez, «el verdadero alma del equipo, con Carlos Coria y Salvador Porto».

Institución social
La Peña Pillería suma 58 años de existencia

La Peña Pillería cumplirá 58 años de vida el 15 de agosto. Fue fundada en 1954 en el desaparecido bar Cabarcos, donde se encuentra actualmente Casa Moncho. Su objetivo es y era celebrar una reunión anual con el tradicional partido de solteros contra casados y una comida de hermandad, seguida de cena. El requisito para participar esta celebración es residir o ser originario del barrio o bien estar casado con una vecina de la zona. Domingo López pertenece a este colectivo desde los 15 años de edad «y no falté nunca a la convocatoria». Las primera comidas se hacían a base de callos y cordero, aunque con el paso del tiempo se fue variando el menú. Chomín recuerda que esta peña es la única de estas características que existe en la ciudad. Hasta hace unos años también funcionara la Peña Armonía, en la barriada de Recatelo. Antaño era habitual que este colectivo y la Pillería intercambiasen dos invitaciones para sus respectivas comidas como gesto de hermandad.

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