Usura

Mucho se ha hablado últimamente de la crisis pero quien más y quien menos, excepto los que la empezaban a padecer, la tomaba a chirigota pues los signos no parecían preocupantes.

Pero ahora sí, ahora podemos decir que tocamos fondo y la crisis, normal, se hace acompañar de la usura. Mi colega Miguel Olarte lo ha explicado perfectamente en un excelente reportaje publicado en este mismo diario: la desesperación cotiza a la baja.

Dios aprieta y ahora además ahoga, por ello, lo poco que queda de valor en algunas casas se le lleva a esos "túzaros" que han comenzado a germinar por doquier, que hacen de la usura su bandera y de sus enjoyadas manos y cuellos, ostentación del que doblega.

Las casas de empeño de oro y joyas se han instalado con el mayor descaro y con el mayor descaro también, pagan lo que les viene en gana porque saben lo apretada que anda la gente. Faltos de escrúpulos, se aprovechan de las miserias ajenas para medrar y no son los únicos, por la Gran Vía madrileña pueden verse, a cualquier hora del día, esas figuras que la crisis ha vuelto a resucitar, los hombre-anuncio, enfundados en enormes cartelones con su oferta para los desesperados: se compra oro, plata y joyas.

Es previsible, por tanto, que pronto vuelva el Monte de Piedad para seguir empeñando todo lo que tenga un precio mientras que los Rastros son el futuro prometedor, como en la posguerra española.

Son las secuelas, las hijas de la crisis provocada por bancos y cajas de ahorro, que no se cortan a la hora de recibir una millonada del estado para llenar sus arcas mientras que anuncian el aumento del cobro de intereses, incluso por la consulta del saldo en un cajero, que ni siquiera se sonrojan al anunciar los enormes beneficios obtenidos en el último año, o que ofrecen a sus ejecutivos pre jubilaciones blindadas de las que avergüenza sólo escuchar las cantidades.

España no sólo está en crisis: es una almoneda. Señores, atiendan, compro, vendo, presto...

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