Una vida con mucho sabor

José Luis Fariñas
José Luis Fariñas, en plena faena

Después de más de tres décadas endulzando los paladares de varias generaciones de vecinos, José Luis Fariñas, propietario de la confitería Mallorca, se jubila a finales de este mismo mes de enero

MIENTRAS EL BARRIO de A Milagrosa duerme, en el obrador de la confitería Mallorca, la pastelería de mayor tradición de la zona, se respira una gran actividad. Así ha sido durante casi 40 años, los 33 últimos bajo la batuta de su actual propietario, José Luis Fariñas Núñez.Tras más de tres décadas endulzando los paladares de una buena parte de los vecinos del barrio, Fariñas se jubila esta próxima semana, aunque la actividad de la confitería continuará. Con el relevo generacional asegurado, reconoce que llegó al mundo de la pastelería casi de casualidad, como un modo de empezar a ganarse la vida, pero del que «nunca pensé que sería para siempre», afirma.

Este veterano pastelero recuerda que empezó en el oficio en la Pastelería Conde, cuando tenía 14 años. «Pasé allí unos cinco años y medio hasta que me fui a trabajar a la Pastelería Silva, en la calle García Abad. Un tiempo más tarde, me surgió la oportunidad de quedarme con el traspaso de la Confitería Mallorca y aquí estamos desde entonces», señala.

Como todos los inicios, el arranque no fue fácil. Fariñas Núñez recuerda que en aquellos primeros tiempos «trabajábamos aquí tres personas: una chica en el mostrador, un empleado que ya trabajaba en la confitería antes de que la cogiese y yo». Con el paso de los años, el negocio fue creciendo, hasta conseguir abrir otro despacho, hace ya casi 18 años, en la calle Flor de Malva.

Ahora el negocio tiene un marcado carácter familiar. «Aquí trabaja mi mujer, mi hijo, mi hija y mi nuera. Además de una empleada que lleva con nosotros media vida y otra que trabaja a media jornada», indica.

Tampoco oculta su satisfacción al saber que su legado seguirá adelante tras su jubilación, «según están los tiempos lo normal casi era que el negocio cerrase tras mi jubilación, pero mis hijos han querido continuarlo y, desde luego, los apoyaré todo cuanto esté en mi mano».

Aunque en su diccionario la palabra pesimismo no existe, José Luis Fariñas reconoce que la crisis actual es de las peores que ha pasado estando al frente del negocio, «viví muchas crisis, incluso cuando decidí emprender este negocio estábamos metidos en medio de una, pero lo peor de ésta es que ya dura demasiado».

Con una vida entera metido en el obrador de su pastelería, Fariñas reconoce que, poco a poco, le fue cogiendo cada vez más cariño a este oficio. «Si tuviera que empezar, posiblemente me dedicaría a lo mismo». Sin embargo, señala que, sobre todo antes, era un oficio muy duro, «al principio se hacía todo a mano, no había máquinas, y todo resultaba mucho más laborioso».

Hoy en día, la tecnología hace más llevadero el trabajo de estos artesanos, pero «continúa siendo duro, porque aquí no se entiende de horarios. Nos podemos levantar a las dos, tres o cuatro de la mañana según el día».

Esa actividad se multiplicaba cuando las fiestas de barrio estaban en pleno auge, «fue una pena que se perdiera todo aquel ambiente que se respiraba durante las fiestas de A Milagrosa, aunque para nosotros era muy duro, con jornadas muy largas, en las que apenas llegábamos a dormir dos horas», indica.

Pero, aunque a veces pueda echar de falta aquel ambiente de barrio de los años ochenta, José Luis Fariñas es de los que opina que no hay tiempos ni mejores ni peores, «las cosas cambian y hay que adaptarse a las nuevas situaciones».

«A lo largo de todos estos años, hemos visto como muchos clientes de los de toda la vida se mudaban de barrio y otros que fallecían, pero con el paso del tiempo, el barrio se fue llenando de otras personas, de muchas nacionalidades, diferentes gustos, costumbres, pero aquí seguimos. Sirviendo tanto a los nuevos clientes como a los que todavía siguen con nosotros desde prácticamente el primer día».

Ahora, con su jubilación, José Luis Fariñas perderá un poco las riendas de ese negocio que ha sabido cuidar durante más de tres décadas y al que ahora seguirá yendo «al menos, para tomar café». Empieza así una nueva etapa en su vida, «en la que no sé muy bien que haré porque nunca fui de hacer planes a largo plazo, aunque si te aseguro que no me faltarán distracciones», se sincera.

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