Una Ora chunga para Orozco

UNA VEZ TUVE una de esas semanas negras, en las que pagaba quitamultas mañana y tarde. Son los riesgos de ir aparcando en el lado salvaje de la vida, que diría el finado Lou Reed, y no estar pendiente de cuándo caduca el tique. Y eso que las nuevas máquinas expendedoras del sistema Ora hasta ofrecen la posibilidad de llevarse un pequeño resguardo en el bolsillo como si de un recordatorio de la cita del médico se tratase.

Menos mal que a fuerza de pasarse una y otra vez de minutos, uno ya está más pendiente de la Ora que de atender a lo suyo, como le ocurrió hace poco a un magistrado de los juzgados lucenses que, en medio de la vista, ordenó un receso de unos minutos justificándolo porque tenía ir a cambiarle el tique al coche.

El miedo a la multa ha calado hasta entre los representantes de los poderes del Estado y la razón no es otra que la implacable labor de control a la están sometiendo desde hace varios años los vigilantes de la Ora a los conductores que se arriesgan a dejar el coche en zona azul. Cumplen órdenes, aseguran, y quienes las dan son los responsables de una empresa, Doal, que está siendo investigada en el marco de la operación Pokemon y que logró esta concesión en un proceso que fue anulado por la Justicia al no haberse cumplido el requisito que se exige en todo concurso público, que las ofertas económicas deben de ser valoradas por un comité de expertos.

Desde que en el verano del 2009 la actual concesionaria se hizo cargo de la gestión del sistema Ora, el endurecimiento en la vigilancia ha sido una constante, hasta el punto de llegar a exasperar a los conductores que, en algunos casos, se encuentran con la multa cuando vuelven de pedir cambio en un bar. Este afán recaudatorio y las formas usadas por algunos controladores para responder a los conductores, según critican los afectados, ha multiplicado no solo las quejas que llegan a la comisión de sugerencias del Concello, sino también las que aparecen en las redes sociales, donde este tipo de vigilante inflexible ha sido bautizado con la etiqueta #lachungadelaora.

Pero aunque el exceso de celo de los trabajadores de la Ora es un problema para los conductores olvidadizos, también lo puede ser para el gobierno de José López Orozco, ya que es al Concello y a su alcalde a quienes van dirigidos la mayoría de los epítetos proferidos por los que se encuentran sus vehículos multados en la zona azul.

El regidor es consciente de la mala imagen y los efectos electorales que puede tener esta estrategia recaudatoria de la empresa, aunque el gobierno tiene en parte las manos atadas desde el momento en que cede a una concesionaria la gestión total de un servicio municipal.

«Que tipo de cidade queremos, unha onde se actúe con manu militari?», se preguntaba hace semanas el portavoz socialista, Luis Álvarez, para responder a las críticas por la permisividad de la Policía Local con los coches aparcados sobre las aceras en las calles del entorno del Hula. Pues esa manu militari es precisamente la que está aplicando la empresa de la Ora y que está haciéndole más daño a los socialistas que la chapuza de no haber convocado un comité de expertos ajeno al Concello para estudiar las ofertas de la concesión que más dinero aporta al año a las arcas municipales, unos 15.000 euros al mes.

Pero si el Ayuntamiento de Lugo se beneficia del 20% de la recaudación por los tiques y también de las multas abonadas por los conductores infractores, quien de verdad sale mejor parado con la política de control rígido de la zona azul es la empresa Doal, que ingresa unos 65.000 euros mensuales.

Con estos números sobre la mesa, resulta difícil pedirle a una firma que sea más permisiva con los usuarios de la Ora, aunque el gobierno local tiene en su mano convencer a sus gestores de que se rebaje la tensión antes de que el cabreo sea generalizado.

Además, a día de hoy hasta resulta casi más rentable utilizar los aparcamientos públicos subterráneos -en uno de ellos se puede aparcar 24 horas por menos de tres euros- que la zona azul y con la ventaja de que siempre hay sitio y el vehículo está vigilado. La concesionaria, consciente de que la crisis económica lleva a muchos lucenses a dejar el coche en casa o más lejos del centro para ahorrarse el tique, ha optado por rebajar las tarifas. Sin embargo, la empresa de la zona azul, además de mantener los precios, somete a un férreo marcaje a los conductores, que llegan a pagar hasta el triple de lo que les hubiese costado el párking en caso de tener que recurrir al quitamultas de 7 siete euros de las máquinas de la Ora.

En unas semanas, el Concello convocará por orden judicial un comité de expertos, integrado por representantes de la Universidad o de la Dirección General de Tráfico, para analizar de nuevo las cuatro ofertas presentadas por las empresas que en 2009 concurrieron al concurso de la Ora, aunque todo parece indicar que Doal volverá a ganarlo, ya que su propuesta económica era bastante mejor que las del resto. Las bases serán las mismas, aunque de haberse podido modificar no hubiera estado mal incluir como un punto a valorar el trato que se le va a dispensar a los usuarios del servicio, que al fin y al cabo son los que van a financiarlo.

Pero como ya es demasiado tarde, lo único que queda es el derecho al pataleo, como quienes dicen: «Os lucenses non poden permitir que unha empresa lles cobre por aparcar nuns terreos que foron cedidos gratuitamente pola cidade». Bueno, la frase la suelen usar los dirigentes socialistas del Concello para referirse a la decisión del Sergas de cobrar por el uso del párking del Hula, aunque también se podría utilizar como argumento contra la privatización de las calles con zona azul.

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