Una fuente sin cántaro

La fuente. (Foto: Pepe Álvez)
photo_camera La fuente. (Foto: Pepe Álvez)

A TINERÍA es si duda una de mis zonas favoritas de Lugo, ahora más que antes y cada vez más. Vivo enfrente y bebo allí casi a diario, y he visto en estos años la transformación que está sufriendo. Sí, de manera más lenta de lo que a todos nos gustaría, pero transformación en toda regla. Por eso da un poco de pena que se haya aflojado la marcha para llegar a aquellos objetivos que se marcaron en un principio las administraciones que colaboraban en el proyecto, una colaboración que en algún momento fue ejemplar.

Como casi siempre, fue la iniciativa privada la que marcó el camino a seguir, primero con una cervecería, luego con un hotel, un bar, un restaurante... Luego llegaron las rehabilitaciones y las entregas de las primeras viviendas, vendidas a la opinión pública como el principio de la puesta en valor de una zona llamada a ver un nuevo amanecer lucense.

Hoy no hace falta más que entrar por la Porta Miñá para darse cuenta de qué quedo de todas aquellas buenas intenciones. Los negocios de prostitución han quedado reducidos a uno ‘oficial’, pero en las calles y en las esquinas veteranísimas trabajadoras del sexo siguen ofreciendo sus servicios sin mayores problemas, y además principalmente durante el día, a plena luz. Tampoco es raro cruzarse con algunos tipos que llevan la palabra «trapicheo» escrita en la frente. Entre unas y otros, vecinos y nuevos residentes intentando asumir como normal una situación que no lo es.

Pero, de entre los muchos detalles que se pueden enfocar como ejemplo, hay uno que me exaspera de forma especial: la fuente de A Pinguela. Para quien no sepa de qué se trata, es una extraordinaria fuente de piedra de origen medieval bajo un arco incrustado en la una de las fachadas del pazo que ahora funciona como hotel. Para ser más exacto: es lo que desde hace años se oculta tras la tapia de madera que uno se topa según entra por Porta Miñá, el acceso al centro del Camiño Primitivo, ese trazado que quieren presentar como gran reclamo. Mejor aún: es lo que se ve rodeado de matorrales y piedras tiradas cuando se mira desde adarve de la muralla.

Hace años, muchos, el propietario de dicha fuente, uno de los patrimonios históricos de Lugo, la cedió a las administraciones con la promesa de la acción inmediata para su recuperación. Entre cambios de gobiernos y de intereses, unos y otros se fueron pasando la pelota, hasta llegar a una de las situaciones más surrealistas que se han visto: la Xunta, responsable de su restauración, hace el proyecto y luego lo paraliza porque dice que no hay dinero; el Concello ofrece pasta de la suya para realizarlo, pero todo queda en suspenso mientras deciden cuál de las dos administraciones lleva la dirección de obra, es decir, cuál aparece con el nombre más grande en el cartel.

Lo último que hemos sabido es que, por fin, la Xunta envió el proyecto de restauración al Concello, y que éste lo debe estudiar todavía. Es de esperar que, dado el tiempo transcurrido y la situación actual, aquel dinero que ofreció siga estando disponible, pero tampoco nos extrañaría lo contrario.

Y mientras, esa valla de madera a la entrada de Porta Miña sigue constituyendo un ejemplo del ser y estar lucense muchísimo más aproximado a la realidad que la valla de piedra que tiene enfrente.

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