Una danza que brota del propio cuerpo

Yumiko Yoshioka, impartiendo la clase magistral a alumnas del Conservatorio de Danza. (Foto. J. Vázquez)
photo_camera Yumiko Yoshioka, impartiendo la clase magistral a alumnas del Conservatorio de Danza. (Foto. J. Vázquez)

liberar la tensión extra que pueda haber dentro del cuerpo y dejar que este hable a través de los movimientos es la esencia de la danza butoh, una danza japonesa que subió a los escenarios en 1959, después de que la población nipona comenzase a expresar, de esta forma, los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial.

La bailarina y coréografa nipona Yumiko Yoshioka -una de las grandes figuras de la danza butoh- ofreció ayer un taller (que continuará hasta el viernes) y una clase magistral en el Conservatorio de Danza donde trató de transmitir a sus alumnos la importancia de esta danza cuya finalidad es abrir el alma a través del cuerpo y de los movimientos que emanan de sus propios órganos. Yumiko Yoshioka abrió la segunda edición del festival Kojoteki, de danza butoh y experimental, organizado por la asociación lucense 3monos.

«Nuestros cuerpos encierran mucha tensión extra, demasiada y, mediante la danza butoh, tratamos de que la energía fluya para eliminar esta tensión a través del cuerpo, de forma que este se vuelva más receptivo y tenga resonancia en el universo», explica Yumiko Yoshioka.

La danza butoh también conecta el cuerpo con sus memorias, expresándolas a través del movimiento.

«El cuerpo es un microcosmos conectado con los recuerdos. Nuestro cuerpo recoge toda la memoria del universo, del macrocosmos, y esa exploración, esa investigación nunca termina», afirma.

Una veintena de alumnos asisten a las clases del taller, que se celebra de nueve a dos, en el conservatorio, y que trata, sobre todo, de introducir a los asistentes en este tipo de danza porque el butoh es para todos los públicos, iniciados o no.

«Es como el yoga, como el baile. Todo el mundo puede encontrar una forma o un proyecto de danza», insiste.

La coreógrafa nipona afirma que, a diferencia de otras danzas, el objetivo del butoh no es solo expresar sino que el propio bailarín se transforme en lo que se está imaginando.

«El butoh es la danza de la transformación. Mediante el entrenamiento y los movimientos, se trata de capturar lo esencial. La coreografía ayuda pero hay que dar una oportunidad a la improvisación. El bailarín ha de romper la cáscara de huevo en la que está envuelto, la estructura y hacerse más receptivo con los movimientos. Es como si tuviésemos una antena y con esa antena recoger la frecuencia que se genera en el interior del cuerpo. De esta forma, se libera esa tensión extra y uno se vuelve más receptivo a través de estos movimientos corporales improvisados», asegura.

Yumiko Yoshioka fue la primera bailarina japonesa que introdujo la danza butoh en Europa, en una actuación que tuvo lugar en París, en 1978, donde escenificó ‘Le dernier eden (El último edén)’. Ahora, la bailarina afirma que esta danza se extiende por casi todo el mundo «excepto en India y en África, pero sí se practica en países tan alejados de Japón como, por ejemplo, Tailandia o Perú». Para la coreógrafa japonesa, «el butoh es, sobre todo, un medio o un vehículo para viajar con él y es apto para todo el mundo que tenga alma y cuerpo, como el yoga».

El festival continuará hoy con el taller de Yumiko Yoshioka, por la mañana, y la actuación, a las ocho y media, de los bailarines Matilde y José Varela, que harán una improvisación con música en directo en el Museo Interactivo de la Historia de Lugo (Mihl).

Comentarios