Un testigo relata pagos de proxenetas a policías en un burdel a la vista de todos

La última parte del sumario de la operación Carioca sobre la que se levantó el secreto incluye uno de los testimonios de mayor relevancia que figuran en los 215 tomos. Se trata de un hombre que ejerció de camarero en el Queens en dos ocasiones y durante casi cinco años, y que fue testigo directo de cómo el dueño del prostíbulo pagaba a varios policías, incluso vestidos de uniforme. Además, relata al detalle episodios de brutalidad del dueño del burdel, José Manuel García Adán, el tráfico de drogas que había y cómo se acumulaban los billetes hasta ser precisas bolsas de basura para guardarlos.

Lo primero que llama la atención de esta declaración es que, siendo de tal relevancia, no se hubiera producido hasta enero de este mismo año, después de casi tres de investigaciones, y que se realice en el juzgado pero ante los agentes comisionados y no ante la jueza instructora. Sin embargo, pocas hay en todo el sumario que aporten datos de tanta relevancia de hechos presenciados por el propio testigo y no relatados de oídas.

El testimonio de esta persona sitúa como clientes habituales del prostíbulo y amigos personales de su dueño a policías, tanto nacionales como locales, y a guardias civiles. La mayoría de ellos, asegura, eran conocedores del constante trasiego de cocaína que había en el burdel, del que se encargaba directamente García Adán, e incluso alguno de ellos era consumidor. También, según indica, estaban al tanto de los violentos episodios de Adán con clientes y prostitutas, muchos de los cuales solucionaba a tiros ante los agentes con total impunidad.

Para hacerse una idea de la naturalidad con la que policías nacionales y locales se comportaban en el burdel, incluso vestidos de uniforme, baste una frase que el camarero pone en boca del agente local y mano derecha de Adán R.V.R., imputado en el caso: «Esto parece más el cuartel de la Policía que un puticlub», exclamó una noche que la presencia de agentes era especialmente llamativa.

Sobre la barra

Este camarero, que a lo largo de su vida trabajó en prostíbulos de toda la provincia, testificó que presenció personalmente tres pagos del dueño del Queens a policías nacionales, contando los billetes directamente sobre la barra del burdel. Dos de esos pagos habría ido a para al policía nacional M.C.G.: «Llegó con su compañero de servicio, que era muy joven, y venían vestidos de uniforme. Se acercaron a Adán y M.C.G. le dijo que le hacían falta 1.500 euros», recuerda con detalle, ya que él estaba al lado cargando un botellero. Adán, sin preguntar nada, «saco un fajo de billetes de 100, 50 y 20 euros, los contó encima del mostrador y el policía se los guardó en el bolsillo».

El mismo agente se presentó otra noche, con el burdel ya cerrado y vestido de paisano. «Se acercó a Adán, que estaba solo tomando algo, y vi como sacaba la billetera del abrigo, contaban el dinero sobre la barra y M.C.G. se lo guardaba en el bolsillo. No sé la cantidad, pero había bastantes billetes».

Una situación similar, con los billetes sobre la barra, se reprodujo posteriormente con otro policía nacional, identificado como J.M.D.S. gracias al álbum de fotos que los comisionados mostraron al testigo.

De este modo, a nadie le extrañaba que, como señala el camarero, Adán supiera siempre con antelación cuándo iba a haber una redada. Ni que se utilizaran los coches patrulla de la Policía Nacional y de la Local para transportar a las prostitutas, como si fueran taxis.

El teniente coronel

Entre la nutrida clientela perteneciente a los cuerpos de seguridad del Estado que frecuentaba el burdel se encontraban también guardias civiles. Y no solo el cabo A.L.T., que estuvo en prisión provisional por esta investigación. Aún más común era ver por allí a otro guardia, ahora retirado y con residencia en Brasil, que ejercía las funciones de chófer del anterior responsable del instituto armado en Lugo, el teniente coronel José Herrera García-Lora, también imputado en este asunto. «Ese día», recuerda el camarero, «estuvieron cuatro o cinco personas. Fue el propio chófer el que me dijo que todos eran policías y que uno de ellos era el jefe de la Guardia Civil en Lugo. Cuando entraron, el propio Adán me llamó por teléfono al salón para que no les cobrara nada. Estuvieron tres o cuatro horas y tomaron más de una consumición y hablaban con las chicas que se les acercaban».

El listado final de agentes de la ley que reconoce en las fotos como clientes del burdel se acerca al medio centenar.

PONTEVEDRA
Retomado el juicio contra la banda de O Pazo

La Audiencia de Pontevedra reanudó ayer el juicio contra la conocida como la banda de O Pazo, formada por José Antonio García Adán y los históricos proxenetas Manuel Manteiga Rodríguez, El Increíble; Manuel Ulloa Manteiga, El Melenas, y José Isolino Rico Chorén, El Pelao, estos dos últimos huidos de la Justicia. En este caso se juzga también a otras cuatro personas.

Ayer por fin pudo declarar, por videoconferencia, la principal testigo, una mujer a la que supuestamente obligaron a prostituirse. Esta mujer permaneció ocho años en paradero desconocido y reapareció por sorpresa el pasado mes, lo que obligó a suspender el juicio que ayer se reinició.

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