Un respiro para la última cena

La procesión de la Última Cena, que organiza la cofradía Sacramental, discurrió este jueves por las calles del casco histórico de Lugo entre la sobriedad y el recogimiento.

Por primera vez en lo que va de Semana Santa, ni los cofrades ni los devotos que siguieron este desfile tuvieron que alzar su mirada al cielo preocupados por la amenazante lluvia de días pasados. No se vieron paraguas durante el recorrido e incluso lució tímidamente el sol.

La procesión partió de la catedral, tras la celebración de la misa de la Cena del Señor. En este acto litúrgico, el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, humedeció y enjugó los pies a una docena de fieles, lavatorio simbólico que recuerda al de Jesús con sus apóstoles en la última cena.

Al frente de la comitiva marchaban unos 70 cofrades, la mayoría mujeres, que no llevaban el rostro cubierto con un capirote. Lucían un vistoso manto de color crema con un largo cordón de borlas al cuello.

Los cofrades precedían al único paso, el de la Última Cena, que cuenta con esculturas de tamaño natural y, sobre la mesa, un suntuoso tabernáculo dentro del que cual va la custodia del Santísimo Sacramento.

La procesión, la de menos recorrido de la pascua lucense, que duró apenas 25 minutos, fue seguida por cientos de personas. Coincidió con el trasiego de creyentes, que cumplían con la tradición de visitar las iglesias la tarde de Jueves Santo, y con el de turistas que están de paso en la ciudad.

Al concluir el desfile, monseñor Carrasco Rouco depositó el Santísimo Sacramento en el llamado sagrario de reserva, en el altar del Buen Jesús de la catedral. En ese momento, la banda municipal de música, que acompañó al paso, interpretó el himno de España.

La procesión de la Última Cena se celebra desde que hace 47 años se concedió el privilegio de trasladar por las calles de la ciudad la Sagrada Forma, que está expuesta ermanentemente en el altar mayor de la basílica.

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